N.
de la R.: El texto de esta nota reproduce parte del contenido
de la ponencia presentada por la autora en el reciente Seminario
“Ciudad y programas del hábitat” de la UNGS. Debido
a su extensión se publica en dos ediciones consecutivas
de café
de las ciudades. Ver la primera parte, El
debate sobre los conventillos, en el número anterior.

Propuesta
de casas chorizo bajo la operatoria de pequeñas empresas
constructoras que financiaban la operación. Fuente: Gutiérrez
y Gutman (compiladores, 1988)
La
visibilidad de los conventillos y los conflictos que dentro
de ellos se manifiestan (inmigración-desarraigo, lucha por
el sustento, convivencia forzosa de nacionalidades distintas,
temor al desalojo y la falta de trabajo)
también encontrarán su lugar en la literatura y el teatro
(El desalojo, 1906, de Florencio Sánchez; El conventillo,
1917, de Luis Pascarella; El conventillo de la Paloma, 1929,
de Alberto Vacarezza).
Por
otra parte, también es en este momento que empieza a sentirse
a nivel local el Movimiento Reformista, que propone mejorar
las condiciones de vida de los sectores más postergados
de la sociedad, no apelando a argumentos ligados a la misericordia
o la justicia, sino para
evitar las posibles consecuencias de una reacción violenta
de los que nada tienen, negando el carácter inevitable
de la lucha de clases y proponiendo entonces la posibilidad
de construir una
convivencia armoniosa entre el trabajo y el capital.
El
higienismo, por su parte, ya había difundido la creencia
que el entorno físico es determinante no sólo de la salud
de los hombres sino también de su conducta. Es por ello
que el movimiento reformista, heredero de aquella concepción,
considera que la intervención sobre el ambiente físico podría determinar cambios en
el comportamiento social y moral de la clase obrera,
sin descartar para ello la vía disciplinaria.
En
el mismo sentido y desde una postura (que luego se denominaría
“Doctrina social de la Iglesia”) religiosa y no laica, sectores
de poder ligados al catolicismo bregan por intervenir en
la “cuestión social”. Vale recordar la importancia que tuvo
la encíclica papal Rerum
Novarum promulgada por el Papa León XIII el 15 de mayo
de 1891, donde por primera vez la Iglesia católica aborda
la situación de la clase obrera (el objetivo de la obra
fundada por el R. P. Federico Grote, fue el de “Promover y defender el bienestar espiritual
y material de los trabajadores, de acuerdo a las enseñanzas
de la Doctrina Social de la Iglesia”).
Dentro
de este documento se evidencian algunos principios, como
el derecho a la propiedad privada y la lismona como deber
cristiano. Por ende la
“cuestión social” es entendida como una problemática factible
de ser resuelta mediante la caridad, mientras que las
diferencias sociales no deberían ser motivos de discusión
porque serían hechos naturales (“Y hay por naturaleza entre los hombres muchas y grandes diferencias; no
son iguales los talentos de todos, no la habilidad, ni la
salud, ni lo son las fuerzas; y de la inevitable diferencia
de estas cosas brota espontáneamente la diferencia de fortuna”,
Rerum Novarum). Ya lo afirmaba Eduardo Wilde en 1878: “la
existencia de jerarquías es condición del orden social;
que la naturaleza de la fortuna está en la naturaleza de
la vida de los pueblos” (Citado por SÁNCHEZ, Sandra
Inés, 2006, 107).
Años
más tarde Monseñor Miguel De Andrea dirá al inaugurar un
barrio obrero realizando por la filantropía católica: “A
los que en la vida ha tocado luchar desde abajo hay que
demostrarles que la desigualdad es la ley de la naturaleza,
pero hay que probarles
que los favorecidos por la fortuna se sienten solidarios
con los que no la tienen” (DE ANDREA, Miguel, “Discurso
inaugural de la Mansión para obreros de Berisso”, diario
El Día, La Plata, 30 de junio de 1920, citado por LIERNUR,
1986, 76).
Ejemplo
de este paulatino cambio de actitud será la sanción de un
conjunto de leyes que empezarán a ocuparse de la “cuestión
obrera”. Dos hechos son significativos en este comienzo
de siglo: la huelga general de 1902 y el estudio de Juan
Bialet Massé sobre “El estado de las clases obreras argentinas”
de 1904.

Propuesta
de casas chorizo bajo la operatoria de pequeñas empresas
constructoras que financiaban la operación. Fuente: Gutiérrez
y Gutman (compiladores, 1988)
Por
otra parte, las respuestas que van surgir en estos años
con respecto a los reclamos sobre las condiciones de trabajo
y de vivienda, oscilarán entre el
castigo (Ley 4144 de Residencia de 1902, Ley 7029 de
Defensa Nacional de 1910), la
regulación (proyecto de Ley de Trabajo de Joaquín V.
González de 1904, es interesante notar que, como destaca
PANETTIERI, 1984, tanto los sectores obreros vinculados
con el anarquismo -Federación Obrera Argentina- como la
patronal -Unión Industrial- tomarán como éxito propio la
no sanción de la ley) y la formulación de normativas que impliquen algún beneficio a
los sectores más desfavorecidos: Ley 4661 de descanso
dominical, de 1905 (la U.I.A. se opone a que se pague el
día domingo no trabajado, afirmando además que “las
jornadas de nueve y diez horas no ofrecen los peligros que
se pretenden para la salud de los obreros”, PANETTIERI,
1984, 35) y Ley 5291, de 1907, reglamentaria del trabajo
de mujeres y menores.
El
reformismo higienista contemplará entonces la vivienda como uno de
sus objetos predilectos y construirá primeramente un discurso
sobre la “salud” (es frecuente en innumerables documentos
sobre este tópico que se hable de vivienda para el obrero
“sana” o “higiénica” y no sólo económica o barata; expresión
higienista utilizada en la ley belga de 1889, y repetida
en la francesa y española) del hábitat, que tendrá como
sustento científico las teorías miasmáticas (aún cuando
ellas hayan sido superadas), incluyendo como problema el
hacinamiento de los conventillos, y las explicaciones circulatorias,
en las que se asociaba el contagio de enfermedades con el
asoleamiento y el movimiento del aire, del agua y de los
residuos. Gradualmente, como señalamos, las preocupaciones de este movimiento se irán
trasladando hacia temas morales y sociales: promiscuidad,
alcoholismo, rol de la mujer en el hogar, abandono de la
infancia, mejoramiento de la raza, etc.
Afirmaba
el médico higienista Emilio Coni en 1919: “La
ciudad del porvenir no conocerá ni conventillos, ni casas
de inquilinato. Los poderes públicos y las empresas construirán
casas y barrios obreros de una, dos, tres y cuatro piezas
con sus servicios correspondientes. Entonces se habrá desterrado
la contaminación física y moral en las viviendas de las
clases trabajadoras (…) El obrero estará atraído por su
vivienda higiénica y sonriente, y sus hijos no entrarán
en la escuela del vicio, desde sus primeros años y la habitación
colectiva no quedará en la historia sino como recuerdo vergonzoso”
(CONI, Emilio R., 1919, “La ciudad argentina ideal o del
Porvenir” en la Semana Médica Nº 14, 3 de abril de 1919,
343, artículo reproducido en ARMUS, Diego, 2007, 71-78).
Siguiendo
una secuencia histórica respecto al marco legislativo, el
27 de septiembre de 1905 fue aprobada la ley Nº 4824, a
propuesta del diputado Ignacio Irigoyen, que autorizaba
a la Municipalidad de Buenos Aires a emitir títulos por
2 millones de pesos, destinados a un
fondo para la construcción de casas obreras, y a transferir
terrenos del Estado a los municipios.
No
obstante, antes que la mencionada ley diera algún fruto,
a fines de agosto de 1907 estalla la llamada “huelga de inquilinos” (todo comenzó cuando
los inquilinos del conventillo “Los Cuatro Diques”, situado
en la calle Ituzaingó 279, propiedad de Pedro Holterhoff,
se negaron a pagar el alquiler, SURIANO, 1983, GIRBAL DE
BLACHA, 2000). La misma tuvo lugar por el aumento del valor
de los alquileres, originado a su vez en el anuncio por
parte del gobierno municipal de una suba de impuestos que
supuestamente se motivaba en los mayores costos de la ampliación
de la infraestructura sanitaria (el diario La Nación del
19 de septiembre de 1907 informa que “un conventillo de 50 piezas, al cual se aumentaron los impuestos en una
proporción de 80 pesos anuales. Correspondía, pues, el aumento
a 1,60 por habitación. Pues bien, el precio de las piezas,
que era de $ 20, fue aumentado a 25, de suerte que el propietario
escudándose en el recargo aumentó sus utilidades en 2.920
pesos anuales”, citado por GIRBAL DE BLACHA, 2000),
coincidente a su vez -según Yujnovsky (1974 b, 361)- con
una corta recesión producto de malas cosechas y de las crisis
de las bolsas de Nueva York y Londres.
Los
reclamos de los huelguistas incluían, además de una rebaja del 30
%, la eliminación de los tres meses de depósito y la flexibilidad
en el vencimiento de los pagos, un mejoramiento
de las condiciones de las viviendas (en 1903, el Informe
de la Comisión Municipal de Higiene de Balvanera Norte afirma
que “las habitaciones son de madera con techo de zinc, en malas condiciones
de conservación, sin pintura, sin blanqueo y sin ventilación.
Los pisos de los patios son ya de ladrillos asentados en
barro, ya de empedrado bruto o si no de tierra. Las paredes
divisorias son de duelas de trozos de tablas viejas o de
chapas de hierro galvanizado”, El Tiempo, Buenos Aires,
21 de enero de 1903, 2, citado por GIRBAL DE BLACHA, 2000)
La represión no tardó en llegar y hacia fines de noviembre,
la protesta prácticamente concluyó. En algunos conventillos
las demandas fueron aceptadas, mientras que en otros no
pudieron lograr ninguna de sus exigencias. No obstante,
la huelga permitió que la situación habitacional de los más desfavorecidos
se hiciera pública en la sociedad (este tipo de revuelta
no sólo sucedió en Argentina; OYON BAÑALES, 2003, destaca
que “Las huelgas de alquileres y la politización
de las relaciones inquilino-casero en que desembocó el largo
período de incubación de la crisis fueron rasgos de diversas
grandes ciudades en torno a 1914. En Budapest, el conflicto
estalló a partir de 1907; en Viena en 1911. Posiblemente
fueron las ciudades escocesas del último período victoriano
donde las tensiones inquilino-propietario fueron mayores,
desembocando en la gran huelga de alquileres de Glasgow
de 1915”).
También
ese mismo año se realizó el Segundo Congreso de Católicos
Argentinos, donde Juan Félix Cafferata (vinculado a los
Círculos de Obreros Católicos, SÁBATO, 2002, 148) hace un
llamamiento reclamando acciones en pos de
un mejoramiento de la vivienda de los trabajadores,
respondiendo claramente a la encíclica papal de 1891 (Liernur,
2001, 56). En concordancia con ello, el 12 de noviembre,
Azucena Butteler, miembro de la filantrópica “Sociedad Protectora
del Obrero” dona a la Ciudad de Buenos Aires un terreno
para construir un conjunto de casas económicas. La piedra
fundamental fue colocada el 15 de diciembre, concluyéndose
las primeras 64 viviendas tres años más tarde con los fondos
proporcionados por la Ley Ignacio Irigoyen.
Lecuona
(1993, 82) destaca el discurso del presidente José Figueroa
Alcorta en el mencionado acto: “El conventillo, el inquilinato y demás zahúrdas
cerradas a la luz y al aire no limitan su acción al fermento de las protestas aisladas y los extravíos
libertarios; no circunscriben su acción morbosa al desgaste
gradual de lo que ha caído en sus garras, sino que extienden
su influencia perniciosa sobre el porvenir, comprometiendo
las energías vivas del país en un descenso seguro, pues
nada hay más evidente que de ahí no pueden salir más que
organismos valetudinarios, incapacitados para la lucha por
el bien, por los ideales de la vida culta, por la conquista
del progreso social”. Poco después, con los mismos fondos,
se culminarían en el barrio “La Colonia” de Parque Patricios
116 viviendas obreras, bajo la supervisión de la sociedad
de Beneficencia “San Vicente de Paul”.
En
1910 se sanciona la Ley 7102, que destina un porcentaje de lo
recaudado en las carreras de caballos para la construcción
de casas para obreros (en el debate de la Ley de Casas
Baratas, los diputados socialistas cuestionarán el uso del
dinero obtenido a partir del juego). En 1911 se aprueba
la Ley 8.172, que
autoriza al Banco Hipotecario a otorgar créditos para la
vivienda. Por otra parte, en octubre de 1913, se firma
un contrato entre la Municipalidad de Buenos Aires y la
Compañía de Construcciones Modernas para la construcción
de 10.000 viviendas de 5 habitaciones cada una, en terrenos
situados a no menos de 4 cuadras de líneas de ferrocarril
o tranvía (ya que dicha compañía estaba vinculada con capitales
ingleses ligados a intereses ferroviarios).
En
1915 se crea la Comisión Nacional de Casas Baratas -Ley
9677- propuesta en el Congreso por el diputado Juan Félix
Cafferata. Desde el punto de vista cuantitativo, la Comisión
construyó en el período 1919-1942 alrededor de unas mil
viviendas en Buenos Aires, incluidas en tres barrios de
casas individuales o mixtos (Barrio Cafferata, Marcelo T.
de Alvear y Guillermo Rawson) y cinco casas-colectivas aisladas
(Casa Valentín Alsina, Bernardino Rivadavia, América, Patricios
y Martín Rodríguez; Schteingart y otros, 1974; Liernur,
2004; encontramos diferencias sobre el número de viviendas
construidas por esta Comisión: para GUTIÉRREZ, 2001 y LECUONA,
1992, son 1095, para SCHTEINGARD, 1974, suman 1012, LIERNUR-ALIATA,
2004 afirman que sólo llegan a 972, mientras que YUJNOVSKY,
1974 a, sostiene que fueron 977; de cualquier modo, la cifra
ronda -escasamente- el millar). También realizó otras obras
-menos conocidas- en ciudades del interior del país, como
Paraná, Viedma, Formosa y Córdoba.
Es
obvia la influencia de las leyes europeas: ley belga de 1889, la ley inglesa
“Housing of Working Class Act”, de 1890, y la francesa “des
Habitations à Bon Marché”, del 30 de noviembre de 1894 (también
llamada Ley Siegfried), la ley chilena de “Habitaciones
Obreras”, del 20 de febrero de 1906, y la española de “Casas
Baratas”, del 12 de junio de 1912, así como los Congresos
europeos relativos a la temática (Congresos de Casas Baratas:
1889 en París, 1894 en Amberes, 1895 en Burdeos, 1897 en
Bruselas, 1900 en París, 1902 en Dusserdorf, 1905 en Lieja,
1907 en Londres, 1910 en Viena, 1913 en La Haya; el inicio
de la primera guerra mundial determinará el fin de estos
eventos, cuya regularidad no había podido mantenerse). Tampoco
podemos omitir la referencia a la Ley Garzón Maceda, aprobada
por la legislatura cordobesa en octubre de 1907.
Según
Yujnovsky (1974 a, 15) la Comisión “nunca
fue dotada de los fondos suficientes para que su cometido
tuviera alguna significación”. No obstante Liernur (1986,
67) expresa que “La
Comisión Nacional de Casas Baratas no resulta así entendida
un organismo decorativo e ineficaz, sino el modo de reconducir
a una única corriente, buscando homogeneizar la miríada de pequeñas acciones
diseminadas que esa obra política requería”.
Es
interesante notar que resultaría el ámbito
ideal para realizar experimentaciones en torno a la vivienda,
confrontando no sólo los modos individuales o colectivos
de habitar, sino distintas tipologías edilicias de una u
otra alternativa. Estos proyectos, reflexiones y opiniones
aparecerían publicados en el boletín oficial de la comisión:
La Habitación popular. A consecuencia de estas exploraciones,
las propuestas realizadas
mostrarán una gran diversidad de opciones, fundamentalmente
respecto a la vivienda colectiva. En ese sentido, en
la Memoria 1918-1919 de la misma Comisión se señala que
“En tal concepto, la Comisión no pretende proveer a la población de la
cantidad de habitaciones higiénicas y baratas que se necesitarían
para eliminar los peligros que para la moral y la salud
pública representan las malas condiciones en que vive la
población menos acomodada. Su plan de trabajos, pues, en
materia de construcciones, tiende a crear una cantidad de
casas baratas suficiente para demostrar la bondad del sistema
y capaz de ejercer cierta influencia, por lo menos
en las zonas donde se levanten los barrios típicos”.

Prototipos
de casas individuales de la Comisión Nacional de Casas Baratas
Es
interesante observar las transformaciones de la planta operadas en
los prototipos de vivienda propuestos por la Comisión
de Casas Baratas, que parten de la casa chorizo para arribar
en muy poco tiempo a un tipo de casa compacta, mientras
que las fachadas responden a la tipología del cottage.
La
vivienda urbana de patio lateral (casa “chorizo”), habitada
por los sectores medios y bajos, tal como consigna Liernur
(1986, 66) no provenía del corte metafísico de la villa
pompeyana de patio central traída supuestamente por los
constructores italianos sino que tenía un origen más pragmático:
la autoconstrucción
de piezas alineadas recostadas sobre uno de los muros medianeros
de los terrenos de 8 a 10 varas, que iban aumentando
(del fondo hacia el frente) a medida que el progreso -o
las necesidades de sus habitantes- lo posibilitaran. Esta
forma de habitar va a ser objeto
de crítica no sólo porque no satisfacía los requerimientos
higienistas de aire y sol, sino por la
falta de privacidad de las habitaciones y la posibilidad
de subarrendamiento de éstas. Asimismo este modelo de
vivienda reproducía de alguna manera la tipología del conventillo:
una sucesión de cuartos alineados, indefinidos y no jerarquizados,
que se comunican entre si por una galería que a su vez da
a un patio lateral.
El
fenómeno de compactación de la planta de la vivienda está además acompañado por
un proceso de diferenciación y segregación espacial: el
espacio exterior de la casa chorizo -patio-, espacio protagónico
de la sociabilidad y muchas veces abierto hacia la calle,
se divide en dos
ámbitos claramente definidos: “jardín” y “fondo”. Este
tipo de vivienda tenía su origen en el cottage
o residencia inglesa de los suburbios, en un todo de acuerdo
con el modelo de ciudad jardín, que proponía crear barrios
de baja densidad (en los tres volúmenes titulados “Das english
Haus” -“La casa inglesa”, 1904-1905-, Hermann Muthesius
critica la proliferación de los “slums” de obreros en las
grandes ciudades y señala las virtudes que él descubre en
la casa inglesa: su relación con el entorno, la consideración
del confort y la higiene, y la sencillez constructiva).
La
casa de dos niveles posibilita aún más la separación del ámbito público
de la familia (recepción, estar-comedor, cocina) del privado
(dormitorios) ubicado en la planta alta, de tal manera que
los ambientes aparecen definidos y jerarquizados a diferencia de la casa
chorizo, que se configuraba por “piezas” sin una función
preestablecida. Asimismo, los dormitorios enfatizan
su privacidad reduciéndose el número de puertas que disponen
sólo a una.
No
son ajenas a estas mutaciones los cambios producidos en
las primeras décadas del siglo en la propia sociedad argentina,
fundamentalmente: la constitución
de la familia nuclear, la reducción del número de hijos
y la transformación del rol de la mujer. Es sensible a esto
último la presión social para constituir el ideal arquetípico de “mujer-ama de casa”,
hecho que se constituye no sólo en el aumento de la superficie
de la cocina, ambiente donde la mujer pasa muchas horas
del día, sino también en su ubicación más significativa.
AC
(Ver
la primera parte, El
debate sobre los conventillos, en el número anterior)
La
autora es Arquitecta, Profesora Superior Universitaria,
Magíster en Gestión de Proyectos Educativos, Doctoranda,
FADU UBA; Directora de las Investigaciones: "Evaluación
Crítica de una Intervención Urbana: Barrio Ejército de los
Andes 'Fuerte Apache' " y “Barrios Cerrados, nuevas
modalidades de la exclusión”, UM
Miembro
de equipos de investigación de proyectos FONCYT y UBACyT
Sobre
la cuestión de la vivienda social en la Argentina, ver la
Terquedad
de la emergencia en el número anterior y, entre otras,
estas notas en café
de las ciudades:
Número
75 I Política de las ciudades (II)
El estigma de vivir en la villa
I “Los mil barrios (in)formales” de Buenos Aires, en dos
libros recientes y un seminario I Por Marcelo Corti
Número 70 I Política
de las ciudades (I)
La
urbanización del Barrio Carlos Mugica, de Retiro
I Un debate recurrente y la opinión de Jorge Jáuregui I
Marcelo Corti
Número 61 I Economía
y Política de las ciudades
“Acordate
que la tierra no es de nosotros...”
I El mercado inmobiliario en las villas de Buenos Aires,
según María Cristina Cravino I Marcelo Corti
Número 56 I Tendencias
(I)
Transformaciones
estructurales de las villas de emergencia
I Despejando mitos sobre los asentamientos informales de
Buenos Aires. I María Cristina Cravino
Número 52
I Política de las ciudades (I)
Vivienda
social y suelo urbano en la Argentina de hoy
I Conflictos y posibilidades I José Luis Basualdo
Número 49 I Política
de las ciudades (II)
Teoría
y política sobre asentamientos informales
I Cuestionario a Raúl Fernández Wagner y María Cristina
Cravino, en vísperas del Seminario en la UNGS. I Raúl Fernández
Wagner y María Cristina Cravino
Número 22 I Economía
Peculiaridades
e interrogantes de la política económica, social y habitacional
en la Argentina I Un debate sobre la política
de vivienda de los años ´90. I Carlos Fidel
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