Crítica
de La Razón gratis
Entrevista
a Juan Molina y Vedia: la ciudad en tren, Vautier, la "rurbaquitectura"...
La primera
pregunta a Juan Molina y Vedia, al entrar a su casa, es casi
inevitable. Para alguien que está escribiendo desde
hace más de 8 años acerca
de Ernesto Vautier, el autor del proyecto original
de la Avenida General Paz (la vialidad de circunvalación
de Buenos Aires, que antes era autopista parque y ahora es
autopista secas), vivir frente a ésta es casi un gesto
de coherencia intelectual. "En realidad -aclara-
lo que pasó es que por el ruido de la avenida, esta
casa era más barata que otras de la zona de Belgrano
y Núñez que buscábamos para reciclar".
Transpuesta la entrada, se accede a un patio fresco y sombreado
y de allí al living donde JM y V atiende la entrevista.


Avenida
General Paz - Vautier
CdlC:
Sos
arquitecto y has escrito textos fundamentales sobre Buenos
Aires, como por ejemplo tu libro anterior, "Mi Buenos
Aires herido". A esta ciudad, como a tantas, se la puede
tomar como un todo o, en cambio, tratar de definirla a partir
de sus detalles. Y un detalle que me pareció muy atractivo
en una ocasión reciente (la presentación del
libro de Jordi Borja "La Ciudad Conquistada" en
una librería de Palermo) fue tu referencia al diario
La Razón, que se reparte gratis en los trenes.
JM
y V: Con respecto a este tema de los trenes que salen
de Retiro a las 7 de la tarde, cuando vuelve toda la gente
de las oficinas y les regalan el diario, y vienen todos medio
dormidos y con el walkman en los oídos, en un estado
de robotización bastante avanzado (que además
es explicable, porque la gente está sometida a la presión
de tener que trabajar en el centro de Buenos Aires y busca
escaparse por cualquier medio y uno lo comprende perfectamente),
no quiero que creas que yo me siento por fuera de lo que está
pasando. Yo me siento incluido en esta "agresión
amigable", posterior a aquella sangrienta y siniestra
que tuvimos durante el Proceso (la última dictadura
militar argentina, de 1976 a 1983). Luego siguieron 20 años
con otras formas de agresión, de otra categoría,
y hay una a la que yo atiendo muy cuidadosamente (a veces
me critican porque estoy como obsesionado con eso): es una
especie de esclavización aceptada, movida por una publicidad
que nunca tuvo el alcance que tuvo ahora con Internet y las
redes globales. Cuando yo viajo a La Plata a dar clases hago
unos largos viajes en el tren que sale de Constitución.
Después, cuando vuelvo, vengo desde Retiro hacia acá
(el norte de la ciudad) y son como dos mundos distintos,
no son el mismo público. Y en los dos, mientras voy
viajando, voy observando y pensando. Para mi son experiencias
muy importantes para poder entender las cosas que pasan: cuando
iba en auto por la autopista me perdía todas esas escenas
diarias, cotidianas. Y además, cuando uno empieza a
viajar en tren en lugar de hacerlo en auto, descubre que la
mirada depende de donde estés parado en la ciudad,
y que la ciudad es múltiple. Al entrar al vagón
a esa hora de la tarde vos te encontrás con unos vagones
muy largos, porque ahora tienen las puertas abiertas, y con
unas largas perspectivas hasta el fondo, donde aparece la
gente puesta en contacto con un diario que le acaban de regalar,
que es La Razón gratis. Por eso yo me divertía:
como ahora es el aniversario de Kant (N. de la R.: 200
años de la muerte de Inmanuel Kant, cuyo recuerdo es
un imperativo categórico...), debe ser que asocié
ese nombre a esta observación y de ahí el chiste.
Uno se para en el tren, rechaza La Razón para poder
ver la escena desde afuera (aunque alguna vez lo agarro también
para meterme adentro), y entonces ves cómo han conseguido
que un tipo crea, porque una cosa es gratis, que es muy
importante no desaprovecharla. Y en realidad, si lo pensamos
bien (yo lo pienso desde hace muchos años, desde que
estábamos con Rodolfo Livingston en el Chaco), cuando
vos vas a comprar un televisor, y te ofrecen cuotas para pagar
(y vos lo comprás y te lo llevás, y te vas muy
contento), hay otra manera de leer eso: que cuando vos estás
sentado con el vendedor vos le estás vendiendo miles
de horas de tu vida y que en realidad te tendría que
pagar el otro. Sos vos el que le tendrías que ofrecer
que te pague en cuotas, porque vos le estas ofreciendo tu
vida, cantidades enormes de horas, las tuyas y las de tus
hijos y tus nietos. Esta manera de dar vuelta las cosas, y
verlas desde el otro lado, parece absurda y cómica,
pero con el tiempo yo advertí que tiene una gran verdad
y que es exactamente lo que está pasando. Si en un
tren, de 10 personas que ves 9 están dormidas, están
recuperándose de haber visto 500.000 avisos, que además
los ven desde hace un año, y que los ven siempre, para
comprar cosas que ya ni compran porque ya están saturados.
El aviso es casi una repetición inútil porque
el tipo ya está entregado, ya sabe que si algo es gratis
hay que ir al ataque y tomarlo. Nunca pensás que en
realidad te estas dando gratis a vos mismo.
CdlC:
Jeremy
Rifkin, en "La era del acceso", sostiene algo muy
parecido a lo que decís: que en esta etapa del "capitalismo
cultural", lo que importa no es la propiedad sino el
acceso, y que a las empresas lo que les importa es que les
compres el acceso a la experiencia de sus bienes, que puedan
tener el mayor control posible sobre tu tiempo.
JM
y V: Vos no haces propaganda, no decís "yo
voy a mirar todos los avisos que ustedes den durante 20 años,
y además a mis hijos les voy a comprar otro aparato
para que también los vean, lo que significa que les
voy a crear una población cautiva del sistema publicitario
que ustedes tienen, y eso se los doy gratis, y hasta les pago
en cuotas los arreglos". Eso tiene además relación
con otro tema, que también me preocupa muchísimo
desde hace muchos años. Me refiero a que una de las
cosas que menos tiene este personaje urbano, el habitante
de la ciudad, es tiempo. Nadie tiene tiempo de nada,
y no lo tiene desde que es chiquito. Hoy un chico de 8 años
tiene una agenda, y si se quiere encontrar con un amigo (con
el que los chicos de hace 50 años se encontraban en
una esquina en el barrio, y eran libres), ahora abre la agenda
y dice "no, este día tengo karate, después
tengo sicoanalista, después no se que cosa". Desde
muy chiquito el tipo no reconoce el valor que tiene el tiempo,
el valor que tiene el silencio, el poder despertarse sin que
nadie le diga la temperatura. Se inventa un aparato que es
un despertador que no solo te despierta, sino que te empieza
a decir la temperatura y el estado del tiempo...
CdlC:
...como si vos no lo sintieras...
JM
y V: ...entonces vos te vas a afeitar y mientras te afeitás
te dicen la temperatura 40 veces, porque ellos no saben cuando
prendés la radio, y siempre hay una buena cantidad
de crímenes, asesinatos y otras cosas, entonces cuando
salís ya llevas encima una cantidad de crímenes,
asesinatos, asaltos, temperaturas y líos, sabés
que no tenés que pasar por tal lugar porque hay un
corte de calles, y todo eso te da la sensación de que
entrás en una batalla, y que estás acosado.
Es rarísimo como la gente se enchufa totalmente con
eso: hasta cuando trabaja, prende la radio y hay un crimen
o un asesinato, y lo escucha a las 8, a las 9, a las 11, y
a la noche lo ve por televisión para terminar y después
sigue 3 o 4 días, hasta que la cosa pierde intensidad.
Si un tipo hace un desastre que antes sería histórico
durante un año, ahora dura dos días porque enseguida
llega otro que lo remplaza, y otro que remplaza al otro...No
tenemos tiempo de recibir todas las cosas que nos tiran encima,
y es por eso que pensar en recuperar el tiempo lo hace parecer
a uno como raro. Yo inventé la palabra "moviyó",
en lugar del Movicom (teléfono celular): yo llego,
te toco el timbre, vos salís y te digo "te estoy
hablando por el moviyó", ...
CdlC:
...¡hablando de eso voy a apagar mi celular!...
JM
y V:...es como un chiste también, pero yo creo
que hace falta. Todas estas cosas están relacionadas,
pero yo no quiero que aparezcan solamente como excentricidades,
o que provoque como respuesta un "¡que divertido!".
Pero yo creo que el humor para decir estas cosas es una manera
de hacerlas digeribles, de poder soportarlas, porque sino
se podría caer en un tono apocalíptico, terrible.
Eso no me sale, a mi me sale más una crítica
con humor, con comprensión y donde yo me meto también,
porque yo nací y viví en Buenos Aires (salvo
raros momentos). Soy un bicho de acá, soy un personaje
autóctono de este tipo de vida. Volviendo a La Razón,
yo viajo desde Retiro hasta la estación Rivadavia,
que es bastante cerca, y no necesito leer un diario donde
me hablen siempre de Mirtha Legrand o de Palito Ortega. Cuando
un tipo abre un diario en un lugar del tren, y otro lo hace
al lado o adelante, vos te das cuenta de todo: del tipo de
menú que les está entrando a esos tipos, algunos
de los cuales tienen dos auriculares metidas en los oídos,
y al mismo tiempo están escuchando algo, una música
que no sabés que es pero de la que en general sale
para afuera la batería, una especie de cosa de lata
que se escucha. Y esa visión del vagón, a mi
que soy arquitecto y proyecté muchas salas de terapia
intensiva, me parece que tiene la misma imagen arquitectónica
que esas salas, donde todo el mundo está conectado
a aparatos mecánicos. Las máquinas son extraordinarias,
yo gozo de todas las ventajas de la civilización y
la ciencia, pero creo que es demasiado alto el grado de dependencia
al que se llegó. No digo que no uses eso, lo tenés
que usar, pero como la sociedad de consumo necesita que estés
todo el tiempo consumiendo te "meten" más
de lo que sería conveniente que tomarás. Esa
visión de un lugar de terapia intensiva la compartí
alguna vez con Alfredo Moffat, un amigo de los años
`50 que dice que no es arquitecto, que se dedica a la sicología
social, y a acciones comunitarias, (hace años que le
digo que sí que es arquitecto, que las cosas que él
hace son una manera de hacer arquitectura). Y justamente Moffat
me dio unas fotos de viajes que hizo a la India, Estados Unidos
y a otros lugares: hay una que está partida por el
medio, y tiene una terapia intensiva en un lugar, y una gigantesca
oficina, y una playa con gente tomando sol pero una al lado
de otra como una mancha (una especie de polvareda de gente
tomando sol). En estas fotos estamos advirtiendo características
espaciales muy similares, vemos como un mismo espectáculo
la terapia intensiva, la playa multitudinaria, la oficina.
El residuo, lo que queda de esta mirada, es ver si una persona
puede recuperar su libertad y ser ella, estar con la gente,
ser amigo de alguien, tener relación con la gente
y tener relación consigo mismo, las dos cosas que
hay que recuperar.
CdlC:
Las anécdotas de los trenes y de los diarios gratis
tienen detalles que revelan como es la vida en esta ciudad.
Una, la que vos mencionabas, la diferencia entre el tren de
Retiro y el de Constitución: uno es diesel y otro eléctrico,
en uno está La Razón gratis y en otra el desfile
de vendedores ambulantes uno detrás del otro (los más
pobres, los que no pueden acceder a la línea Retiro
– Tigre donde viaja la clase media alta de la zona norte de
la ciudad), en fila esperando que termine uno para empezar
el otro. En la línea de Retiro, los trenes son aparentemente
ultramodernos, con ventanillas fijas que no se pueden abrir
y, teóricamente, aire acondicionado que a veces anda,
pero el día que hace 40 grados resulta que no anda
o está muy bajo y el calor humano lo supera... Y otra
cosa que resume esta Buenos Aires, es que el ciclo de La Razón
gratis se completa un rato más tarde, cuando empiezan
a pasar los chicos, cada vez más temprano, que te piden
el diario y después lo ofrecen como "La Razón
a voluntad". Les das treinta centavos, o lo que dicte
tu "voluntad", y te dan La Razón que otro
antes que vos leyó gratis. Y entonces hasta el estrato
más bajo de la sociedad, que ni siquiera es explotado
sino excluido, participa de ese ciclo de consumo.
JM
y V: Sí, sí, es cierto, el diario más
tarde tiene otra función... De todos modos yo creo
que lo principal detrás de esto es que la palabra
"gratis" esconde una contradicción, y
es aquella de que el tipo cree que le dan algo gratis y en
realidad se está dando él mismo gratis. Es extraordinario:
en los supermercados no hay ninguna cosa que no pretenda ser
gratis. Un tarro por ejemplo, siempre tiene una línea
después de la cual con un color distinto marcan todo
lo que tiene de más, que te lo dan gratis... Los programas
de televisión te trabajan por el lado del instinto
jugador, del jugador compulsivo de Dostoievsky: que podés
ganar, que hay un pozo de no se qué que se juntó
con otro pozo, y entonces hay una cantidad enorme de energía
gastada en los lotos, en los lugares de juego... Ha disminuido,
por ejemplo, la gente que va al hipódromo, pero no
la que mira las carreras en pantallas.
CdlC:
Han
perdido lo más divertido, que es ver las carreras en
el hipódromo...
JM
y V: Mis tíos burreros (habitúes
a las carreras de caballos, en el lunfardo o jerga popular
porteña) decían que iban "a tomar sol"
al hipódromo de Palermo, y de hecho tomaban sol y veían
a la gente. Ahora en cambio los jugadores están metidos
en unos tubos oscuros, llenos de pantallas, donde de aquel
burrero típico de los `30, el de los tangos de Gardel,
que seguía a Leguisamo y tenía una mitología,
se pasa a una cosa totalmente de cartón...
CdlC:
...que podría ser un videogame más...
JM
y V: ¿Y que les han dejado? Nada más que poder
perder la plata como uno quiere. ¿Vos querías perder
plata? Bueno, te hacemos una máquina para que pierdas
plata: eso es lo que pasa en todos los lugares que se inspiran
en Las Vegas. ¿Cómo perder la plata? Y, con una máquina,
si esta es la era de la máquina... Los tipos de antes
jugaban al mus en una taberna y a través del juego
creaban músicas, cantos, relaciones, amistades. En
cambio ahora eso se desplaza hacia la relación con
la máquina. Entonces, si vos buscás en los principios
de la Revolución Industrial, y leés a John Ruskin
o a William Morris, te das cuenta que algunos de esos tipos,
que eran muy locos y eran bastante reacios a aceptar el progreso,
tenían sin embargo una cosa en la que no se equivocaron,
porque el peligro que William Morris veía en la máquina
era que nosotros nos transformáramos en máquinas...
Si vos no te transformás en máquina, no hay
ningún peligro, la máquina es extraordinaria.
Ahora bien, si vos te transformás en una máquina,
tené por lo menos un interrogante, pensá si
está bien eso que estás haciendo. Y aun asumiendo
que uno es una máquina, uno se tiene que respetar
como tal: uno es un computadora de la gran siete, es
extraordinaria, si vos te sabés respetar a vos mismo
hay un montón de cosas que puede hacer tu "disco
rígido", vos tenés todo eso y lo podés
usar, no lo tenés que comprar. A mi me parece que el
"cacerolazo", las reuniones que se hacen en Bombay
o en Porto Alegre, o el movimiento de los Sin Tierra y todo
lo que está pasando ahora, son una saludable reacción
a estas cuestiones. Hay una cantidad de movimientos (una cosa
difusa, que no está organizada) que buscan una vuelta
al respeto por uno mismo y por los demás, a la relación
directa. Que los masajes te los haga una novia, no una máquina,
un jacuzzi... Y que el sexo sea verdadero, no en un canal
porno, porque sino nuestro reemplazo por las máquinas
lleva a lo que John Ruskin planteó hace más
de 100 años: que vos te transformás en una máquina,
y ahí sí que perdiste. Ese es el fondo de este
tema con lo gratis. Cuando te dicen que algo es gratis, lo
que yo le trato de enseñar a todos es que piensen
bien que es lo que es gratis en lo que le están dando.
Yo soy un idiota, soy un inocente, no aprovecho ninguna ventaja,
no voy al viaje más barato, no aprovecho nada de lo
que pueda aprovechar gratis. ¿Y qué pasa?, resulta
que uno se da cuenta que es mucho más feliz, que hay
un montón de cosas que no las tiene que conseguir,
y que se puede dar unos grandes gustos. Puede por ejemplo
hacer turismo caminando 20 cuadras alrededor de la casa,
puede ver cosas milagrosas en un jardín y escuchar
músicos notables en un barrio, en una esquina, un tipo
que está silbando, otros que cantan. Uno se da cuenta
que puede cantar, que la música no es solamente ir
al Teatro Colón, comprar un abono y estar todo el año
escuchando ópera, sino de repente hacerla, cantar algo...
Molina
y Vedia me acompaña hasta la puerta, al salir vemos
la mole de hormigón de la General Paz y me dice sonriendo
"esto es lo que quedó...". A la noche alquilo
un video en Blockbuster y me encuentro otra forma de lo "gratis":
"Son $3,50, me dice el chico, con un peso más
se lleva 3 alfajores". Le digo que no, que gracias, y
tomo mi video, atrás de mí salen una chicas
que se miran y... sí, aceptan los alfajores.
MC
El
diario La
Razón fue
durante muchos años un vespertino tradicional de Buenos
Aires y luego estuvo a punto de desaparecer. Ahora se distribuye
gratuitamente en trenes y subterráneos de la ciudad
por un convenio de la editorial con la empresa Metrovías,
prestataria del servicio ferroviario. Una alternativa, para
los regresos en tren o para cualquier momento, es la muy buena
revista "Hecho
en Buenos Aires".
La venden en las calles, por solo un peso y medio, personas
desocupadas y sin techo que así encuentran un trabajo
digno para mantenerse.
Vautier y otros planes de Molina y Vedia
Sobre
su próximo libro sobre Ernesto Vautier:
"El
libro nació de una sugerencia de Carmen Córdova
cuando era decana de la FADU - UBA, una noche que salía
conmigo y con Vautier de la Facultad. Vautier tenía
casi 90 años y había dado una clase de urbanismo,
yo lo iba a llevar en auto a su casa en Vicente López.
No me olvido más, me acuerdo que "La Negra"
Córdova me dijo: "habría que escribir un
libro sobre Vautier". Y me quedó eso, como una
idea que había que concretar. Siempre fue bravo vivir
acá, por eso el libro llevó 10 años,
porque no es lo único que yo hago. Pero te aseguró
que fue una aventura extraordinaria, porque la obra de Vautier
cubre desde el año `21, en que se recibe de arquitecto,
hasta casi el año 90. Hay una cantidad muy grande y
diversa de trabajos y cosas que hizo, con mucho trabajo realizado
en arquitectura en esta ciudad. Al principio empezó
trabajando con Jorge Bunge, con quien hizo obras importantísimas,
y con Alberto Prebisch, y también, apenas recibido,
en el Plan Noel, uno de los planes urbanos más serios
e importantes que se han hecho para la ciudad (que no es tan
conocido como tendría que ser, por eso yo hablé
mucho de el en "Mi Buenos Aires herido"). Vautier
trabaja durante los ´30 en la avenida General Paz, que para
mi es uno de los monumentos e hitos del Buenos Aires de esa
época, y el otro es el Obelisco: ¡y en las dos obras
participó Vautier! Son monumentos, hitos, en la escala
de lo que pueden ser los Bosques de Palermo. Y en lo años
`40 fue arquitecto del Estado, que fue un promotor de la arquitectura
muy importante durante el peronismo y en la década
anterior. La Dirección Nacional de Vialidad y el Ministerio
de Obras Públicas, los entes nacionales, Obras Sanitarias
de la Nación, todos tuvieron una importancia muy grande,
que van a perder a partir del `52 cuando todo cambia. Con
el Segundo Plan Quinquenal de Perón empieza otra época
distinta que, esquemáticamente, es la época
de las privatizaciones. La anterior era la de lo estatal,
que duró hasta ahí, hasta la segunda presidencia
de Perón. La planificación es algo que en los
´30 practicaba la URSS, Rooesevelt en Estados Unidos, Inglaterra
con su Banco Central y su Ministerio de Planificación...
Después de la crisis del ´29 hay 20 años de
planificación, pero después del 52 se ponen
en marcha planes como la Alianza para el Progreso, la guerra
de Corea, la invasión a Cuba, la privatización...
Viene la "onda" de privatizar y del liberalismo,
que termina acá en el año 2001 con el gran desastre
que estamos viviendo. No es que se produjo ahora, se produjo
durante 50 años, lo que pasa es que ahora abrimos la
ventana y vemos como está todo. Pero volviendo a Vautier,
él trabajó también con el ministro de
Obras Públicas, Pistarini, en el proyecto de Ezeiza,
un proyecto muy importante que trasciende la implantación
del aeropuerto internacional. Proyectó Ciudad Evita
(el barrio n° 1) y las piletas de Ezeiza, además de
haber proyectado la Avenida General Paz, el edificio de viviendas
de Ugarteche y Las Heras, el Sanatorio Anchorena, muchas obras.
Muchas aun están, y están muy bien, las volví
a fotografiar y van a aparecer en el libro. Luego, en el ´49,
´50, por algunas razones que están contadas en el libro,
tiene que exiliarse a Colombia y trabaja 10 años en
autoconstrucción, en construcciones con adobe. Son
trabajos comunitarios, eso que hace acá en Buenos Aires
Frangella, o Berretta en Córdoba, lo que se llama arquitectura
participativa, bioclimática, ecológica, ligada
a la explotación agrícola ganadera. Tiene un
periodo de trabajo en comunidades campesinas, con una tendencia
que yo llamo el ruralismo: del urbanismo pasa al ruralismo,
y entonces inventa lo que yo llamo "rurbarquitectura",
lo rural, lo urbano y la arquitectura reunidas en una "tripleta".
En el año ´61 hay otro episodio que le ocurre, termina
el periodo de 10 años de trabajo en vivienda rural,
y todavía le quedan 30 años (en los ´60, ´70
y ´80), en los que sigue produciendo proyectos que les presenta
a algunas autoridades. El último es en Santiago del
Estero, donde propone la recuperación de los bosques
liquidados por la Forestal, una recuperación agraria
y geográfica del territorio, que termina mandado a
los estantes por Juárez, el gobernador: ese es el final.
Son 30 años de insistencia en los modelos del planeamiento,
del urbanismo, del ruralismo, ligados además al tercermundismo
por sus lecturas. El está ligado a un movimiento igualitario
y de bienestar, y en esos 30 años el mundo ha dado
un viraje que hace que todo eso rebote, pero a la vez que
quede todo hecho. Las cosas que planteó Vautier van
a seguir viviendo y funcionando, no es un libro sobre lo que
pasó, sino sobre lo que va a pasar. Para el mes de
julio hemos decidido hacer con Ramón Gutiérrez
una exposición de la obra de Vautier en el Centro Jauretche,
cerca de la Plaza de Mayo, y para la misma época la
Editorial Colihue publicará el libro".

Avenida
9 de Julio
Sobre
el Parque Los Andes:
"Con
el sociólogo Christian Ferrer hace años que
me interesa mucho cruzar ideas, como también con otros
intelectuales como Horacio González, León Rozitchner
y David Viñas. Este año vamos a encarar un trabajo
sobre una zona de Villa Crespo, donde está el Conjunto
Los Andes (proyectado por Fermín Bereterbide), y un
edificio muy bueno de la empresa de electricidad Edenor.
Ahí,
entre las vías del ferrocarril, el muro del cementerio
de la Chacarita, y la calle Corrientes, hay un triángulo
muy deteriorado desde que se liquidaron los puestos de trabajo
que generaba la pequeña industria. En el año
´78 se hizo una ley para terminar con las industrias en la
Capital, y lo que quedó es la desocupación,
los okupas, y un gigantesco deterioro del barrio. Queda también
el Parque Los Andes, que es una tira larga que llega hasta
la Chacarita, ocupado por una "feria de artesanos"
(así, entre comillas) que también vamos a estudiar.
Es un signo de la desesperación de la gente por ganarse
unos "mangos" y poder sobrevivir. El Parque Los
Andes, que a fines de siglo pasado fue un cementerio para
las victimas de la fiebre amarilla, anterior a la Chacarita,
ahora no es un cementerio: es algo peor. Son unos muertos
vivos en un país que está saliendo de un golpe
terrible. Vamos a dedicar un año en nuestro taller
de la Facultad de Arquitectura (con Sorín, Rezzoagli
y todo el equipo) para estudiar ese triángulo. Como
actividad paralela, les propuse a los sociólogos que
dedicaran también un año a estudiar el tejido
social, así como nosotros estudiamos el tejido arquitectónico
y urbano. En eso trabajarán Ferrer y González,
y Celia Guevara (de la Facultad de Ciencias Sociales), la
arquitecta María Martha Lupano, que tiene estudios
hechos sobre los artesanos de ese parque. Era un lugar que
tenía mucho que ver con la industria del calzado, Villa
Crespo es un lugar de "laburantes" y de artesanos
con posibilidades de albergar un plan de reconstrucción
urbana que creemos que le puede interesar a cualquier persona
sensata del Gobierno de la Ciudad".
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