1,2,3, ¿muchas Barcelonas...?
Impresiones
de un bárbaro en el Mediterráneo, o ¿por qué
el urbanismo del Fórum 2004 no le gustó a nadie y
en cambio caminar por Gracia es tan ‘guai’?
(viene
de la presentación)

La experiencia
física del Fórum 2004 en Barcelona descorazona
a cualquiera. Caminas y caminas por explanadas de cemento (los
amigos locales completan tu horror con tenebrosas historias de veranos
ardientes y reflejos infernales del sol); te sientes como quien
se acerca a un estadio por entre avenidas y parkings, solo que en
este caso ya estás "adentro". A punto de descorazonarte,
llegas a algún borde desde donde ves panorámicas atractivas,
con playas, o chimeneas, o algún edificio interesante; pero
todo está tan lejos que la sola idea de llegar y tener que
emprender nuevamente la caminata (¡y está vez cuesta arriba!)
te disuade de seguir caminando. Un aire general de parque de
diversiones mal resuelto te acompaña en todo el recorrido,
desde la desilusión del triángulo diseñado
por Herzog y de Meuron (¿quedará mejor cuando se quiten las
vallas de la entrada?) hasta el guía del trencito turístico
que tomas resignado cuando te cansas de caminar, quien te informa
que el Fórum es la segunda plaza más grande del mundo,
luego de la de Tiannamen en Beijing.
¿A quien le
importa este dato estadístico, que le agrega de bueno a Barcelona?
Parece una frase de tour de compras en un mall de
los Estados Unidos, pero no un orgullo barcelonés... La Barcelona
que atrae al mundo tiene plazas, placitas que a duras penas pueden
registrarse en un mapa, pero donde toda la complejidad de la
vida urbana es posible, donde puedes quedarte 10 minutos o toda
una tarde, y que pueden ser el living de tu casa si te queda cómodo,
o el mejor recuerdo de tu viaje si nunca vuelves a ellas. En el
ámbito del Fórum, en cambio, se han perdido las
reglas del arte urbano, los secretos compositivos del espacio
público. En el Ensanche, en Gracia, en los mejores espacios
recuperados de la Ciudad Vieja, en las Ramblas, en la misma Villa
Olímpica, cada espacio es una certeza de haber llegado y
una invitación a seguir paseando. Te pierdes gustoso en tu
recorrido con la seguridad de una ciudad legible, donde en realidad
nunca te perderás, porque cada barrio tiene su secreto
y su identidad, y en todo caso siempre te quedará buscar
la pendiente de las calles para saber cual llega al mar, o guiarte
por las cumbres de las montañas. Cada lugar es un lugar para
quedarse y un lugar para seguir.
En cambio, en
el Fórum (o como quiera que se llame el lugar ahora que terminó
el Fórum), todo está demasiado lejos y te cansa antes
de partir. No hay etapas, no hay sorpresas, no hay recorridos: hay
llenos demasiado llenos y vacíos demasiado vacíos;
no hay historia, lógico, porque el lugar es nuevo; pero parece
que nunca la habrá, que todo es efímero y será
desmontado el lunes que viene, con lo cual tampoco hay futuro.
El tiempo en el Fórum es solamente efímero, el espacio
es solamente vasto; la ciudad, en cambio, y Barcelona en especial,
es a la vez efímera y eterna, amplia y reducida, amable y
perturbadora.

Pero claro,
piensas en esto y al mismo tiempo te admiras de una ciudad que ha
completado en 20 años su frente marítimo, que quizás
podrá mejorar en pocos años las desventuras de este
espacio desafortunado; una ciudad donde las grúas de las
construcciones en Poble Nou pueblan el paisaje de vitalidad y de
un cierto difuso optimismo. Y entonces, Diagonal Mar, a la que te
pintaron como siniestra, no es tan siniestra si la comparas con
la cultura de la que vienes, la de las torres country.
Pero claro,
estamos en Barcelona. Un shopping banal, unas escaleras que recuerdan
las del Abasto de Buenos Aires o las más prestigiosas, pero
igualmente segregadoras, de la Biblioteca Nacional de París,
unas torres anónimas, un parque atractivo pero desierto.
Pobre resultado, para ser Barcelona. En la Buenos Aires de
hoy, las torres de Diagonal Mar y su implantación serían
un ejemplo de urbanidad, aquí prefiguran futuros avances
de la privatopía sobre la ciudad.
(Aquí,
una digresión sudamericana: siempre nos han dicho que en
Europa estaba todo hecho y en nuestras tierras, en cambio, estaba
todo por hacer. El paisaje de las grúas y los edificios
en construcción de Barcelona te cuestionan ese mito: parece
que aunque esté todo hecho, allí se sigue haciendo...).
En Poble Nou,
el antiguo-distrito-industrial-hoy-obsoleto que no le puede
faltar a ninguna ciudad contemporánea que se precie, la universidad
Pompeu Fabra y la sede de una empresa tecnológica parecen
marcar el comienzo del bcn@22, distrito especializado para la economía
del conocimiento "que permitirá a los trabajadores
de las empresas digitales salir a almorzar a orillas del Mediterraneo".
No todo el mundo confía en esa versión, pero en el
dialogo sobre Espacios colectivos / espacios públicos en
el Fórum, el ex Director de Urbanismo del Ayuntamiento, Josep
Acebillo, sostiene con su antipatía natural que el Fórum
2004 será en realidad el "centro de convenciones para
Poble Nou" ("...¡gilipollas!", le falta decir).
Sigue hablando
Acebillo, tan antipático como sólido en su discurso,
que pasa factura a diestra y siniestra (literalmente): a los que
hicieron la depuradora de Barcelona en el remate de la Diagonal,
a los que critican la industria del turismo que le deja a la ciudad
el 17 % de su PIB, a los que dicen que los edificios en altura no
son mediterráneos, a los que critican en general "porque
no fueron parte de la fiesta". Al día siguiente, el
Alcalde Joan Clos, más carismático y amable que Acebillo,
se despacha con una documentada encíclica sobre la densidad
mediterránea para justificar las operaciones en curso. Y
el domingo, en el cierre del dialogo sobre Ciudad y ciudadanos,
defiende la necesidad del poder local, "que nunca será
demasiado".

En las maquetas
que exhibe el Ayuntamiento en el Fórum se anuncia una radical
reestructuración del nudo de Las Glorias, en la intersección
de la Diagonal con la Gran Vía: se demuele la estructura
existente, se vacían unas barracas vecinas y se recupera
así un espacio público, soterrando las infraestructuras
viales. Sobre este nudo se ubica la Torre Agbar, en vías
de finalizar. Predispuesto a encontrar un rascacielos discordante,
de explícita simbología fálica, lo que veo
es más bien una inteligente marca en el paisaje, con un seductor
juego de doble fachada entre la estructura de vidrio exterior y
el muro interior "de inspiración fractal". En pocos años
será parte de la memoria de Barcelona, como ya lo es del
paisaje, sin mayores dramas. Visito a Fermín Vázquez,
del estudio de arquitectura b720, socio de Jean Nouvel en
la operación de la Torre Agbar. Vázquez es un tipo
enamorado de su oficio: "no se puede ser descuidado cuando
haces arquitectura". Le cuento con sinceridad de mis prevenciones
y mi impresión, y hablamos sobre la polémica alrededor
de la nueva arquitectura de la ciudad. "En definitiva, los
edificios, la arquitectura, son parte de la cultura de la sociedad,
¿no?", me dice (con timidez pero con seguridad).

Claro que sí,
pero uno se interroga donde llega la cultura y donde comienza la
banalidad de un marketing urbano que ya parece inacabable, una especie
de Moloch que requiere cada vez una nueva intervención, un
nuevo "gran acontecimiento", una nueva celebración.
Ya "está", el modelo de la reconstrucción
permanente ya no se sostiene: ¿qué viene ahora?, nos
preguntamos todos al repasar el frenesí de los últimos
años. Es antinatural que los ciclos de renovación
inmobiliaria de una ciudad sean más veloces que los tiempos
de amortización del parque construido.
Y queda por
ver el efecto de las nuevas intervenciones sobre la "burbuja"
inmobiliaria. En el centro y en los mejores barrios el precio
del metro cuadrado inmobiliario ronda los 3.300 euros: el precio
refleja el enorme deseo de la gente por vivir en Barcelona, pero
expulsa a la juventud, a los trabajadores y a los residentes
históricos de las áreas centrales. En Vilafranca
del Penedés, a 50 minutos de tren de Barcelona, visito al
arquitecto Fredy Massad y la historiadora de arte Alicia Guerrero
Yeste. Me sorprende la amplitud de su piso, 5 ambientes ideales
para jóvenes profesionales y su pequeña hija Martina:
"en Barcelona, con la misma renta solo tendríamos un
monoambiente". Martina, "la Mimi", corre feliz y
tranquila por las calles del centro histórico, donde es evidente
la gran cantidad de familias con niños en relación
con Barcelona. Según Fredy, el cuarto anillo de ciudades
de la periferia de Barcelona, al que pertenece Vilafranca con sus
viñas y sus bodegas, alberga tantos niños como todo
el resto de Cataluña. Al despedirme, me recomienda tomar
el tranvía que pasa por el Fórum, pero hacia las afueras,
donde el cruce con las chimeneas de la planta incineradora genera
un paisaje perturbador y atractivo.
Ese
paisaje post-industrial es parte del encanto de la ciudad, que vuelve
en cualquier momento y lugar: cuando miras, por ejemplo, asomar
las sierras sobre el Paseo de Gracia, saliendo del Corte Inglés.
O de bar en bar por la noche de Gracia, o cuando una vieja te llama
desde una callecita de la Ciudad Vieja. Son instantes "tan
anchos –al decir de Juan José Saer en la otra punta del mundo-
como largo es el tiempo". La historia entera de la ciudad,
tu propia personal historia con la ciudad se te revela en una
experiencia proustiana: la Augusta Barcino, la ciudad condal, las
guerras perdidas, las quemas de los conventos, los cañones
de Montjuic que apuntan a la ciudad, las peleas por el Ensanche,
la Guerra Civil; pero también aquellas fotos de casas de
Gaudí en una enciclopedia escolar, los números de
Arquitecturas Bis arrumbados en una librería de la facultad
de Arquitectura de Buenos Aires, las conferencias de Bohigas en
el CAYC de la calle Viamonte, en plena coincidencia de la transición
española y la dictadura argentina...
Estando en la
ciudad, tomas partido en sus peleas; al distanciarte (fuera o dentro
de ella) la ves como un todo, admiras su vitalidad y su entusiasmo,
comprendes que la ciudad sobrevivirá a sus hacedores y sus
cuestionadores y los absorberá de un modo que hoy no imaginamos,
pero que otros polemistas comprenderán en siglos por venir
(envueltos como estarán, a su vez, en nuevas discordias,
en nuevas utopías).
MC

Sobre
Barcelona, ver (entre otras notas que se encuentran en nuestro
índice)
las notas "La marquetización de las ciudades",
de Mariona Tomàs, "Delicias del pan con tomate",
de Rolo Chiodini, y "Barcelona y su urbanismo", de Jordi
Borja, en los números
6, 7 y
21,
respectivamente, de café
de las ciudades.
café
de las ciudades
agradece las atenciones y la ciudadana amabilidad que la
ciudad y los amigos barceloneses, nacidos o "adoptados"
(tantos que es más fácil dejar que cada uno sepa que
esto le corresponde) le brindaron durante septiembre de 2004.
Una marcha antiFórum
Por
Zaida Muxí

Como todas las
protestas llevadas a cabo para denunciar las incongruencias internas
de tan gran evento, la marcha "Inauguremos el Fórum",
organizada por la plataforma ciudadana contraria al evento, fue
planteada como una performance lúdica en la calle. La marcha
transcurrió pacíficamente desde la Plaza de las Glorias
hasta topar con un fuerte y desproporcionado cordón policial
a la altura del Centro Comercial Diagonal Mar. Los manifestantes
denunciaban que mientras la ciudad invierte o gasta cuantiosas sumas
de dinero en esta fiesta, la situación de muchos jóvenes
es de absoluta precariedad, tanto en lo laboral como en el acceso
a la vivienda; también se denunció el doble rasero
del diálogo entre "culturas" en el recinto y la
represión que sufren los grupos alternativos y los inmigrantes
en la ciudad. No faltaron alusiones a las empresas que han patrocinado
el encuentro, denunciando su doble cara: mientras que patrocinan
un evento sobre la paz, la sostenibilidad y la multiculturalidad,
unas financian la guerra, otras fabrican elementos para la guerra;
otras esquilman territorios dejándolos exhaustos y matan
o destierran culturas ancestrales para hacerse con sus bienes naturales.
La fiesta terminó con el reparto del pastel, un "Clos"
(Joan Clos es el alcalde de Barcelona) salió del pastel y
lo repartió entre las diferentes empresas que finalmente
montaron una batalla campal para hacerse con los trozos no repartidos.
La protesta
aglutinaba unas 400 personas de ámbitos diversos, desde asociaciones
de vecinos a jóvenes próximos a movimientos okupas.
ZM
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