N.
de la R.: El texto de esta nota es la versión traducida
al castellano por Enrique Luis Revol y Javier
Moñivas Ramos de la conferencia The
valley section from hills to sea, pronunciada
por el autor en la New School of Social Research
de Nueva York en 1923. Fue incorporada a varias ediciones
de su libro clásico Cities in evolution. Esta versión
fue publicada originalmente en Biblioteca CF+S (Ciudades
para un futuro más sostenible).

La “interpretación
económica de la historia”, tan a menudo citada,
no es una mera fórmula adoptada por una escuela reciente
de economía; en realidad, se la puede reconocer en
todo el transcurso de la vida y la obra de los hombres.
La escuela de Marx se contenta demasiado
fácilmente con la interpretación industrial de este
método, pero la escuela anterior de Le Play,
todavía tan poco conocida en inglés o alemán, durante
largo tiempo ha trabajado con más amplitud y profundidad
en la misma dirección.
¿A qué se debe que
tanto el mundo académico como el religioso hagan actualmente
caso omiso de su método de enseñanza? A que aquí la
ciencia está sacudiendo los cimientos más profundos
de las creencias convencionales. Aquí se está ante
pruebas de que las venerables piedras antiguas que tanto
los viejos eruditos como nuestros maestros religiosos
habían tenido por poesía son, en realidad, sólida
y clara prosa.
Pero, ¿qué representa
la historia con su perpetua narración de guerras?
Pese a que casi toda la historia parece ser una relación
de hechos de armas, la guerra no es en realidad ese
estado y resultado permanente de la ‘naturaleza humana’,
según la llaman tan a menudo los necios. Sabemos que
las grandes conflagraciones son un fenómeno relativamente
reciente en la historia humana; asimismo sabemos que
el período de guerra fue precedido por un largo lapso
—una relativa Edad de Oro— en que los hombres cultivaban
sus plantas y domesticaban sus animales pacíficamente,
siendo con esto cultivados por sus plantas y domesticados
por sus animales.
He aquí, pues, la explicación
de la tardía aparición de la ‘historia’, puesto que
la apacible,
honrada y constructiva civilización agrícola es ahistórica.
Los historiadores siempre se han asemejado mucho a
la prensa de nuestros días, la cual, por lo común,
sólo se ocupa de acontecimientos inusitados o trágicos.
¿Y acaso la persona que tira su silla por la ventana
no interesa más a la prensa entera que todos los millones
que usan su silla de un modo corriente?
Recurramos a una muy
evidente interpretación agrícola. Pensemos en nuestros
antepasados en los días pasados de la colonización
de América o Europa. Cada uno guía su propio arado
a través de su propia tierra, sin colaboración alguna.
Cada cual puede silbar esa vieja tonada “I
care for nobody, not I; and nobody cares for me”
(no me importa nadie, excepto yo mismo;
y a nadie le importo yo). Cada uno, para decirlo en
pocas palabras, ‘se ocupa de sus asuntos’ y deja que
los demás se las arreglen por su cuenta. Esta es la civilización del cultivo del maíz.
La tierra es arada y sembrada por el mismo hombre
que siega la cosecha. Las mujeres y los niños
sólo son ayudantes accesorios durante la cosecha.
Aquí, pues, en el cultivo de los cereales en Occidente,
desde la antigua Roma hasta la América contemporánea,
tenemos el factor fundamental de nuestra moderna concepción
occidental de la individualidad y la independencia.
Pero si
somos orientales y lo que cultivamos es arroz, la
situación es muy diferente. Para comenzar, no
podemos tener ningún cultivo hasta que se haya formado
un comité de aguas para el distrito y para tener control
sobre el agua del valle y regular su circulación de
modo que cada cultivador pueda disponer de lo suficiente
para cubrir sus arrozales. Aquí, la acción comunal se convierte en requisito primordial. Además, en
tanto que el maíz exigía un hombre robusto que condujera
el arado, cualquiera puede plantar la pequeñita planta
del arroz y hundirla con el pie; no sólo las mujeres
sino también los niños y los abuelos pueden aportar
su contribución. Aquí los hombres no tienen gran superioridad
sobre los demás.
Aquí, por tanto, en
contraste con el individualismo de Occidente, basado
en el maíz, nos hallamos en presencia de la familia
y las instituciones comunales de Oriente, basados
en el arroz. Una curiosa comprobación de este contraste
se dio tras la introducción del arroz en Lombardía,
Italia, a lo largo del valle del río Po. Después de
más o menos una generación, los campesinos presentaron
peticiones para que se introdujeran determinadas modificaciones
en las leyes italianas relativas a la herencia y los
derechos de propiedad. Los representantes del resto
de la población de Italia no veían, naturalmente,
que esto tuviera mucho sentido, pero un legislador
que había estado en China examinó la petición y exclamó:
“¡Pero si lo que pide esta gente son instituciones chinas!”
Y por supuesto que lo eran, puesto que estaban cultivando
arroz.
La sección del valle
es la base del estudio. De esta manera podemos entender
muchos valores culturales específicos y precisos.
Podemos descubrir que el
tipo de lugar y el tipo de labor realizada determinan
profundamente las costumbres e instituciones de su
población. Este es el verdadero objeto de la interpretación
económica de la historia, prácticamente ignorado tanto
por los economistas, tanto ortodoxos como socialistas.
Todas las ciencias consideran que el mundo clásico
y el religioso eran conservadores y anticuados, pero
en la práctica, por su parte, no están más abiertas
a las ideas ajenas a su campo específico.
Consideremos por un
momento los ritmos de las masas de la superficie de
la tierra y observemos el movimiento de cada una de
ellas; desde la nieve hasta el mar, desde la meseta
hasta las tierras bajas. En términos generales, el
mundo está construido de este modo, lo mismo si
consideramos la diminuta Escocia o una sección a través
de Gales e Inglaterra, o a través de Irlanda o de
Noruega y Suecia, o incluso a través de la parte montañosa
de Europa y la estepa siberiana, o Norteamérica y
Canadá con las Rocosas o América del Sur con los Andes.
El estudio de una masa
de tierra efectuado de este modo nos hace presentes
muchas cosas; como puede ser el margen de variaciones
de su clima, su vegetación correspondiente y la vida
animal que la acompaña. En este estudio podemos reconocer
no sólo la existencia de nieve en las montañas sino
también su naturaleza neolítica así como su estructura.
Descendiendo de ellas, llegamos a los bosques, luego
a las laderas de pastoreo, las colinas menores y las
llanuras con sus ríos unificadores y así hasta ir
a dar al mar. Todas las cosas caben en este análisis.
No se trata de una mera imagen política de un espacio coloreado en un
mapa liso, sino de una región geográfica y una región
antropológica, así como también de una región en economía
política. A su tiempo veremos también que se trata
asimismo de la región del economista convencional
y del ‘político’. Pero vamos por orden.
Partimos de la cabecera
de nuestra sección de valle, con sus bosques naturales,
donde las coníferas están más arriba que las caducifolias.
Aquí la primera actividad natural no puede ser otra
que la del cazador, hasta que llegue también el leñador
y luego el minero. Después de las tierras boscosas
vienen las de pastoreo, con sus rebaños y sus pastores.
Luego, pero todavía en los terrenos más elevados y
pobres, aparece el infatigable campesino (el ‘crofter’
o minifundista, según le llamamos en Escocia) con
cierta proporción de pasto de alturas, pero dependiendo
principalmente de su arduo y agotador cultivo de los
cereales menos ricos, la avena y el centeno, y en
los tiempos modernos las patatas, pero no el trigo.
El trigo sólo puede florecer en las tierras más hondas
y ricas que hay valle abajo, donde hallamos al campesino,
normalmente rico, comiendo pan blanco, no pan de centeno
ni tortas de avena.
Hasta aquí, las tierras
templadas, pero nuestra sección de valle sirve también
para los climas más cálidos, donde el campesino rico
agrega el viñedo y el olivar. Trigo, vino, aceite; aquí estamos ante la agricultura en su cénit y, con
ella, ante la forma de civilización más elevada.
Sin embargo, en el transcurso de la historia, la región
mediterránea ha sido desgraciadamente arruinada, de
modo que la prosperidad corresponde ahora al agricultor
del norte con su trigal, aunque desafortunadamente
aquí también su estabilidad se halla amenazada.
Cazador y pastor, campesino
pobre y rico. He aquí los tipos familiares y sociales
más comunes que se suceden de forma tan manifiesta,
tanto a medida que descendemos de altura como a medida
que trazamos el curso de la historia social, que durante
largo tiempo ha existido el hábito libresco de describirlos,
no sólo como representantes de las principales etapas
de la civilización, sino también como si cada uno
hubiera sucedido al anterior de forma definitiva e
irreversible. En verdad, como si todas éstas no fueran
más que etapas que llevan al actual predominio del
orden industrial y urbano, a menudo se da por sentado
que estos cuatro tipos carecen de significado actualmente,
siendo prácticamente desdeñables. Pero, por supuesto,
siempre están al lado nuestro. A medida
que se desarrolle cada uno de nuestros estudios urbanos,
los hallaremos allí a todos, no
sólo por sus productos en los mercados de la ciudad
o en los modernos escaparates sino también en sus
ocupaciones urbanas paralelas.
En las secciones del
valle todos los tipos naturales de ocupación tienen
su lugar.

La
sección del valle desde las colinas hasta el mar.
Imagen del Patrick
Geddes Trust.
El minero
Bien podemos empezar
por el minero, figura de importancia fundamental desde
el desarrollo inicial de la civilización. Primeramente
como minero de pedernal (en Brandon, Suffolk, su tráfico
de pedernales astillados ha sido continuo desde el
pasado prehistórico). El vocabulario técnico superviviente de este
oficio parece ser anterior a todos los orígenes lingüísticos
conocidos.
En tiempos relativamente
recientes, según los vastos períodos de la arqueología
evidencian hoy, se dieron las edades del cobre y luego
del bronce, adquiriendo las guerras mayor importancia.
Luego se produjo la introducción relativamente reciente
del hierro y así, muy pronto, la terrible espada de
acero, de cuyas obras está colmada la historia.
Pedernal, bronce, hierro
y acero: he aquí los hitos de las épocas históricas...y
la cronología del minero.

Perspectiva
de una región del valle europea.
El
leñador
No obstante, también
el leñador puede aspirar a ser el líder fundamental
de la civilización ya que, tras su recolección de
zarzas y ramas para el fuego, su hacha de piedra o
bronce abrió claros y después, con tiempo, utilizando
el acero abrió las modernas carreteras del mundo occidental.
El leñador ha sido
también el constructor de casas, de barcos y de muebles;
y con sus empalizadas, también el constructor de fortificaciones.
Además, a él le debemos el uso de la energía mecánica,
la palanca, la cuña, la rueda y el hacha, la polea
y el plano inclinado. Así, es el ingeniero primigenio. A este respecto,
bueno es recordar que el padre y educador de James
Watt, el de la máquina de vapor, fue uno de los últimos
carpinteros a la antigua, igualmente dispuesto a emprender
la construcción de una casa y la de un navío; indudablemente
un perfecto vínculo del antiguo orden industrial con
el nuevo.
El cazador
Viene luego el cazador,
que sigue la pista de sus piezas y les da muerte.
Aquí es evidente que no sólo estamos ante un rudimentario
superviviente de la sociedad primitiva, sino ante
un tipo que es de significación permanente y creciente
en la historia. Aunque en las antiguas sociedades
cazadoras estables, desde los esquimales del Ártico
hasta los aborígenes australianos, lo vemos hondamente
civilizado y por tanto esencialmente pacífico, nosotros,
los occidentales, nos
hemos acostumbrado a concebirlo como un ser capaz
de convertirse, sin más ni más, en cazador de otros
hombres y, en consecuencia, como un ser que paulatinamente
asume el papel de hacedor y jefe de las guerras. No
sin motivo los cazadores se convirtieron en nobles
y los reyes, nobles y gobernantes han seguido siendo
cazadores hasta nuestros propios días. Ni es pura
casualidad que el deporte y los juegos atléticos,
que son principalmente invención suya, tengan un papel
preponderante en la educación de la juventud de todos
los orígenes y profesiones, adiestrándolos para el
servicio militar.

La sección del valle y sus tipos sociales, en su hábitat
natural y en sus manifestaciones urbanas paralelas.
El
pastor
Y ahora el pastor.
¿Qué decir de él? Es un tipo marcadamente opuesto,
que ha sido adiestrado por la pacífica protección
de la vida y no por las rudas artes de quitarla. Asimismo
se diferencia notablemente por su longevidad, la cual
determina, en consecuencia, la supremacía patriarcal
y, con ella, el temperamento patriarcal. Todo esto
en marcado contraste con el cazador de vida breve,
cuyos mejores años son los de su anticipada madurez.
He aquí pues, el contraste de la paciencia con la impaciencia, de la diplomacia con
la guerra. Así, aunque el cazador se convierta
siempre en señor de la guerra y reclame todo el poder
temporal, al
pastor patriarcal le corresponde el poder espiritual
que a menudo es mucho más elevado. Recuérdense sus
nombres históricos: Santo Padre, Pastor Pastorum y
otros análogos en cuanto a otros credos. Nuestra imagen
moderna del Buen Pastor procede, claramente, de Apolo,
el pastor, incluso en lo referente al cordero y el
cabrito sobre sus hombros; y existen estatuas ecuestres
y retratos de Buda, todavía más antiguos aunque básicamente
iguales.
Volviendo a la vida
práctica de los pastores, no debemos olvidar al Padre
Jacob enviando sus hijos a Egipto para que compraran
grano. Pues los
pastores se convierten en caravaneros y, así, en los
creadores del comercio por tierra y de mercados en
sus puntos de encuentro; asimismo, en los mantenedores
de las comunicaciones frecuentemente como difusores
de la paz, el orden y, a veces, el bienestar, ya que
una ruta a menudo crea, o poco menos, el tipo social,
según ha sostenido tan tenazmente Demolins.
Asimismo, la vida pastoril,
libre de excesivas tareas, es favorable a la reflexión
y la poesía, en tanto que sus ancianos tan longevos
tienen una gran riqueza de recuerdos y tradiciones
que comunicar. Tampoco la mujer tiene ya que soportar
las cargas de las vidas de los cazadores, consagrándose
a las artes más gentiles que se relacionan con la
leche y la lana. Así se convierte en la señora enclaustrada
de la tienda, con sus almohadones y alfombras, bordados
y joyas.
De este modo vemos,
pues, los orígenes de nuestras ocupaciones modernas,
tratándose de interpretaciones aplicables en gran
escala a todo lo largo de la historia de Oriente y
Occidente por igual. ¿Qué es el Islam básicamente,
por ejemplo, sino la disciplina de la caravana, afianzada y moralizada para la travesía
del desierto, con los buenos momentos al final
de la travesía plenamente idealizados para que sirvan
de estímulo?
Otro caravanero espiritualizado
es Pablo de Tarso, quien significativamente era fabricante
de tiendas. A través de Tarso deben pasar todas las
caravanas entre Europa y Asia. Tarso había tenido
su sacerdote-rey místico, como el sumo sacerdote en
Jerusalén, pero asimismo era una ciudad universitaria
griega que luego había pasado a depender de Roma.
Allí, como en ninguna otra parte, podía Pablo reunir
en una sola formación esos cuatro elementos —espíritu
de viajero, idealismo y saber judíos, filosofía y
sutileza griegas y ciudadanía romana— que lo prepararon
primeramente para ejercer gran influencia entre los
fariseos y luego para su supremacía virtual en la
empresa de difundir a través del Imperio Romano la
fe cristiana que germinaba, en la forma desarrollada
individualmente que él le dio.

Croquis
de una “máquina de pensar” de Patrick Geddes, método
visual de conexión
entre hechos e ideas para ayudar a la reflexión y
el pensamiento.
El
campesino pobre
Es hora de pasar al
tipo siguiente en nuestra sección del valle, esto
es, al campesino pobre. No se trata aquí del peón
de granja o el labrador sino del pequeño propietario
en las tierras altas. Ocupa tierras más adecuadas
para las espinas y los cardos que para la avena y
el centeno. Aquí el trabajo, más abrumador que todos
los demás, es indispensable; y un trabajo casi a través
de las estaciones. Aquí las economías son la esencia misma de la supervivencia, almacenando para
el invierno y para la siembra, y utilizando el
material acumulado con cuidadosa frugalidad.
Hay en los Salmos un
versículo a menudo citado que dice: “Los que siembran
con las lágrimas cosecharán con júbilo. El que sigue
adelante y llora, llevando preciosas semillas, indudablemente
volverá con júbilo, trayendo sus espigas”. Cualquiera
entiende de modo bastante literal este júbilo en la
cosecha. Pero uno puede pedirle al sabio judío o cristiano,
igualmente en vano, que explique por qué debía representarse
llorando al sembrador. A lo sumo se obtendrán como
respuesta explicaciones metafísicas conjeturales.
En tanto, he aquí la
intensa y patética realidad de la historia temprana
del campesino pobre. Las formas primitivas de cultivo
apenas sí podían producir alimento suficiente para
todo el año. Así surgió en primavera la institución
de la Cuaresma,
como ocasión de fundir la penuria económica con la
disciplina social. Véase, pues, este versículo
en sus detalles prosaicos: se trata del campesino
pobre que debe quitar a sus hijos que lloran por comida
y a la madre hambrienta los pocos y preciosos granos
que quedan almacenados de la cosecha. Se abre paso
entre ellos con rostro grave. Pero cuando los ha dejado,
para sembrar en el campo esa pequeña reserva, también
se desespera y llora.
Interpretaciones sencillas
e intensas como éstas aparecen a lo largo de toda
la escala de ocupaciones desde la montaña hasta el
mar y se ensamblan para desarrollar una reinterpretación
de la historia desde el punto de vista evolucionista.
El campesino pobre
y su frugal esposa están más apremiados por la economía,
la previsión y el ahorro que los habitantes que viven
en un clima más suave y con un suelo mejor como los
que hay valle abajo. De aquí que la
fundación de bancos y compañías de seguros haya sido
iniciada por este tipo social. Su excedente de
población también está constantemente camino del fondo
del valle y el resto del mundo y, debido a su formación
—al mismo tiempo ardua, frugal y previsora— logra
excepcionales éxitos. A esto se debe el frecuente
ascenso de hombres con esta formación — de suizos,
escoceses o nativos de Nueva Inglaterra, para mencionar
ejemplos familiares.
La frontera de conexión
entre las tierras de pastoreo y campos de avena, la
cual une tanto como separa al pastor del campesino
pobre, es igualmente de gran impulso cultural; testimonios
de ello son las riquezas en canciones regionales y
narraciones, en música y danza, como también su capacidad
para el pensamiento especulativo.

Dibujo
de Hendrick Van Loon para la Sección del Valle. De
“La ciudad: problemas de diseño y estructura"
El
granjero
Pasemos ahora al campesino
más rico, el cual vive en las profundas y fértiles
tierras de labranza que hay en la llanura y que antes
fueron praderas: el granjero y su trigo alto de espiga
robusta que le proporciona buen pan blanco para comer
y un amplio excedente para vender. Aquí, con las grandes
cosechas, hay mejor ganado vacuno y caballos más fuertes,
y queda siempre un excedente habitual para mejores
viviendas con agradables jardines. En
estas tierras puede sustentarse una población mucho
mayor, de modo que en vez de casas aisladas encontramos
ahora aldeas bastante grandes y ricos mercados
—que en el pasado, a menudo, tenían murallas y sólidas
puertas.
La antigua historia
de Caín y Abel es claramente la versión pastoril de
la tensión inmemorial y universal existente entre
el agricultor y el pastor. Pese a toda la espiritualidad
de la cultura pastoril, sus caravanas no siempre pagaban
debidamente con lana el grano que tomaban, y el granjero
tuvo que construir y amurallar sus ciudades para lograr
paz y seguridad. ¿Dónde excepto en la pacífica Inglaterra
y su hija la gran América del Norte, ha podido el
granjero vivir en su tierra con libertad, con esa
libertad que para ambas ha pasado a ser cosa corriente?
Las grandes distancias, que vemos diariamente recorridas
entre la aldea cercada hasta el campo abierto desde
Francia hasta la India —y que tanto empobrece a todos
los interesados— expresa la historia general de la
antigua vida agrícola, demasiado a menudo cargada
de peligros procedentes del exterior.
De nuevo, veamos cómo
la profesión jurídica ha surgido fundamentalmente de las necesidades de
los pueblos agricultores, ya que, de todas las
ocupaciones, la del granjero es la que más necesita
de acuerdos vinculantes y registros exactos de la
posesión de tierras, la venta de cosechas, etc. Todo
esto se convierte en contratos, que los ancianos reunidos
en tribunal pueden poner en ejecución.
Además, es el trabajo
del granjero el que produce las principales bebidas,
la cerveza en el norte y el vino en el sur; y así
hallamos la bodega y la taberna que, a medida que
se desarrollan las castas y la riqueza, pronto se
tornan círculos exclusivos, dando así nacimiento a
los clubs. Hablar
de negocios en compañía apropiada suelta la lengua
y le da mayor campo de acción. En tales reuniones,
se lleva a cabo un fenómeno de interacción entre el
punto de vista concreto del granjero y el punto de
vista más abstracto; las discusiones llegan al campo
de la política y poco después la oratoria parlamentaria
surge espumeante del jarro de cerveza y burbujea en
el vaso de vino. No sólo es un chiste popular que
la evolución social y constitucional se ha desarrollado
paralelamente al arte de fermentar bebidas.
No es necesario que
nos ocupemos aquí de la transformación de la agricultura
en la horticultura y los cultivos intensivos, como
ocurre en la antigua tradición de China, podemos pasar
ya a la última en nuestra serie de ocupaciones principales:
la de mar.
El
pescador
Los antropólogos nos
dicen que la mujer inició el movimiento sobre el agua
en torrentes y ríos, pero cuando se pasa a la navegación
marítima, el hombre debe ocupar su lugar en la embarcación
y la mujer debe ocupar su lugar en tierra; adquiriendo
en consecuencia una individualidad fortalecida y el
sentido de confianza en sí misma, como confirman
por igual antiguos relatos y observaciones actuales.
Pues no es simple coincidencia que el inicio de los
modernos movimientos feministas se haya dado esencialmente
a lo largo de los litorales marítimos de los mares
septentrionales, desde los cuales se han difundido
lentamente por el interior.
El pescador se siente
tentado a aventurarse fuera del fiordo o el río con
salmones para buscar arenques y bacalaos y así se
vuelve más audaz. En una embarcación más grande, la
tripulación debe estar organizada con más disciplina
para que tenga eficacia en un medio tan arduo, que
reclama rápidas decisiones y obediencia y no deja
tiempo para discutir. Por otra parte, el
pescador en el mar puede reproducir a la caravana
en tierra y hacerse mercader-aventurero, transportador
de pasajeros, emigrante y barco-correo. Y puesto
que, como ocurre con el cazador, su vocación es la
de quitar la vida, no la de cuidarla, y como innumerables
ocasiones de disputa se dan entre el navegante y los
hombres de tierra firme, y entre pescador y pescador,
bien pronto tiene que viajar armado. La paulatina
combinación del arte de la navegación con la filibustería
y la piratería, así como su más paulatina separación
en marinas, mercante y de guerra, con frecuencia se
ha repetido en la historia.

Dibujo
de “Cities in Evolution”
Conclusión
¿Cuál es, por último,
el valor de esta especie de análisis de las ocupaciones?
En primer lugar, como
un esquema general y preliminar para estudios antropológicos
e históricos más completos, región por región y edad
por edad hasta llegar hasta nuestra propia tierra
en nuestros propios tiempos. Pero, en segundo lugar,
como esencia misma del análisis social que es necesario para cada región y
cada ciudad si queremos comprenderlas realmente;
y aún más si nos abrimos camino hacia el mejoramiento
y desarrollo regionales, hacia el perfeccionamiento
de las ciudades y el diseño urbano.
A partir de estas pocas
y, al parecer, sencillas ocupaciones se han desarrollado
todas las demás. Seguir el curso de estas transformaciones
equivale, pues, a dar con la explicación de la individualidad,
de la singularidad, de cada una de las poblaciones
y ciudades de los hombres y al mismo tiempo, empero,
comprender sus múltiples semejanzas, región por región.
A medida que se desarrollan
nuestras investigaciones empezamos a sentirnos cómodos
en nuestra región, a través de su tiempo y su espacio
hasta llegar al día de hoy. Desde aquí, el pasado
y el presente sólo pueden abrirse hacia lo posible.
Pues nuestra indagación de las cosas tales cuales
son —es decir, tales como han llegado a ser— debe
siempre sugerir ideas relativas a su transformación
ulterior, esto es, a sus futuras posibilidades. De
este modo podrá verse que nuestras investigaciones
tienen un interés práctico que va más allá de su interés
puramente científico. En una palabra, la
investigación prepara el Plan y apunta a éste.
A lo largo del precedente
examen hemos visto que nuestros métodos de investigación
ofrecen puntos de vista y perspectivas que son diferentes
de los acostumbrados. Pero, hasta el presente, la
acción local, cívica y política se han interesado
demasiado poco en investigaciones de esta amplitud.
Hasta los geógrafos regionales y los urbanistas no
han captado debidamente la importancia de esta labor:
su importancia, por una parte, para la educación de
cada comunidad y de todas las comunidades y también
para su mejor organización material y económica así
como para su organización social y cultural. Así como
en el aspecto científico nuestras investigaciones
van reuniendo todos nuestros estudios especializados,
en el aspecto práctico sugieren posibilidades de servicio
social mediante la cooperación cívica e individual.
Implican simultáneamente la conservación y desarrollo de todo lo mejor
que podemos hallar en nuestras regiones y nuestras
ciudades, junto con su diagnóstico y tratamiento cada vez más eficaces
de sus respectivos males.
En resumen, estamos
ante lo que constituye al mismo tiempo un movimiento científico
y práctico. Por este medio nuestras especializaciones
dispersas e inconexas pueden ser coordinadas hasta
constituir una visión sintética y una comprensión
evolutiva unificada, región por región. Del mismo
modo, nuestra múltiple división del trabajo puede
así ser armonizada y orquestada para el bien común.
Mediante tales estudios tanto los orígenes naturalistas
como humanistas de cada región son investigados, con
una interpretación mejor, en consecuencia, de cada
una de ellas en el presente. Así estamos en condiciones
de advertir diversas posibilidades, entre las cuales
nos corresponde buscar la mejor. El movimiento se
extiende así a los más amplios ámbitos de aplicación
y objetivos —sintéticos, sinérgicos y comprensivos.
Tales
estudios deben ser siempre desapasionadamente científicos.
Nuestro objetivo es ante todo y sobre todo ‘ver las cosas como son’ y, entonces, coordinarlas
con otras cosas, hasta que alcancemos una imagen mental
de cada una de nuestras regiones y comunidades
con todas sus particularidades de lugar, trabajo y
gente, a través del pasado y en el presente, en todo
lo cual lo bueno y lo malo están curiosamente entremezclados.
Así, nuestra ciencia sólo puede impulsarnos a actuar,
nuestro diagnóstico a efectuar un tratamiento. Con un conocimiento más detallado que antes,
la acción social tenderá a ser más certera y eficaz.
Como consecuencia de esta visión más clara, podemos
abrigar esperanzas y esforzarnos de nuevo por superar
y desbaratar los males, a veces incluso transmutándolos
en ideales; y así, por ejemplo, pasar de la guerra
con sus buitres y águilas a la reconstrucción con
su fénix, o pasar del miedo, el odio y la cínica desesperación
a ideales sociales. Nuestra vida social e individual
puede así tornarse más civilizada y desarrollada a
medida que utilicemos todo lo mejor que nos brinda
nuestra historia anterior, aplicándose a fases aún
más elevadas de actividad social.
Mediante
la comprensión de nuestras regiones y nuestras ciudades
no podemos sino vitalizarlas y desarrollarlas en cuanto
a lugar, trabajo y gente; y en cada caso la
propia gente estará creando lo mejor en su propio
lugar. Así Holanda ha hecho al holandés, pero
el holandés ha hecho a Holanda; y esto en alternancia
y armonía a través de generaciones.
En resumen, nuestras
indagaciones geográficas e históricas nos aportan
cada vez más una filosofía, una ética y unos principios
políticos para la vida social, en la que lo mejor
de cada una de las diversas y divergentes escuelas
de pensamiento y acción pueden colaborar cada vez
más entre sí.
PG
Patrick
Geddes (Ballater, Escocia, 1854- Montpellier, Francia,
1932) fue biólogo, sociólogo y planificador urbano,
sin formación universitaria formal. Trabajó en la
recuperación urbana del centro histórico de Edimburgo,
creó el “primer laboratorio sociológico del mundo”
y numerosos jardines en sitios abandonados para demostrar
la estrecha conexión entre naturaleza y vida social
(“by leaves we live”). Realizó significativos estudios
de la botánica de México y participó en la elaboración
de planes urbanos para Medio Oriente y la India.
Sobre
su trabajo, ver también en café
de las ciudades:
Número
124 | Arquitectura de las ciudades
De
Geddes a la Bauhaus | Tel Aviv, patrimonio
de la humanidad | Hilda Noemí Cosogliad
Ver
también Recuperando
a Patrick Geddes, en el Blog de Farina, y
el texto que le dedica la National
Library of Scotland.
Otra
concepción pionera sobre territorio y ciudades en
café
de las ciudades:
Número
99 | Cultura y política de las ciudades
Una
producción solidaria y eficiente | Fragmento
de Campos, fábricas y talleres (a partir de Piglia) | Piotr
Kropotkin