
Comunidad
Tierra, Moreno, Buenos Aires, Arq. Claudio Caveri,
década de1960.
El
argentino Alfredo Garay (más conocido entre propios
y extraños como Fredy) es uno de los urbanistas más influyentes
y activos de América Latina. Militante desde su juventud,
fue influido personal y personalmente por su participación
en la experiencia (un raro mix entre cristianismo
de base, utopismo sesentista y hippismo) de la Comunidad Tierra,
con el arquitecto Claudio Caveri, en la periferia
metropolitana de Buenos Aires. Exiliado durante la
última dictadura militar de su país, en 1976, retornó
con la recuperación democrática para trabajar con
el mismo Caveri en el municipio bonaerense de Moreno
y otros gobiernos municipales y provinciales.
En
1989, con 36 años de edad, asume la Secretaría de Planeamiento de la Ciudad de Buenos Aires. La
marca más perdurable de esa gestión en la Ciudad es la
renovación urbana del antiguo y obsoleto Puerto Madero.
En tanto desde la década de 1920 (incluso en la propuesta
de plan formulada por Le Corbusier) existía consenso
en los medios técnicos acerca de la necesidad de integrar
esa área como expansión natural del centro, la compleja
maraña de jurisdicciones administrativas y restricciones
burocráticas impedían la realización de cualquier
iniciativa al respecto. El aporte fundamental de Garay
fue formular un modelo de gestión, muy basado
en la experiencia de las ZAC (por Zone d'Aménagement
Concerté) francesas, a partir de la conformación de
una empresa de urbanización, la Corporación Antiguo
Puerto Madero.
Desde
el año 2000 es titular de una cátedra
de Planeamiento Urbano en la
Universidad de Buenos Aires, experiencia
que sintetiza en “el armado de un grupo de gente interesada en
el urbanismo, un
colectivo consistente que expresa opiniones diversas,
que no tienen necesariamente una idea unificada de
concepción política pero que constituyen un ámbito
de intercambio y de elaboración de ciertos puntos
de vista respecto de la evolución de la ciudad”.
Entre
2004 y 2008, Garay estuvo a cargo de la Secretaría de Vivienda y Urbanismo de la Provincia de Buenos Aires
(vale aclarar para lectores no argentinos que a pesar
de la coincidencia de nombres, la ciudad y la provincia
son unidades político-administrativas diferenciadas),
en la que coordinó la elaboración de los Lineamientos
Estratégicos para la Región
Metropolitana de Buenos Aires.
El trabajo presenta una significativa variante respecto
a propuestas anteriores de planeamiento metropolitano
en la
RMBA: el
reconocimiento de la incertidumbre y la multiplicidad
de actores intervinientes en la escala metropolitana
del territorio. Aun cuando el esquema de Lineamientos
Estratégicos requiere fuertemente de flexibilidad
política y técnica para su implementación, el discurso
de Garay es sin embargo muy preciso en dos materias
esenciales: la fuerza del Plan como generador de hegemonía
intelectual (aun cuando no se realicen, los planes
dejan su marca en la cultura institucional) y la
necesidad de una intervención del Estado en la cuestión
territorial, sin la cual resulta inevitable una
crisis de gobernabilidad metropolitana, y una sociedad
más injusta.
Actualmente
asesora al gobierno nacional en la confección de su
Plan Quinquenal y de diversos programas de urbanización.
Garay nos recibe en su estudio con la misma actitud
opinante y activa de siempre. Comparte los avances
de un plan de urbanización en el que esta trabajando
y en el que afirma haberse “reconciliado con Le Corbusier”
a partir de esquemas de movilidad y tejido urbanos
con reminiscencias organizativas a los del área residencial
de Chandigarh. Critica la miopía política de los alcaldes
“progresistas” colombianos que se oponen al plan de
paz del presidente Santos, y arremete
contra la hipocresía y esterilidad de la “corrección
política” en el desarrollo de la disciplina. Como
muy pocos en el ejercicio de la profesión, Garay ha
expresado la necesidad de superar la idea de confección
de planes como una suerte de genero literario sin
efectos concretos en la realidad.

Propuesta
de Nuevo régimen municipal para Buenos Aires,
Concurso 20 Ideas para Buenos Aires, 1986. A. Garay,
Fernández, Pastrana, Gigliotti, Tiraboschi,
D. Garay, Strático, Cerón y Pita.
CDLC:
¿Cómo ves la agenda actual de
la ciudad latinoamericana, y cómo ves la agenda actual
del urbanismo latinoamericano? Ambas son concurrentes,
obviamente, pero en un contexto que vos conocés bastante
bien, de distintas situaciones políticas que están
muy vinculadas a agendas más amplias, con corrientes
ideológicas troncales que caracterizan a muchos países
de la región.
FG:
La primera cuestión es que las ciudades latinoamericanas
siguen creciendo, por varias razones: porque en Latinoamérica
la natalidad sigue siendo más alta que en otras partes
del mundo, y porque los
procesos migratorios del campo a la ciudad siguen
siendo altos, en general. Incluso en algunos países
han tomado dimensiones atípicas. Por ejemplo, el caso
de Colombia con “los desplazados”, o con regiones
que han demorado históricamente estos procesos de
migración y repentinamente afrontan nuevas formas
de cultivo, nuevas tecnologías, etc., que desplazan
masivamente mano de obra hacia las ciudades.
También
se ha incentivado la migración entre algunos países
latinoamericanos. Al diluirse las fronteras y al haber
mayores acuerdos de comunicación entre distintas identidades
de origen, hay
mayor tendencia al desplazamiento e incluso a la aceptación
de los inmigrantes. El caso de la Argentina es un poco particular,
porque la misma Constitución les da la bienvenida
a los inmigrantes. También observamos que hay muchos
países en América Latina donde se encuentra esta situación.
Podríamos
agregar como un capítulo lateral de este fenómeno
el de los emigrantes a países centrales, como ocurre
en El Salvador y en México con la emigración a EEUU.
Casi el único punto que es atípico para entender es
la relación entre Brasil y los otros países de América
Latina, en la que el tema lingüístico y cultural parecería
estar marcando una cierta distancia. Hay bastante
inmigración peruana en Brasil, pero parecería ser
que el propio crecimiento demográfico de Brasil y
la migración desde el Nordeste a los centros urbanos
ya marcan otra pauta de crecimiento.
El
segundo punto que podemos destacar es que así como
hay crecimiento, hay fenómenos de concentración en unas pocas
ciudades, tanto en las grandes metrópolis como
en algunas ciudades intermedias. Creo que el tema
central en esto tiene que ver con la capacidad de
nuestras sociedades de generar empleo, de absorber
en términos urbanos la mano de obra expulsada de la
producción rural. En el caso argentino esto es dramático.
Podríamos decir que el
modelo agroexportador cerraría con un tercio de la
población, y está claro que ese es un proyecto que
una parte de la sociedad concibe y defiende. Y
a lo largo de la historia hemos visto el problema
que tiene el Estado como creador de empleo para estas
realidades urbanas. Esta necesidad de una industrialización,
como compensación de la necesidad de un empleo
adecuado para este crecimiento migratorio que confluye
en las ciudades. La incapacidad del Estado para producir
esos empleos o la incapacidad del Estado para expandir
las redes al mismo ritmo de crecimiento da lugar a
dos fenómenos: el
fenómeno del subempleo y el crecimiento de la economía
“informal” (aunque a mí esa palabra no me termina
de conformar), una economía que se mueve sobre formas
de orientación distintas a las del capitalismo (precapitalistas,
artesanales, manufactureras, diversas formas de autoproducción)
y a la vez también las formas de una urbanización
precaria, la
incapacidad, incluso desde el marco normativo, de
contener dentro de sus propias reglas de juego un
fenómeno urbano del tamaño del que se produce.
Y estos fenómenos generan sinergias. La informalidad
y la precariedad pasan a ser el ámbito que absorbe
la mayoría de esta inmigración. Ahí hay un problema
estructural de nuestras sociedades y del crecimiento
de nuestras ciudades.
Vinculado
con esto podríamos decir que hay
una cierta incapacidad de la disciplina para acompañar
de manera eficaz estos procesos. En general lo
que vemos es la construcción de marcos normativos,
de conceptos, la concepción de patrones de comportamiento
que en la práctica no verifican. Tenemos entonces
la contradicción
de un orden formal, ideal, tomado de modelos deseados,
y la incapacidad de una sociedad de encuadrarse en
el marco de esos modelos. Por lo tanto, esa sociedad
queda condenada a la ilegalidad, y las políticas públicas
a la frustración, en la medida que las herramientas
que se ponen en marcha no terminan de dar respuesta
a estas cuestiones. Nosotros, por ejemplo, siempre
tenemos un
problema con el borde urbano. Se definen parámetros
de como expandir el borde urbano de manera formal.
Pero las multitudes que no logran acceder a una porción
de suelo en ese marco formal no solamente ocupan suelo
de manera informal sino que ocupan suelos que no deberían
ser urbanizados: áreas inundables, o por encima de
las cotas máximas admisibles por su pendiente, sujetas
a deslaves, fondos de lagunas, etc. No
solamente es un borde informal sino muy vulnerable.
Y la incapacidad de producir una respuesta a gente
que se localiza con estos niveles de vulnerabilidad
hace que las catástrofes aparezcan cíclicamente en
las ciudades, afecten a los más pobres y supongan
una estructura del gasto irracional (porque finalmente
hay que atender la emergencia que ya se sabía que
se iba a producir). Casi todas las ciudades tienen
ahí una parte importante de su problemática.
El
segundo problema que creo que existe es el
desarrollo de los parámetros de comportamiento de
los sectores medios. Mi colega Eduardo Rojas me
señalaba esto como un dato interesante de los últimos
años: en América Latina ha habido un gran desarrollo
de los sectores medios, y este notable incremento
de masas de la población que han incrementado su capacidad
de consumo, de acceder a un automóvil, de tener electrodomésticos,
de acceder a una parcela urbana, y el desarrollo de
los patrones de comportamiento de estos sectores -claramente
cooptados, “formateados” por el mercado, incluso por
la dependencia cultural- los lleva a correr detrás
de objetos de deseo, detrás de paradigmas que también conllevan problemas
serios para las ciudades. Por ejemplo, el paradigma
de las casas con jardín, de las sociedades entre iguales,
los barrios segregados y la concepción de la seguridad
disimulando parámetros de exclusión, el paradigma
de la motorización y de la libertad vinculada a la
movilidad individual, las formas de comercialización
(el supermercado, el paseo de compras), los mecanismos
de packaging, el incremento notable de la producción
de residuos.
Creo
incluso que este patrón cultural, esta idea del consumo
rápido y la producción de residuos como un patrón
de comportamiento, se aplica a la ciudad. La búsqueda
de la vivienda o de un barrio como patrón inmobiliario
de última generación que va proponiendo nuevos objetos
de deseo y va dejando atrás lo que podríamos llamar
un “mercado
del usado”, y la aspiración de distintos estratos
sociales de acceder a estos productos a través de
ese mercado del usado genera sucesivas
rotaciones que van dejando partes de la ciudad como
eslabones perdidos, como residuos. Parecería que
el modelo o patrón de comportamiento va llevando a
una línea de expansión de la ciudad hacia donde se
produce lo nuevo y va dejando sobre la ciudad construida
rezagos de ciudad usada: antiguos centros, antiguos
barrios industriales que son tratados como residuos,
accesibles a los sectores más desguarnecidos de la
población, tugurizados, faltos de mantenimiento. En
muchas ciudades, no encontramos los mayores niveles
de pobreza en los bordes, en la periferia, sino en
antiguos centros deteriorados.
Hay
entonces dos tendencias, dos dinámicas de cambio.
Una, de los que no están invitados a resolver sus
problemas con parámetros de mercado, y otra, la que
imponen los parámetros de mercado, que no están pensando
en una ciudad que incluya a la totalidad. Estas
premisas contradictorias de la modernidad nos van
dejando ciudades
divididas. Yo no sé si la palabra correcta para
describir esa ciudad es “dual”, porque en realidad
la estratificación va dejando piezas bastante aisladas
entre sí, que obedecen a sus propias reglas. Dentro
de la tremenda quietud que en general tiene la ciudad,
verificamos que hay dinámicas de transformación, valoración
y pérdida de valor, y alrededor de esas dinámicas,
sectores de la población que están operando o siendo
perjudicados por esta transformación.
CDLC: En las últimas
décadas, Latinoamérica ha generado ejemplos muy interesantes
de aportes urbanísticos a nivel internacional, como
los Proyectos Urbanos Integrales de Medellín, Favela
Bairro, el Bus Rapid Transit como solución de movilidad,
etc. Luego vamos a hablar de Puerto Madero, que como
proyecto urbano puede parangonarse a cualquier otro
proyecto urbano de recuperación portuaria en el mundo.
¿Cómo ves el rol de los urbanistas latinoamericanos
en este contexto?
FG:
Podríamos categorizar la práctica de los urbanistas
en tres o cuatro sectores distintos. Hay urbanistas que están trabajando muy cerca
de la gente, muy vinculados a redes sociales, a tareas
reivindicativas, y en general sus prácticas son
muy positivas y de una escala muy local. Pero también
tienen a veces una dificultad para percibir la ciudad
como totalidad, y hasta una negación explícita del
poder del Estado como una herramienta que puede ser
objeto de sus prácticas.
CDLC: Estarían reivindicando una tradición anárquica.
FG:
No se si anárquica pero sí la coherencia alrededor
de su autonomía respecto del Estado. Y esto en general
es una posición que entra en un punto difícil en el
momento en que los dirigentes barriales ganan una
elección para ser alcaldes de una localidad. En ese
momento aparece una situación de compromiso que pone
en diálogo a estos urbanistas con trabajo de base
con la estructura municipal.
Hay
un segundo ámbito importante que es el de la
gente que trabaja para el Estado, que en general lucha
como puede con las restricciones de la burocracia,
las restricciones presupuestarias, la subordinación
a la política. En general, la gente que trabaja para
el Estado parecería reivindicar una cierta autonomía
de la disciplina, una cierta vocación tecnocrática.
Abunda ese discurso de que “nosotros tenemos ideas
maravillosas pero los políticos las modifican, no
las comprenden, etc.”. Es gente que trabaja, que opera
sobre la realidad, que experimenta esta fricción entre
un conocimiento técnico y una racionalidad política,
pero en nuestra formación en general hay grandes
restricciones para construir ese puente necesario
entre la racionalidad técnica y la racionalidad política.
Durante mucho tiempo esa contradicción fue brutal;
en este momento encuentro bastantes equipos que trabajan
en municipios y que articulan de manera más adecuada
esta relación con la política. Pero ahí puede aparecer
una triangulación interesante, que involucre a organizaciones
de base, sistema político y pensamiento disciplinar,
tratando de reconstruir una mirada común.
Habría
un tercer grupo, que en Argentina no es tanto de urbanistas
sino más bien de arquitectos, que son
más funcionales al desarrollo del capital y funcionan
como asesores y proyectistas de grupos económicos.
Cuanto más concentrados estos grupos, más complejos son los equipos en los que se apoyan,
y en general son quienes diseñan estos productos inmobiliarios.
En ese sentido creo que hay algunos que “se la creen”,
que creen en los principios que enarbolan, y otros
que con cierto cinismo operan cosas que desde el punto
de vista disciplinar saben que no deberían hacerse,
como hacerle trampa a los códigos, y desarrollan alrededor
de eso un oficio.
Y
yo hablaría de un cuarto grupo, que debe ser el más
numeroso y el que más pesa en este momento en la construcción
del pensamiento urbanístico, que es gente que se dedica a la investigación, que
trabaja en ámbitos académicos y que en general
audita el desarrollo de las políticas municipales,
demoniza el desarrollo del capital y, en general,
idealiza el desarrollo de los movimientos sociales
y sus formas de expresión.
Este
pensamiento va construyendo un sentido común desde
donde se mira la totalidad de la producción, y yo
creo que hay bastantes cosas que discutir sobre sentido
común. En lo personal, yo creo
que el camino que deberíamos buscar es el de una ciencia
aplicada, una disciplina que busca necesariamente
su desarrollo tecnológico y que necesita producir
artículos, desarrollos conceptuales de gente que tiene
un ejercicio profesional concreto, con municipios,
con organizaciones sociales o incluso desarrollos
privados. Es decir, producir un artículo sobre un
caso en el que les tocó participar, porque esta
construcción sobre la base del estudio de casos es
lo que lleva con mayor precisión a encontrar herramientas
adecuadas. Los cirujanos tienen esa dinámica (aunque
no digo que el urbanismo se parezca a la cirugía).
Por ejemplo, un médico que encontró una manera de
hacer un by
pass distinta a la habitual escribe un artículo,
y otro que lee ese artículo prueba cómo desarrollar
esa tecnología en otro caso, o en el tratamiento de otro órgano. Y ahí surge
una interacción interesante.
Un
segundo elemento que me parece importante en esta
búsqueda teórica, es que hoy en día, vemos por un
lado una tendencia a la complejización y a esto que
era común en las escuelas de urbanismo francesas,
que era tratar de mirar, en la multidisciplina pero
a la vez en la complejidad de los procesos que estamos
viendo, la diferenciación entre los síntomas de un
problema y la naturaleza del problema. Y por otro
lado, hay una gran tendencia a la simplificación.
Hoy veo en los organismos internacionales esta tendencia a los diagnósticos
rápidos, a la selección de un número acotado de
indicadores, a la formulación de programas que den
respuestas rápidas a los desajustes que presentan
estos indicadores, obviamente con un discurso ambiental,
de cambio climático, etc., pero que al tratamiento
de los problemas de las ciudades les da una mirada
un poco liviana.

Un
escenario posible; Lineamientos Estratégicos
para la Región Metropolitana de Buenos Aires,
2006.
CDLC:
¿Cómo ves a la ciudad en la
agenda de la política latinoamericana, con sus dos
corrientes hegemónicas? Obviamente, la realidad es
mucho más compleja, pero hay una cantidad de países
donde hay gobiernos de una familia que podemos ubicar
entre el populismo
clásico y la izquierda con distintos matices, y hay
otra familia de gobiernos con una impronta más neoliberal,
también simplificando. ¿Cómo ves que ambas vertientes
estén considerando a las ciudades en la agenda de
la política? Te adelanto que en mi visión particular,
en la
Argentina la ciudad está rezagada
en la agenda de la política
FG:
En la agenda de la política, lo popular es
prioritario, es decir el salario, el empleo, las condiciones
de vida, incluso te diría que en casi todos los
países de América Latina la problemática de lo popular
marca la agenda, por un criterio básico de gobernabilidad.
Es decir, en algunos países donde ha habido o está
habiendo alzamientos sociales estamos observando una
profundización de esa agenda. También estamos viendo
una mayor capacidad de intervención del Estado sobre
el fenómeno de las ciudades. Por lo menos creo que
hay un incremento
del gasto en obras públicas. Eso lo vemos en Brasil,
Argentina, Chile, Colombia.
CDLC:
O sea que ese fenómeno es independiente del signo
ideológico.
FG:
Claro, y uno se preguntaría hasta dónde se trata de
la solución de problemas populares o de la ciudad,
o en cambio se trata de la capacidad de presión de
los lobbies, de la construcción, del transporte, etc.,
promoviendo este tipo de inversiones. Y en este punto
podríamos decir que hay
un contexto de incertidumbre respecto de cuál es el
modelo de desarrollo adecuado para una ciudad.
Las características del desarrollo industrial sustitutivo
de importaciones, que caracterizó las décadas de los
’50 a los ’70, los proyectos de modernidad latinoamericanos,
hoy en día parecerían estar muy cuestionados conceptualmente.
En general el discurso sobre la ciudad es el del crecimiento
de los servicios, con una especie de abandono resignado
a que la industria se va a producir en los países
asiáticos. Con lo cual aparece implícita una cierta voluntad de abandonar el desarrollo tecnológico
y productivo en otros ámbitos, para tener una especie
de ciudades parásitas y administrativas.
En
ese sentido, la presencia de los gobiernos locales
ha tomado un protagonismo novedoso respecto de lo
que era la historia de nuestros países. En Argentina,
en la década del ’70, la figura predominante eran
los dirigentes sindicales y los intendentes eran figuras
políticas de segundo o tercer nivel. Hoy en día hay
una preponderancia de los alcaldes, que en algunos
países se proyectan como candidatos a presidente con
relativa facilidad. Y digamos también que su reivindicación
de mayor competencia, mayor presupuesto, mayor nivel
de decisión, siempre está apuntalada sobre la importancia,
la envergadura de las necesidades populares como sostén
de su demanda de mayor poder. En ese punto, me parece
que también las agendas locales latinoamericanas incluyen
el mundo popular, de los trabajadores, como un tema
relevante.
Esto
no quita que la frivolidad de algunos sectores de
las clases medias y altas, su capacidad de construcción de imaginarios,
y sobre todo esta cuestión del turismo, los viajes,
los modelos importados, Miami, etc., lleve a las ciudades
a tratar de
producir maquetas, simulacros de desarrollo como carta
de presentación. Puede ser que eso sea simplemente
una expresión, una parte del proceso político general,
y me parece que en algunos casos hay políticas que
se contentan con construir eso. Con frecuencia los
alcaldes adhieren a estas competencias entre ciudades,
alinean sus estrategias en función de esos indicadores
y promueven que su ciudad sea famosa por alguna pequeña
intervención o acción políticamente correcta. Esa
especie de banalidad de estar presente en el mundo
por una anécdota parecería legitimar su paso por el
poder.
CDLC:
Todo esto parece bastante generalizado y lo podemos
encontrar en todos los países, pero ¿vos ves que el
grupo de gobiernos más de izquierda o más populistas
tengan una agenda de ciudad diferenciada de la que
mencionaste recién, que corresponde más bien a la
agenda neoliberal?
FG:
Lo que noto como distinto, mirando el caso de Argentina
y quizás de Brasil, es esta identificación de la inversión
pública como generadora de empleo y la posibilidad
de ver que el incremento de la inversión pública puede
ser orientada a la satisfacción de necesidades populares
básicas, como por ejemplo la expansión de redes, la
solución de problemas de energía, el mejoramiento
de la movilidad. Es notable el incremento de la participación
de la obra pública en el gasto general; en Argentina
hemos pasado del 0,8% al 2,6% y aspira a convertirse
en el 4% del PBI.
Esto
es interesante. Muchas veces se asocia a la aplicación
del keynesianismo en la Argentina con la aparición
del peronismo, pero quienes realmente empezaron a
concebir la obra pública como generadora del empleo
que había que cubrir por la expulsión de la población
rural a partir de la tecnificación agropecuaria, fueron
los gobiernos de la década del ’30, del ’40 sobre
todo, periodo que justamente se caracterizó por una
enorme riqueza del Estado y una tremenda expansión
de la obra pública; es por ejemplo el período en que
se expande el sistema vial. La paradoja interesante
que aparece durante la década del ’50 es cómo transformar
la inversión en obra pública en proyectos productivos;
es decir, cómo apuntalar el desarrollo industrial para
que no solamente genere gasto y cristalice en obras
públicas, sino que genere empleo, y a la vez desarrollo
productivo.
Uno
se podría preguntar hasta dónde el incremento del
gasto en obra pública genera hoy desarrollos empresarios,
productivos, tecnológicos. Estos son los puntos que
aparecen en la discusión. En el caso de Brasil, se
ve con claridad el incremento en la obra pública con
un inmenso nivel de concentración de las empresas
constructoras. Y esto también lo encontramos en Chile,
en Colombia, un proceso de gran concentración en la
industria de la construcción. En el caso argentino,
la industria de la construcción fue muy golpeada en
la década del ’90. Y eso motivó una tendencia de las
empresas constructoras a desarrollar obras simples,
como pavimentos y diques, y una gran resistencia a
asumir cuestiones de mayor complejidad, como la producción
de vivienda o de intervenciones urbanas. En mi opinión,
hay un escaso
desarrollo del sector empresario respecto de estos
desafíos.
CDLC:
Quisiera preguntarte sobre el futuro de la ciudad
latinoamericana. Por un lado está la tendencia según
la cual la urbanización empieza a crecer y lo sigue
haciendo por diferentes motivos. Además, las familias
tienen cada vez menos hijos. También la inversión
pública hace que la ciudad empiece a consolidarse.
No se si esto iguala el ritmo de consolidación al
de expansión, pero al menos algo sucede. Aparentemente
hay una tendencia hacia la formalización de la ciudad,
hacia una mayor inclusión, hacia una ciudad que parecería
proyectarse, ser más inclusiva. Y por otro lado hay
algunas teorías (como la de Mike Davis) acerca de
que el mundo tiende hacia las ciudades villa, y que
esa es una tendencia irreversible.
FG:
La pregunta es interesante. Uno podría decir que la
expansión demográfica y los procesos migratorios tienen
un umbral, y que a partir de eso la curva cambia de
pendiente y por lo tanto la capacidad de ir absorbiendo
ese proceso se hace más accesible. Pero eso tiene
como contrapartida el otro lado de esa misma realidad.
Es decir, en la medida que durante un período largo
vos tuviste que invertir en la expansión de la ciudad,
en ese mismo período descuidaste el mantenimiento
de la ciudad, y entonces el
saldo de ese período es que te encontrás con una ciudad
deteriorada. Sobre todo si la tendencia es a la
expansión, porque vos estuviste produciendo ciudad
nueva y te fue quedando por atrás una ciudad que tenías
dificultad para mantener. Por otro lado, a medida
que la ciudad se expandió, la base construida que
tenés que mantener es más grande, y con los mismos
recursos eso se hace complicado. Lo que empieza a
aparecer ya no es un problema de la ciudad como un
problema de la periferia, sino el problema en la ciudad
como la evolución de ese mercado del usado del que
hablábamos antes. Y por lo tanto, empezamos a encontrar
ese modelo de ciudad descapitalizada, empobrecida,
maltratada.
La
primera mirada es optimista: parece que el problema
se soluciona automáticamente. La segunda mirada presenta
la amenaza de un lugar que hoy no es suficientemente
atendido. Hay un peligro, también, en el énfasis sobre
esa segunda ciudad, que es por ejemplo lo que era
la estrategia de la empresa privada de capital francés
Aguas Argentinas cuando tenía la concesión de la red
de Buenos Aires. Su excusa para no expandir la red
a los pobres que no la tenían, era que tenía que gastar
el ingreso en mantener la red existente, y por lo
tanto, a reproducir las condiciones de vida de los
que ya vivían en una ciudad adecuada. En lo personal,
yo creo que la
ciudad se va reconstruyendo en el interior de la trama
con planes de sector, con tratamiento de piezas, y
creo que esa es una rutina que tiene que ser contemporánea
de la expansión. En algunos casos sería interesante
vincular esos dos procesos. Por ejemplo, en algún
momento se ha hablado de cobrarles a los que expanden
la ciudad una tasa equivalente a lo que serían las
intervenciones que hay que realizar adentro de la
ciudad para sostener esa expansión. Habría que tratar de equilibrar esas economías de manera
que la valorización del suelo contribuya al mantenimiento
de la ciudad.
CDLC:
Aquí surge otro problema
que es la división administrativa, porque todos esos
mecanismos compensatorios, en ciudades tan fragmentadas,
son un problema, salvo cuando los operadores son centrales.
FG:
Eso depende de los temas, en realidad, porque
hay temas que están fragmentados municipalmente y
hay otros que están muy integrados, como la estructura
de transporte, la localización de los grandes equipamientos,
la localización industrial, el tratamiento de cuencas,
etc. Estos obedecen a parámetros que escapan a los
gobiernos locales. Entonces, está claro que si la expansión es un problema de algunos municipios y la densidad de
otros municipios, la ciudad está perdida. La conformación
de entidades, pactos, agendas metropolitanas, deben
encarar esta compensación. La pregunta es dónde encontrar
las ciudades donde esto se está produciendo adecuadamente.
Y hay que decir que en América Latina los ejemplos
no abundan.
CDLC:
No sé si abundan en el mundo.
FG:
En ciudades que uno considera paradigmáticas,
como Berlín, observamos hoy que la expansión de la
periferia en suburbios de casa con jardín es un signo
característico. En Europa aparece otro fenómeno interesante,
la suburbanización a partir de la recuperación de
viejas aldeas que estaban quedando despobladas. Hoy
en día, lo que era una pequeña comunidad rural del
siglo XII se transforma en una especie de club de
campo de la gente que vive, por ejemplo, en Gerona.
Es un fenómeno de suburbanización que no se explicita
pero que está presente.
CDLC:
Me gustaría entrar en tu trayectoria personal, sobre
todo de aquellos períodos asociados a la militancia
política y demás. No para hablar especialmente de
militancia política, pero si en relación con tu trayectoria,
ya que tu conocimiento técnico está muy vinculado
con la militancia. Incluso esto ha tenido una expresión
en tu propia vida, donde las circunstancias del país
te han llevado al exilio y luego al retorno.
FG:
Puedo decir yo viví gran parte de mi juventud
estudiando en la Facultad y trabajando en
los barrios. Yo no encontraba, en esa época, cómo
era el punto de contacto entre Arquitectura y los
problemas de las villas; siempre terminábamos viendo
que la cuestión
era producir viviendas, y muchas, prefabricando,
y la respuesta terminaba siendo un meccano, como era en cierta forma lo que
enseñaban en la
Facultad en ese momento. Y
la realidad que yo veía, trabajando en los barrios,
era la organización barrial, la autoconstrucción,
la política como expresión territorial. Eso nos
planteó el problema del poder, y luego toda esa experiencia
del golpe, el exilio.
Ahora
bien, para mí antes del exilio no existía la palabra
urbanismo. Yo me había especializado en Arquitectura
Sanitaria, una disciplina que, paradójicamente, tenía
muchos elementos de planificación. Es decir, todo
el problema sanitarista si se parecía a lo que veía
en las villas. Pero, siguiendo esta dimensión de arquitectura
sanitaria, se parecía a un diseño de quirófano, totalmente
absurdo, de modo que me volvía a alejar de la realidad
de los barrios. Me anoté para estudiar urbanismo porque
era la posibilidad que tenía de conseguir una beca
para vivir en el exilio. Y cuando empecé a estudiar
urbanismo se me abrió la cabeza. No tanto cuando empecé,
sino en el momento en que en Bélgica me empecé a relacionar
con las asociaciones barriales que trabajaban con
unos curas y unas monjas, y los trabajadores inmigrantes
marroquíes, los jubilados y desempleados, en el centro
de Bruselas. Repentinamente, lo que estaba empezando
a ver como tema urbano se volvía a resignificar en
los barrios.
Y
ahí aparecían dos discusiones. Por un lado, la
defensa del patrimonio. Pero los barrios donde
se defendía el patrimonio eran los barrios pobres
de Bruselas, los barrios medievales tugurizados. Para
mí ese fue el momento de descubrir estas cuestiones
del urbanismo, el planeamiento, la participación,
los movimientos sociales. La literatura que empecé
a leer tenía que ver con el
derecho a la ciudad, como primera aproximación.
Cuando
me fui a México empecé a trabajar en un municipio
muy interesante, Coyoacán, que tenía 700.000 habitantes,
de los cuales 300.000 vivían en villas. Yo siempre
digo que ese barrio era como la guardia de un hospital,
donde te llegan todos los problemas en gran escala.
Había un caso histórico muy valioso, había barrios
nuevos interesantes, había un conjunto de viviendas
sociales con problemas, y había una villa gigante,
con pueblos antiguos insertos en ella. En México descubrí
el tema del gobierno local, el “planeamiento, participación,
y gestión”. Y pude estudiar un curso de doctorado
con Emilio Pradilla y Oscar Núñez; a esos cursos venían
Jordi Borja, Manuel Castells, etc. México era una capital cultural donde todo el mundo pasaba y uno encontraba
allí mismo a las personas cuyos libros leía.
En
ese momento la experiencia que más me interesó fue
la de Madrid, cuando vino la gente que estaba trabajando
en la apertura democrática española. Yo había conocido
España durante el final del franquismo, y viví toda
esa experiencia de la transición en que algunos planes
se hacían por asamblea, barrio por barrio. En México
empezamos a trabajar con esa idea de hacer el plan
barrio por barrio en Coyoacán, y fue una experiencia
que me cambió mucho la cabeza.
Luego
de la guerra de las Malvinas, muchos de los que vivíamos
allá nos dimos cuenta que el riesgo de volver a la
Argentina no era desaparecer (lo
cual fue una interpretación incorrecta porque algunos
de los que volvieron igual desaparecieron) y entonces
volví, el último
año del gobierno militar, a sumarme a la campaña por
la recuperación de la democracia, y volví a trabajar
en San Miguel y en Moreno (municipios de la periferia
metropolitana de Buenos Aires) con Claudio Caveri,
que en ese momento había asumido esa lucha por la
recuperación de la democracia y estaba peleando por
ganar el municipio de Moreno, y eso fue lo que pasó.
Se ganaron las elecciones en Moreno, Caveri fue Secretario
de Obras Públicas, yo Subsecretario, y ahí empezamos
a desarrollar todo eso que venía trabajando en un
municipio argentino. Eramos
uno de los dos o tres municipios más pobres del conurbano,
nuestros problemas eran la regularización de la tenencia
de la tierra y la construcción de infraestructura.
Hicimos un programa de construcción de aproximadamente
veinte escuelas, como primera medida de ese periodo
en que estuvimos ahí.
Y
también apareció la política; estuvimos un año y pico
en el municipio, y tuvimos diferencias con el Intendente.
Ahí el Intendente de Florencio Varela me pidió si
le podía dar una mano, porque el no tenía política
de tierra y vivienda, entonces armamos una oficina
de tierra y vivienda en Florencio Varela, y se armó
un primer grupo que empezó a trabajar con estas cuestiones
como problema central y, sobre todo, con una concepción
sobre la organización social de la demanda. O sea,
trabajar con
la gente que vivía en asentamientos para ver cómo
se estructuraba su demanda.
En
ese momento también, y a partir de un convenio que
tenía Moreno con Puerto Iguazú, me encargaron hacer
el plan de Puerto Iguazú. El municipio funcionaba
en la terminal de ómnibus y tenía solamente Secretaría
de Gobierno, entonces nuestra tarea fue armar un municipio
desde el catastro, regularizar barrios, moverlos,
volver a trazarlos moviendo las casas de madera con
la gente. Fue el municipio del país que más creció,
en cada censo triplicaba su población, con lo cual
los problemas eran graves.
Cuando
Antonio Cafiero (histórico dirigente peronista) gana
la provincia de Buenos Aires, me plantean que vaya
a trabajar en el plan de gobierno. Salí entonces de
los temas más municipales para trabajar en el plan
de gobierno de una provincia. En el medio había tenido
alguna experiencia bastante alentadora, como el plan
de San Martín de los Andes (en la
Patagonia); ese sí lo hicimos en
asamblea permanente, con la gente, y fue una ciudad
que cambió el rumbo absolutamente.
CDLC:
Es cierto, cuando uno visita San Martín de los Andes,
a diferencia de otras localidades vecinas, encuentra
una ciudad donde “algo pasó”, en algún momento alguien
decidió ordenar.
FG:
Y la sociedad tomó conciencia, y luego han hecho varios
planes también. Las decisiones que se tomaron en ese
momento corrigieron el rumbo que venía trayendo la
ciudad. Volviendo a Buenos Aires, esa experiencia
fue muy buena y, en mi opinión, produjo
un cambio de cultura en la manera de funcionamiento
de la provincia: esta cuestión de armar programas,
administrar esta secuencia de programación.
Poco
después, cuando el Partido Justicialista ganó las
elecciones nacionales, en 1989, me propusieron hacerme
cargo de la Secretaría de Planeamiento de la ciudad. En ese
momento yo era todavía muy joven, tendría unos 36
años, y esa fue la posibilidad de desplegar todas
las cosas que venía pensando. Lo primero fue armar programas de barrios, separarlos por
problemas, reunirnos a discutir la problemática de
cada barrio, vincular eso con el presupuesto.
Planteamos una primera experiencia de hacer un presupuesto
discutido barrio por barrio, tener un banco de proyectos
de todos los barrios, hacer una política de villas
y así trabajar con una mesa de concertación, organizar
también una política específica para la gente de conventillos
y casas tomadas, y organizar una línea de trabajo
de remodelación de conventillos en el centro de la
ciudad. Después aparece todo el tema de patrimonio
y la posibilidad de intervenir en el centro, Avenida
de Mayo, etc. Y dentro de esas operaciones sobre el
centro, esta oportunidad que significaba el antiguo
Puerto Madero para proyectar su desarrollo. Fue una
experiencia corta, que duró sólo 3 años. Los problemas
que tuvo el Gobierno de la Ciudad, su relación con el
Presidente, problemas con los medios, contradicciones
del mismo Gobierno de la Ciudad, llevaron a que el
Intendente renuncie, y quedaron todo ese grupo de
líneas plantadas.
La
pregunta que surge es cuáles fueron las líneas que
siguieron y cuáles las que no. Por ejemplo, lo de
Avenida de Mayo se terminó ese año. El programa de
villas duró un poquito más, y se desarmó. Los conventillos
siguieron, luego hubo una etapa donde quisieron demolerlos
para construir casas nuevas donde estaban esos conventillos.
En general la conclusión que uno puede sacar es que
siguieron los programas que tenían un actor
claramente construido, que reivindicaba esa política
y que tenía el poder suficiente como para imponérselo
al Intendente. El caso de Puerto Madero fue uno. Un
sector que había sido muy reticente a que la expansión
se produjera en ese lugar, pronto verificó que para
la ciudad y para ellos podía ser beneficioso que el
centro tenga un nuevo proyecto. Y digamos también
que en la opinión pública hubiera sido malo abandonar
el proyecto.
Para
mí la salida del gobierno municipal fue muy dura,
porque estuvo llena de críticas; para el Intendente
fue una derrota profunda que nos llegó a todos. Además
el mundo que se expandía era el del menemismo, con
el que yo no tenía coincidencias. Yo podría decir
que esa experiencia municipal fue el último intento
de matriz social-demócrata, dentro del tiempo neoliberal
que se venía.
Lo
primero que hice fue trabajar en el armado del Parque
Industrial de la ciudad de La Plata, a pedido del Intendente.
Funcionó bien y siguió esa línea de modelo innovador
de gestión. Fue entonces cuando José Luis Coraggio
me propuso sumarme al proyecto de la Universidad de General Sarmiento,
en el noroeste del Area Metropolitana de Buenos Aires,
a 40
km. del centro de la ciudad.
Me dediqué entonces unos años a centrarme en ese proyecto,
que era el armado de la Escuela de Urbanismo dentro
del Instituto del Conurbano. Tuvimos que armar la
carrera, la institución, la
Ciudad Universitaria; fue un tiempo
que también pude dedicar a estudiar bastante sobre
lo que había pasado y producido. Durante esos años
me presenté a algunos concursos, como por ejemplo
el proyecto de las áreas verdes de Puerto Madero (que
ganamos) y pude vincular esta cuestión de los planes
de distintas escalas con el diseño urbano, de espacio
público, y agregar elementos de complejidad en esa
perspectiva de diseño.
En
ese momento, entre 1994 y 1995, comenzó una investigación
sobre el régimen municipal en la
Provincia de Buenos Aires, para estudiar
los problemas que tenían los municipios y reformular
la estructura municipal. El trabajo fue interesante
pero no logró relevancia. Tuvo una cartografía, de
todos modos, y hasta una teoría acerca de cual es
el tamaño adecuado de los municipios. Eso originó
todo un proyecto que generó la subdivisión de unos
cuantos municipios, aunque creo que debieron haber
sido algunos más, pero parece que a
algunos dirigentes políticos les tembló el pulso para
hacerlo... Yo estuve en la reunión donde se discutió
el tema de La
Matanza, y creo que en ese caso hubo
más indecisión del Gobernador que capacidad de presión
de los dirigentes. En todos los casos en que se realizó
la división, lo que sucedía era que el Intendente
no era un vecinalista o alguien de la realidad local,
sino un personaje de la televisión.
A
nosotros nos llevó mucho tiempo pensar cómo había
que acompañar el desarrollo de los nuevos municipios.
Desde Gral. Sarmiento trabajamos en el proyecto de
armado del centro
cívico del Municipio Malvinas Argentinas.
Eso los llevó a comprar un antiguo cuartel para desarrollar
un proyecto urbano que ahora está a mitad de camino
pero que con el tiempo va avanzando.
A
fines de la década del ´90 volví a la
Universidad de Buenos Aires, donde
había dado muchas clases pero me había alejado cuando
fui a trabajar a la Municipalidad. Me
presenté al concurso de urbanismo y gané una cátedra.
Así aparece una experiencia que ha sido lo central
en estos últimos años.
Luego
viene la crisis del 2001. No es que yo hubiera estado
distanciado de la política, pero no tenía una militancia
directa desde que me había ido de la Municipalidad, y en
ese momento volví
a los orígenes. Con la parroquia de mi barrio
empecé a salir a las noches en la calle a darle de
comer y asistir a la gente que trabajaba de cartonera
en las calles. Y con esta cuestión religiosa de acompañar
a los pobres, yo me encontré con la misma discusión
que había tenido en la década del ’60: el cura repartía
medallitas, rosarios, de alguna manera se hacía una
especie de proselitismo religioso, y yo volví a la
misma discusión que antes, sosteniendo que la política
es la dimensión más profunda de la caridad. Es decir,
que si uno quiere realmente hacer algo por la gente tiene que meterse, disputar
el poder. Eso coincidió con que en la provincia
me ofrecieron volver a participar, y entonces en medio
de la crisis hice la programación del Ministerio de
Educación, que se había convertido en un gran comedor,
y después de ese rol el Gobernador me ofreció ser
Secretario Vivienda y Urbanismo de la Provincia y ahí estuve
del 2004 al 2008.
En
el 2008 hubo un cambio de gobierno en la
Provincia y me ofrecieron volver
a la Corporación Antiguo
Puerto Madero y ver qué es lo que había pasado, ver
si esa entidad seguía siendo útil para encarar esos
proyectos y revisar desde ahí las políticas nacionales.
Y es lo que ha venido pasando. Mi lugar de trabajo
fue Puerto Madero, pero poco a poco empecé a comprometerme
en el armado de las políticas nacionales de obras
públicas, ahora estoy trabajando en la coordinación
del Plan Quinquenal de Gobierno y también con otras
políticas públicas.
Ahora
convendría hacer un resumen. Para alguien a quien
hoy en día le interese hacer urbanismo, creo que hay
trayectorias donde uno va descubriendo cosas y establecen
una dialéctica entre lo que uno busca y los caminos
que se le abren. Incluso los temas en los que uno
se especializa son los temas por los que a uno le
tocó atravesar. Y eso es lo que va dando la experiencia.
Hay muchos arquitectos o urbanistas que tratan de
agarrar por atajos y tener unas carreras profesionales
que rápidamente sean reconocidas. Pero yo a
los estudiantes les recomiendo más que nada trabajar
en un municipio un tiempo, para así aprender la vida
cotidiana del Estado, las restricciones, la relación
con la política, la tentación de las coimas, la
tentación de “tirarse a chanta” y no dar batalla,
y la rutina sacrificada de ir a lugares distantes.
Yo creo que esa es una condición importante para entender
la ciudad: ir conociendo los actores que van haciendo
la ciudad a partir de la interacción alrededor de
cosas concretas.

Un
escenario posible; Lineamientos Estratégicos
para la Región Metropolitana de Buenos Aires,
2006.
CDLC:
Estuviste hablando de tu trayectoria en cuanto a tu
función pública. Y antes cuando hablabas de las oportunidades
del trabajo de urbanismo, hablabas de la función pública,
la academia y el trabajo privado, los urbanistas o
arquitectos que trabajan para el capital, para los
grandes desarrolladores. También, dentro de ese mundo
privado, están los urbanistas que trabajan para el
Estado con una mirada externa, de consultoría, o a
través de organismos internacionales. Es otra forma
de la práctica no tan atada a los vaivenes de la política.
FG:
Algo que no mencioné es esto del trabajo con organismos
internacionales. A mí me tocó trabajar para el Banco
Mundial, el PNUD y el BID. Confieso que donde más
cómodo me sentí es en el BID, porque coincidió con
un tiempo en donde en BID tenía un área exploratoria.
Eso tuvo bastante que ver con la gestión de Enrique
V. Iglesias, que era una persona bastante innovadora
y que sobre los temas urbanos siempre desarrolló una
línea exploratoria de formulación de nuevas operaciones,
como programas de mejoramiento de barrios, sobre cascos
históricos o también sobre proyectos urbanos.
Hay
una línea de trabajo que muchas veces se abre en estas
entidades que promueven financiamiento, pero que en
el momento en que lo hacen profundizan sobre distintas
dimensiones de los proyectos. Y muchas veces exigen
el desarrollo de dimensiones que desde los gobiernos
locales no se contemplan, como por ejemplo la exigencia
de la participación, de la factibilidad económica,
la pregunta sobre cómo van a pagar la inversión que
van a hacer. Estas cosas también fueron introduciendo
a lo largo del tiempo una
cierta noción de la economía urbana y, por lo tanto,
la aparición de herramientas nuevas.
Hay
dos redes que para mí fueron importantes: una es Sociedad
y Territorio, que tiene origen en España y que armó
una buena cantidad de redes de vinculación en América
Latina, y la segunda fue el Lincoln
Institute of Land Policy, donde también
trabajé muchos años como profesor de sus cursos y
que ha tenido una penetración importante en el planteo
de problemas de economía urbana en la discusión sobre
la evolución de la ciudad.
Respecto
del armado de un estudio de urbanismo, cosas que me
planteé a lo largo de la vida, veo que por alguna
razón en Argentina existen grandes consultoras que
hacen proyectos para grandes obras, para empresas,
sistemas hidráulicos, etc. Sin embargo, ha habido
una gran dificultad para el armado de estudios profesionales
que se dediquen al tema de urbanismo. Vemos por ejemplo
que, en general, los arquitectos suelen invadir este
tema muchas veces con una concepción arquitectónica,
como si se tratara de una cuestión de arquitectura
pero a gran escala. Es decir, hacer proyectos y resolverlos
como un proyecto. Y en general los
resultados no han sido muy exitosos y no han logrado
instalar esta cuestión del urbanismo como relevante
en la agenda de los Intendentes o de los gobiernos.
En ese sentido, el trabajo específico de los
urbanistas que hacen planes ha tenido muchas dificultades
en dos dimensiones: garantizar la continuidad de ese
trabajo y que ese trabajo tenga una remuneración lógica
como para el desarrollo de un equipo profesional,
como por ejemplo encontramos en otros países, como
en Australia, donde hay oficinas importantes que cobran
adecuadamente por realizar estos planes. Esto también
apareció en España. Mi experiencia argentina fue en general trabajar
con municipios que tenían mucha dificultad para cobrar
en el momento, para competir en las licitaciones contra
la
Universidad o contra equipos universitarios
que no tenían la misma carga impositiva, que tenían
la logística resuelta de otra manera, y mucha dificultad
para sostener la demora en los pagos tradicionales
del Estado. Lo cual resulta en que quiénes realizan
este tipo de trabajo de manera profesional sean muy
pocos o casi inexistentes. Todos los que trabajamos
en lo mismo en general hemos ido desarmando nuestros
equipos u oficinas.
Yo
creo que esa dificultad de inserción de esta
disciplina como práctica profesional también explica
la falta de presencia del urbanismo en la agenda de
los gobiernos locales. Es decir, ni los intendentes
consideran que sea algo útil que tengan que pagar,
ni existe por parte de los profesionales un mecanismo
claro que diga cuál es la característica de ese producto,
cuánto vale, por qué funciona así.
Quizás
esto tenga que ver un poco con el perfil de los arquitectos
a cargo de este tema. Y yo veo que en los países en
donde nuestro trabajo está mejor anclado hay una mayor
presencia de los economistas desarrollando este tipo
de prácticas.
.jpg)

Puerto
Madero: propuesta síntesis del Concurso (1992)
y vista en la actualidad.
CDLC: Quisiera preguntarte,
en muy pocas palabras, tu proceso de evaluación de
Puerto Madero como un proyecto planteado desde fines
de los ’80 y que vino a resolver una situación portuaria
de la ciudad, y tu evaluación posterior acerca de
cómo ha evolucionado.
FG:
Yo creo que lo que ha pasado en esa época que mencionás,
a fines de los ’80, principios de los ’90, es la posibilidad
de aplicación de nuevas herramientas y, como consecuencia,
salir de la
pasividad a la que la llevaban las herramientas clásicas,
que eran la obra pública y la normativa. Es la
noción de proyecto
urbano y esta articulación entre intervención
de una escala más grande que la habitual, definición
de un modelo de gestión para gerenciar este tipo de
operaciones y, por otro lado, la utilización de un
instrumental económico más sofisticado como para estudiar
la viabilidad, el flujo de caja, la secuencia de las inversiones, nos permite intervenir
en una escala más grande, que tiene mayor impacto,
y que hace que los planes no sean libros que descansan
en una biblioteca sino transformaciones efectivas
de la ciudad.
La
segunda cuestión que también me parece interesante
es que el Estado se disponga a interactuar con el mercado de bienes raíces;
esa es una decisión importante. El mercado de bienes
raíces, dejado a su propia suerte o al que se le transfiere
la totalidad de la iniciativa de lo que va a pasar
en la ciudad, produce efectos de los que no da cuenta,
y luego el Estado luego tiene que subsidiar las soluciones
de los efectos negativos que dan las iniciativas de
mercado. Es decir, si
el Estado quiere conducir la política urbana tiene
que tener herramientas activas que impulsen las transformaciones
que proponen. Y yo creo que la experiencia de
Puerto Madero, en eso, claramente logró su objetivo.
Podríamos
hacer una cantidad de observaciones acerca de los
procesos participativos que acompañan estas instancias.
Yo creo que ahí hay una tensión, es decir que la ciudad
debe discutir estas cosas, pero asumiendo que la resistencia
al cambio tiende a hegemonizar y que en ese sentido
los Estados tienen que invertir una cuota importante
de su credibilidad, incluso para llevar adelante políticas
que a veces no tienen consenso. Yo creo que es un
desafío de los gobernantes sostener el conflicto que
significa transformar la realidad, porque objetivamente
uno ve que, en términos de participación, los que
más participan en estas discusiones son los que se
perjudican por un proyecto y los otros actores tienden
a participar tibiamente o a no participar. Y el Estado tiene en esos casos una responsabilidad
delegada de sostener sus iniciativas.
Esto
vale para la experiencia de Puerto Madero como para
muchas cosas, porque lo que vemos es que hay muchos
proyectos que no se hacen por falta de decisión o
por miedo al conflicto que significa cambiar la realidad.
Creo también que hay algunas cuestiones sobre los
mecanismos de gestión, las figuras más adecuadas,
las maneras de trabajar la relación entre el interés
económico, el político, el social. Y eso no es solamente
una cuestión de intenciones, sino de mecanismos de
gestión y formas de representación de actores. Entonces,
las formas de gestión de un proyecto de este tipo,
las formas de mejorar los mecanismos de transparencia,
mejorar la participación de los intereses sociales
en el desarrollo del proyecto, etc., son temas en
los que hay que abundar, que hay que pensar. A mí
me da miedo
la demonización de determinadas experiencias, que
frustra la posibilidad de traer verdaderas enseñanzas
y producir segundas y terceras generaciones de proyectos
que corrijan posibles deformaciones que haya podido
tener una primera generación.
Quizás
lo más comentado tiene que ver con la expresión formal
de estos proyectos. Yo creo que muchas veces esto
escapa a las dimensiones del urbanismo y penetra en
el mundo de la arquitectura. Cuando uno abre un campo
para que sobre ese campo se expanda la ciudad, se
expande la ciudad que es. Los edificios que aparecen
son los que produce esa sociedad, los arquitectos
que hegemonizan son los que hegemonizan esa sociedad.
Y yo no creo que ese sea un tema que se revierta con
los concursos, sino casi al contrario. Hay paradigmas
de valores que uno puede no compartir pero que están
en la sociedad, y uno no puede evitar cierta imagen
frívola o a la moda o efímera de las piezas de una
ciudad.
También,
como en todo fenómeno de construcción de grandes piezas
nuevas, en el momento en que se presentan lo hacen
con toda su contradicción y sus debates, y luego la
sociedad tiende a cuidarlas como piezas representativas
del mundo cultural y de las relaciones sociales que
se cristalizan en una época. Siempre aparece la pregunta
de cuánto los arquitectos quieren controlar ese espacio,
quieren agregarles sus propios paradigmas e imponérselos
a la sociedad. Y cuanto más abierta y participativa es la propuesta,
más transparentemente va a reflejar ese imaginario
social. Podrán acusarme de populista, pero yo
no soy de los que se rasgan las vestiduras al ver
cómo la gente modifica las casas y el conjunto se
va deformando y se convierte en un barrio, o
que en las plazas de los municipios pobres
pongan el monumento al bombero. Todas estas cuestiones
que determinado sector social mira como expresión
de mal gusto pero que en el fondo son expresiones
de una sociedad.
FG – MC y DR
Ver los sitios de la Corporación
Antiguo Puerto Madero y la Cátedra
Garay (FADU-UBA) en la Web.
Sobre los temas referidos en esta entrevista,
ver también en café
de las ciudades:
Número 82 | Terquedades
Una mirada arrabalera
a Buenos Aires | Terquedad
de Puerto Madero y los paseos costeros | Mario
L. Tercco
Número 60 | Planes de las ciudades (II)
Lineamientos
Estratégicos para la Región Metropolitana de Buenos
Aires | Escenarios
alternativos, políticas urbanas, instrumentos de gestión;
entrevista a Alfredo Garay | Marcelo Corti
Número 26 | Proyectos de las ciudades
(II)
El
impacto metropolitano de los grandes proyectos urbanos | Los
casos de Puerto Madero y la Nueva Centralidad de Malvinas
Argentinas. |Norberto Iglesias