Comala
La novela,
el pueblo y la ciudad.
Por
Ricardo Greene F.
Pedro
Páramo: la más bella de las historias que jamás
se han escrito en lengua castellana.
Gabriel García
Márquez

1.
La novela
Antes de Rulfo
hubo para mí un Borges, un Kafka, un Melville y un Xingjian.
Cada uno de ellos se me presentó con un mundo nuevo, plagado
de imágenes, de olores, de palabras difusas pero a la vez
precisas; sus historias y personajes eran mínimos pero épicos;
sus escenarios inaprensibles, pero también tangibles… Y entonces
llegó Rulfo, iniciando un episodio enteramente nuevo. Porque
no fueron sus palabras las que me agitaron, no fueron sus descripciones
ni sus diálogos, no fue tampoco la promesa de una impresionante
historia ni la audacia de inesperados golpes de timón, sino
que fue algo más sencillo y más sordo, más
simple y subterráneo: fueron sus silencios. Pedro
Páramo es una novela escurridiza, que esconde su riqueza
en la cadencia de sus suspiros, en lo susurrante de sus palabras
y en la pluma borrosa con que están dibujados sus personajes;
una obra magnífica que se encuentra atravesada por cientos
de pequeñas historias que ya han sido contadas muchas
veces con muchas voces: al leerla, leemos también la épica
de Orfeo, y de su silencioso descenso al infierno; de Odiseo y de
su eterno retorno a casa; y de Jacques Cormery, con su incansable
búsqueda de un padre ausente. Pedro Páramo es
también por excelencia la historia del régimen patronal
latinoamericano: del señor sin armas, del macho cabrío,
del chingón que se raja y arrasa con todo "como
si fuera un rencor vivo". Es también el útero
matriarcal, la virgen pura, la búsqueda de la filiación,
la soledad del mestizo, la orfandad del huacho. Es la aridez,
el calor y el infierno de las revoluciones latinoamericanas. Es
la mujer violada, rajada, abierta y abandonada. Es la ausencia de
tiempos verbales, el eterno presente, el ocio, el paréntesis
y el gasto. Es la unión de dos Méxicos añejos,
el de Dolores y el de Pedro, y el nacimiento de un nuevo México
moderno, el de Juan Preciado. Es el comportamiento por debajo y
por sobre las instituciones, es la ley del patrón,
el proyecto trunco de la Iglesia, la red de prestaciones y favores,
de presencia y reciprocidad. Es, finalmente y en palabras de Borges
"un texto fantástico, cuyas indefinidas ramificaciones
no le es dado [al autor] prever, pero cuya gravitación lo
atrapa".

"Comenzó
a llegar gente de otros rumbos, atraída por el constante
repique. De Contla venían como en peregrinación.
Y aun de más lejos. Quién sabe de dónde,
pero llegó un circo, con volantines y sillas voladoras.
Músicos. Se acercaban primero como si fueran mirones, y
al rato ya se habían avecinado, de manera que hasta hubo
serenatas. Y así poco a poco la cosa se convirtió
en fiesta. Comala hormigueó de gente, de jolgorio y de
ruidos, igual que en los días de la función, en
que costaba trabajo dar un paso por el pueblo. Las campanas dejaron
de tocar; pero la fiesta siguió. No hubo modo de hacerles
comprender que se trataba de un duelo".
Una
ciudad está compuesta por diferentes clases de hombres; personas
similares no pueden crear una ciudad. Aristóteles,
Política
2. El pueblo y la ciudad
Estoy consciente
de que no he sido convocado para hablar de la magnificencia de la
obra. Esa labor la han asumido muchos otros antes que yo, y le han
dedicado palabras más adecuadas que las que puedo yo brindar.
Pero lo cierto es que me es imposible hablar de Comala sin referirme
a la novela. No puedo recorrer sus calles desiertas, no puedo hincarme
en su capilla vacía, no puedo describir sus muertos -de ojos
abiertos como botones-, sin ocuparme también de lo escrito,
de lo que se habla y de lo que se calla. Porque Comala no es un
escenario vacío, un territorio vacuo y plástico donde
los personajes simplemente son. Comala es una tierra de
nadie y de todos, es el lugar por excelencia de ese gigante
llamado Pedro Páramo, es la tierra mítica donde convive
la vida con la muerte, un axis mundi donde confluye el infierno
agobiante, el sordo purgatorio, el presente impasible y el paraíso
húmedo y fructífero.
Ahora bien,
si algo puedo decir que sea propio del pueblo de Comala,
es que éste representa ante todo la identidad de sus habitantes:
todos han nacido allí, todos han vivido allí, y todos
han muerto allí. Fuera de Comala, nada conocen. Fuera de
Comala, nada son. Puede decirse que la implacable lógica
cartesiana -cógito, ergo sum-, en Comala pierde su
sentido. Es por eso que los personajes de la novela no son capaces
de distinguirse a sí mismos, menos aún distinguirse
de Pedro, sino hasta que alguien de fuera llega al pueblo, hasta
que irrumpe un extraño. Tal como ocurre en gran parte
del cine y la literatura de pueblos pequeños (Dogville,
Picnic, Peyton Place, Big Fish), es la llegada de un diferente
lo que inaugura la extrañeza, fundando con ello la
ciudad. En este caso, la llegada de Juan Preciado a Comala marca
ese hito. Puede decirse que no hay un sentido de pueblo en
Comala sino hasta que arriba esa "otredad" molesta, que
obliga a sus habitantes a preguntarse por lo que son y por lo que
han sido.

Las únicas
excepciones ratifican el punto. En la novela sólo dos personajes
conocen algo más allá. El primero de ellos
es Doloritas, quien, previendo su muerte lejos de Comala, manda
a su hijo a que muera en su lugar. Con ello espera recobrar un trozo
de su propia identidad. El mismo Juan Preciado nos confiesa: "(…)
Mi madre, que vivió su infancia y sus mejores años
en este pueblo, y que ni siquiera pudo venir a morir aquí.
Hasta para eso me mandó a mí en su lugar". La
segunda excepción es el propio Preciado, quien pertenece
a Comala pero no ha nacido en ella. Su viaje no es entonces sólo
la búsqueda de la identidad de la madre, sino también
la de sí mismo: "Pero no pensé en cumplir
mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de
sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se
me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel
señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre.
Por eso vine a Comala".
Podemos cerrar
con esta última idea, y replicar el comentario de Borges
para decir que Comala, el pueblo-la ciudad, al igual que Pedro Páramo,
el hombre-la novela, posee indefinidas ramificaciones que no podemos
prever, pero cuya gravitación definitivamente nos atrapa.

"El
camino subía y bajaba: "Sube o baja según se va
o se viene. Para el que va, sube; para él que viene, baja".
-¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá
abajo?
-Comala, señor.
-¿Está seguro de que ya es Comala?
-Seguro, señor.
-¿Y por qué se ve esto tan triste?
-Son los tiempos, señor".
RGF
El
autor es sociólogo y urbanista, director de la revista bifurcaciones.
Los
textos de los epígrafes están extraídos de
la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo, a quien también
pertenecen las imágenes (salvo el fotograma de la escena
de la película Dogville, de Lars Von Triers, donde Grace
es presentada a la comunidad).
"Antepasados"
anteriores: Uno
contra todos, El
Cuarteto de Alejandría,
¿Dónde
queda Springfield?, Taxi
driver y
Robocop,
en los números 15, 16, 17, 22 y 29, respectivamente, de café
de las ciudades.
Por
gentileza del autor de esta nota, reproducimos las siguientes fotos
realizadas por Juan Rulfo. Según Greene F., "Rulfo
fue vendedor viajero y recorrió México durante años,
fotografiando a diestra y siniestra lo que veía, y nunca
se tomó el tiempo de clasificar esos registros. Lo único
que pude averiguar es que sus fotos de ferrocarriles y patios las
sacó por encargo de los Ferrocarriles Nacionales de México,
en Nonoalco y Tlatelolco (al norte de México D. F., hoy su
exurbio). Sobre el resto de sus fotos urbanas, las ciudades fotografiadas,
según algunos sitios de Internet, son el D.F, Guadalajara
y pueblos de Jalisco, aunque las referencias no son del
todo confiables".
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