Hace unos días vimos nuevamente Doce hombres en pugna (por una vez, la traducción es más certera que el título original, Twelve angry men), disponible ahora en varias plataformas como por ejemplo qubit.tv. Fue dirigida en 1957 por Sidney Lumet con guión de Reginald Rose y su elenco está encabezado por Henry Fonda. La película narra una historia concentrada en su casi totalidad en la sala de deliberación de un jurado que hoy sería imposible sostener, por su integración exclusivamente masculina y blanca. Celina Caporossi subraya la solvencia técnica que permite a Lumet dirigir en esas condiciones con absoluta comodidad y fluidez de la cámara y de los movimientos actorales; Luis Caporossi aprecia la sutileza de antihéroe del personaje interpretado por Fonda y su tranquila retirada final, sin subrayados didácticos; Juana Garabano señala el despliegue sutil de muy diversas masculinidades, sin esquematismos ni simplificaciones. Véanla, o vuelvan a verla.
Véanla especialmente si trabajan en disciplinas que requieren algún ejercicio del método científico y el pensamiento crítico en la investigación (y el urbanismo lo es). El núcleo dramático de la obra es el intento del jurado “número 8” –de quien solo sabemos que es arquitecto (¡!) y al final conocemos su apellido, Davis– por cuestionar la absoluta certeza inicial del resto del jurado sobre la culpabilidad del acusado. El Arquitecto no sostiene la inocencia sino su duda razonable sobre los hechos presentados en la corte. No cuestiona el veredicto de los otros jurados sino su certidumbre, que considera poco fundamentada en hechos positivos. A lo largo de la acción se van presentando diversas posturas respecto a los argumentos y testimonios escuchados en el juicio; algunos se fundan en una extrema racionalidad científica, otros se basan en experiencias personales, otros remiten a prejuicios personales o de clase o a meras irresponsabilidades cívicas o a dramas íntimos que nublan la visión objetiva requerida para una tarea que puede derivar en la ejecución de un ser humano. En una trama que en esencia es crítica a la construcción de realidades ligeras y virtuales, tan presentes en nuestra actualidad, no parece un detalle gratuito la superficialidad banal de un jurado dedicado a la publicidad, un contemporáneo de los Mad Men (¡incluso con cierto parecido físico a Don Draper!).
Dentro de la lectura metodológica que, quizás de modo pretencioso, puede hacerse de la película, un episodio en particular parece clave en esa interpretación. Se centra en la navaja con la que se cometió el crimen, que en el juicio se había presentado como una pieza única que solo el acusado podría tener en su poder. Davis contrapone a este argumento una navaja idéntica que compró en un negocio del barrio en que se cometió el crimen. Más allá del golpe de efecto (muy logrado, por cierto), me interesa señalar un detalle que evidencia el rigor metodológico del Arquitecto: aun contando con toda la información proporcionada por los testigos y el fiscal en el juicio, consideró imprescindible ir al territorio (lo que descuidadamente algunos llaman “bajar al territorio”) para entender el contexto espacial y social de los hechos. El conocimiento directo, físico, personal del sitio le pareció esencial para entender el caso y el resultado le dio la razón. Un principio metodológico atribuido al filósofo medieval Guillermo de Ockham (la navaja de Ockham) sostiene que «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable». La navaja que Davis encuentra en una oscura ferretería de un barrio pobre nos recuerda otro principio esencial de la investigación urbanística: caminar los barrios, caminar la ciudad.
Quizás su profesión fue clave en ese paseo vespertino de Davis: las ciudades se conocen con los pies, el territorio informa. Para quien sabe escucharlo, el territorio habla. En estas épocas de pandemia y aislamiento debemos encontrar, quien sabe con qué probabilidades de éxito, formas alternativas de “caminar” y conocer las ciudades que debemos trabajar. En todo caso, el aislamiento no impide –y las TICs facilitan– revisitar clásicos como Doce hombres en pugna. Véanla, o vuelvan a verla.
MC
Sobre la investigación y el método en la tarea urbanística y del mismo autor ver también en café de las ciudades las notas La prosa de Terzaga, el dentista de Jacobs (número 157/8) y La ilusión paramétrica (número 182/3).