Cultura
de las ciudades |
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24,
el ojo global
Paranoia
neoconservadora, real time y crisis de las matrices espaciales en
la serie de FOX.
Por
Carmelo Ricot

La fórmula
de la serie 24, de la cadena FOX, es el desarrollo de un
thriller político en tiempo real, en 24 capítulos
sucesivos de una hora de duración, en una trama que ocurre
a la largo de un día calendario. La serie describe las hazañas
de Jack Bauer (Kiefer Sutherland), un agente del gobierno estadounidense
en conflictiva relación con sus jefes directos, pero admirado
y requerido por el poder político para operaciones de alto
riesgo y urgencia, que en general involucran atroces amenazas terroristas.

El real time es una obsesión del cine y la
televisión contemporáneas. En The Rope, de
Alfred Hitchcok, el desarrollo de la trama en un lapso de tiempo
igual a la duración de la película era una consecuencia
indirecta de la decisión de realizar toda la obra en un solo
plano secuencia: una cuestión de destreza técnica,
un desafío autoimpuesto, un tour de force. En estos
tiempos, en cambio, la estrategia del tiempo real es la que importa
directamente e involucra a productos tan diversos como los primeros
25 minutos de Saving Private Ryan (el realismo temporal acentuando
el pretendido realismo de la acción, con notable eficiencia:
los veteranos del desembarco en Normandía que vieron la película
la consideran la más "realista" realizada sobre
el hecho) o como el thriller Phone Booth (Ultima llamada),
una película que transcurre en su casi totalidad en los alrededores
de una cabina telefónica en Manhattan, con un protagonista
que queda atrapado por la llamada de un antagonista invisible (casualidad
o no, el mismo Sutherland...), y cuyos 90 minutos de desarrollo
corresponden al tiempo efectivo de la acción. Algo parecido
ocurría en Nick of time, donde un padre escogido al
azar se ve obligado a envolverse en un asesinato político
para rescatar a su hija, rehén del grupo conspirador.

Estos realismos,
estas paranoias, esta vinculación con las modernas
tecnologías de la comunicación, son elementos esenciales
de 24. En una Norteamérica amenazada por toda clase
de terrorismos y "ejes del mal", Bauer se encuentra permanentemente
envuelto en conflictos terminales con enemigos internos y externos,
a los que debe desactivar en cuestión de horas ante amenazas
de todo tipo: bombas atómicas, virus, atentados, secuestros,
colapsos informáticos y energéticos. Por si fuera
poco el peso de su tarea, sus misiones lo involucran desde lo
sentimental y familiar: su esposa muerta a manos de la traidora
doble agente Nina, la amante latina que comparte con un jefe narco
fusilada por complotar con él contra los "malos",
su hija afrontando todos los peligros imaginables, su nueva novia
secuestrada junto al Secretario de Defensa (para liberarlos, Bauer
dispone de 6 minutos para eliminar a 16 terroristas entrenados;
aún así, dedica una parte de ese tiempo a intercambiar
carantoñas con su chica...).
En 24, el espacio
queda totalmente subordinado al tiempo, a la política
y a la tecnología. Cuando es virtualmente posible acceder
a cualquier lugar del mundo en poco tiempo, son las comunicaciones
las que establecen la diferencia. La sede antiterrorista de Los
Angeles (elección no inocente de una ciudad con matrices
espaciales no convencionales) es un edificio banal, de cemento y
vidrio, un espacio neutro de oficinas y work stations alumbrado
por el azul de las pantallas y monitores. La localización
ya no es importante: el Presidente de los Estados Unidos puede reconstituir
su poder en un set televisivo el día de su debate para la
reelección, o en un avión en vuelo (resabios del itinerario
de Bush el 11-S).
Las claves del
atractivo de 24 son contundentes y llamativos, muy en sintonía
con la agenda neoconservadora (coincidente, hay que decirlo, con
la ideología de Rupert Murdoch, capitoste de Fox):
- Paranoia
política, con atentados terroristas como horizonte cotidiano,
traidores agazapados en cualquier rincón (e incluso en
los pliegues del poder) y la caracterización de los liberals
como ingenuos y blandos personajes que hacen el juego a los
enemigos (en la temporada el curso, el hijo pacifista del Secretario
de Defensa).
- Choque
de civilizaciones, con árabes cada vez más malos:
en la emisión en curso, una familia árabe-americana
aparentemente normal, pero involucrada en un tenebroso complot,
es la muestra de que nadie puede escapar a su destino. De paso,
aunque durante los tres primeros ciclos el Presidente Palmer es
afroamericano, las traiciones de su esposa (y la de la agente
Marianne en este cuarto ciclo) y las debilidades de su hermano
insinúan una sombra de baja confiabilidad étnica,
extendida al estereotipo hispanic de los hermanos mejicanos
narcotraficantes.
- Atractiva
superposición de la gran historia mundial (o, lo que parece
ser lo mismo, la historia estadounidense...) con las pequeñas
historias familiares y personales: contraposición o incompatibilidad
del deber con la patria y el deber con la familia, los amigos,
los amores (de paso, realzando el sacrificio patriótico
de los guardianes del Imperio).
- Internet
y los celulares como "el lugar" del hombre contemporáneo:
en cualquier lugar donde Bauer disponga de un teléfono
satelital o una computadora conectada, se reconstituye una base
de operaciones. No por casualidad, el auspiciante principal de
la serie es una línea de telefonía celular; existe
incluso una versión de la serie que dura 24 minutos y es
exclusiva para teléfonos celulares (su título, revelador,
es 24 Conspiracy...).
- La urgencia
y el stress como forma de vida: los protagonistas deben
tomar a cada instante decisiones que implican miles o millones
de muertos, daños ambientales, sacrificios de inocentes,
etc. De paso, la eterna pelea de Bauer con sus superiores directos,
pero a la vez manteniendo líneas de comunicación
directas y personales con el Presidente o el Ministro, parece
un guiño a la circunstancia cotidiana de la generación
de profesionales en ascenso que constituye el target principales
de la serie. Como también la inclusión de genios
de la informática, con problemas de autoestima y madurez
personal, como parte del staff de la Unidad Antiterrorista: el
gordito edípico Edgar, la conflictuada Chloe (que en medio
de su trabajo cuida al bebé de una amiga...).

Si bien en las
primeras emisiones la serie evitaba las obviedades propagandísticas,
en la tercera temporada y, especialmente, en su actual ciclo, 24
constituye un desarrollo ficcional de las teorías sobre
el eje del mal, y una cada vez menos sutil apología de
la tortura, la manipulación informativa y el orgullo nacionalista
estadounidense. Por una paradoja generacional, Donald Sutherland
actuaba en MASH, el divertimento antibélico de los 70, mientras
que su hijo Kiefer participa como actor y productor de este alegato
neocon.
Indiferencia
y banalidad del espacio frente a la obsesión por el tiempo,
marcan la matriz espacial de 24. El ojo global construido
con la parafernalia informática anula la importancia del
punto de vista único de la perspectiva; el poder se reconstituye
sobre las tecnologías que anulan la distancia (aviones y
helicópteros, celulares e Internet), el espacio concreto
se percibe en escorzos y angulaciones, en el rápido
y oportuno vistazo a través de un espejo o de una hendidura,
o un monitor de circuito cerrado. Los que puedan descubrir al enemigo
en esta selva serán los sobrevivientes de este espacio paranoico,
tecnológico y autoritario: el espacio de la guerra no convencional,
el espacio del terrorismo, pero también el espacio de las
corporaciones, el espacio del trabajo postfordista...
CR

Sobre
las complejidades del espacio contemporáneo, ver la nota
Crisis
de las matrices espaciales,
comentario del libro homónimo de Fabio Duarte, en el número
28 de café
de las ciudades.
Ver
el sitio de 24.
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Sumario
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Tendencias
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La
Revolución Urbana (I)
Las
ciudades ante la globalización: entre la sumisión
y la resistencia. Por
Jordi Borja |
En
el plano económico, el discurso globalizador
tuvo un arranque arrollador. La presentación
de las ciudades como lugares nodales, las nuevas oportunidades
de los territorios (argumento apoyado en emergencias
y reconversiones exitosas) y la prioridad al posicionamiento
en las redes globales y, en consecuencia, a su proyección
exterior, han sido elementos clave de la construcción
del vademécum de la buena política urbana.
El plan estratégico, a su vez, ha sido la herramienta
operativa (o ha pretendido serlo) de las ciudades aspirantes
a triunfar en el mundo global mediante el discurso "hipercompetitivo".
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