¿Hubo
alguna vez ciudades tontas? ¿Habrían
sobrevivido las ciudades, la construcción humana más
compleja, si no hubiera habida mucha inteligencia colectiva?
Solamente la distribución de las aguas blancas y negras,
la iluminación y la energía, la eliminación de residuos,
la construcción en altura, el abastecimiento de alimentos,
la organización el transporte, etc., suponen tecnologías
y modos de gestión de inteligencia acumulada y de capacidad
de innovación permanente. Ahora la moda es descubrir
que las ciudades pueden ser inteligentes. Si no lo fueran
no existirían.
En realidad se trata de un reclamo
publicitario. ¿De las ciudades? Aparentemente sí,
pero la fama dura poco. Ha habido tantas ciudades adjetivadas
para llamar la atención que ninguna ha arraigado. Por
la sencilla razón de que todas
más o menos se pueden aplicar el adjetivo prometedor.
Y además el dicho adjetivo casi nunca
es el calificativo más definidor de la ciudad.
¿Ciudades patrimonio
de la humanidad? La Unesco ha encontrado
un nicho bastante lucrativo, se hace pagar el título.
En todas partes encuentras dicho patrimonio. ¿Ciudades globales? Saskia Sassen primero seleccionó tres
ciudades globales, pero
otras grandes ciudades protestaron. Amplió la lista
pero entonces tuvo que establecer categorías. Casi nadie
quedó contento. Además si muchas eran globales se perdía
el valor de la
distinción. Al final ella, como ya
había hecho Castells, acabaron reconociendo que todas
las ciudades, unas más o menos, tenían una dimensión
o unos elementos globalizados.
Otras ciudades se apoyan en rankings
diversos que los favorecen. Ciudades de negocios,
atractivas para las inversiones, con zonas de prestigio
para la localización de entidades financieras y sedes
de grandes empresas. Otras ciudades venden su calidad de vida, su oferta
cultural o de ocio, su imagen, su potencial innovador,
o se autoproclaman “ecológicas” o “sostenibles”.
O sencillamente se legitiman por su historia.
Otras ofrecen su posición que favorece los intercambios,
las conexiones globales, su inserción en una macroregión
económica. En fin todas las ciudades acaban vendiendo los mismos
atributos, todas poseen sus atractivos, todas se visten
de seda y se ponen en venta.
Como decía Coco Chanel,”no hay mujeres feas, hay mujeres que no se saben
vestir”. Pero si los modelos exclusivos
se convierten en “prêt porter” se pierde el encanto
de la diferencia. Solución: vender
humo. Algo que les atribuya un plus de distinción,
algo etéreo que les proporcione una aura que añada algo
tan especial que les haga diferentes. Después de mitificar
la economía postindustrial y de embobarse con la filosofía
postmodernista emergieron nuevos
conceptos-productos urbanos entre banales y confusos:
la ciudad informacional, la ciudad competitiva, la ciudad del conocimiento,
las ciudades creativas y ahora la moda es la ciudad
inteligente.
¿La ciudad informacional? Seguramente la propuesta conceptual
más seria y en consecuencia la menos exitosa en el mercado
de valores urbanos dominantes. Proponía un modo de producción
novedoso basado en las redes propiciadas por Internet.
La ciudad aglomerada ya no era resultado de las economías
de aglomeración. Internet rompía las barreras del espacio
y del tiempo. Todo era posible “just in time”. Pero
tenía dos puntos débiles. Separaba el modo de producción
de las relaciones de producción y por lo tanto prescindía de las contradicciones sociales.
El modo de producción no depende de la tecnología, es
más bien al revés. La aparición y
masificación del teléfono o del auto, por ejemplo, han
generado transformaciones sociales pero no han dado
lugar a un modo de producción. El
otro punto discutible es que legitimaba
la dispersión urbana con sus efectos segregadores
y excluyentes y sus costos ambientales que afectaban
a amplios sectores de la población. Los proletarios actuales son los que trabajan con las computadoras pero
tienden a perder su calidad de ciudadanos. El concepto
optimista de ciudad informacional que maximiza las libertades
de los individuos no es humo, es una cortina de humo que enmascara las relativamente
nuevas formas de explotación.
La ciudad competitiva es
probablemente la
más tramposa. En primer lugar es un concepto absurdo,
el territorio no es competitivo. Una ciudad puede ser
más o menos atractiva para los turistas, los congresistas,
los emigrantes o las mafias. Su gobierno o sus elites
pueden competir para organizar un evento o ser sede
de un organismo internacional. Pero nadie es propietario
del territorio o de la ciudad, lo son en todo caso las
generaciones pasadas, presentes y futuras. Pero este
absurdo teórico es un concepto práctico que sirve para
legitimar las operaciones especulativas, los costes
sociales debidos a la reducción del salario directo
(monetario) e indirecto (los bienes y servicios que
proporciona la ciudad a sus habitantes). La ciudad competitiva,
a su vez “sobrelegitimada” por la perversión de la cultura
estratégica, es hoy un instrumento urbanicida pues sirve
para generar enclaves en la ciudad aglomerada y marginaciones
en las zonas urbanizadas sin ciudad.
La ciudad del conocimiento es, paradójicamente, el concepto más tonto de
todos. Como su hermano, la economía del conocimiento.
No hay ciudad sin conocimiento, es el capital social
e intelectual de sus habitantes, su organización política
y urbana, sus actividades y sus pautas de convivencia.
La economía del conocimiento es un concepto vacuo, su
uso solo se explica por aquel adagio “dime de lo que
presumes y te diré de lo que careces”. Ciertamente la
“teoría económica” dominante no proporciona un conocimiento
de la realidad social pero sí que legitima la
disolución de la ciudad a favor de la especulación urbana.
Lamentablemente, los expertos más
representativos de la cultura urbana promocionada por
los grandes medios legitiman el urbanicidio actual.
En el Smart City Expo World Congreso celebrado recientemente
en Barcelona
(19-21 de noviembre de 2013) fueron invitados cuatro
conferenciantes de gran prestigio y cuantiosos emolumentos.
Uno de ellos trabaja para las grandes empresas (como
Coca Cola, Ford, etc.) para mejorar su imagen ambiental.
Otro investiga modelos de automóvil que ocupen menos
espacio (“plegables” por ejemplo) para que cada persona
tenga su vehículo. Y un tercero es un experto del Banco
Mundial, organismo que en su Informe de finales del
año 2009, cuando la crisis financiera-inmobiliaria había
explotado dos años antes, consideraban los kilómetros
cuadrados urbanizados en las dispersas periferias como
indicador de desarrollo económico. El resultado ya lo
conocíamos: bancos insolventes, millones de desahuciados,
viviendas vacías y urbanización sin ciudad.
Las ciudades creativas es un concepto cuya principal “virtud”
es haber enriquecido al cuarto conferenciante presentado
como gran figura en
el congreso de las Smart Cities ya citado. Me refiero
al señor Richard Florida, cuya aportación más conocida es considerar como indicador de
“creatividad” el porcentaje de gays en la ciudad. Es cierto que la ciudad es un ámbito proclive
a la
creatividad. Es algo muy conocido y
la prueba es que las religiones monoteístas y los poderes políticos
autoritarios han sido siempre enemigos de la ciudad.
Es
el espacio que contiene el tiempo, que acumula memorias
colectivas y conocimientos diversos, es
donde se mezclan personas y actividades, donde
se producen los intercambios múltiples, programados
o no programados, donde aparecen las oportunidades generadas
por el azar. Personas más serias y discretas lo han
explicado antes, mucho mejor y de forma más concisa.
Fue el líder del Distrito de la City de Londres que
dijo en un acto público en Buenos Aires (1997) que el
mejor equipamiento económico de la ciudad era el “pub”,
dónde gente distinta habla de todo con todos. O
las inteligentes reflexiones de Ascher sobre la “serendipity”
que ofrece la ciudad compacta y plural y su importancia
para la innovación.
Y finalmente hemos llegado a la culminación de estos disparatados e interesados
conceptos con la moda de las smart
cities. Una operación publicitaria para que empresas o grupos empresariales vendan
sus “tecnologías” al papanatismo de gobiernos nacionales
y locales, mientras se pretende convencer a la ciudadanía
de vivir en “ciudades verdaderamente inteligentes”.
La inteligencia urbana no es comprar los últimos productos
de la tecnología sino aquéllos
que se combinan con las habilidades y comportamientos
de la población, el buen uso de los recursos y las prioridades
sociales y las características morfológicas
y el funcionamiento del territorio. Jorge
Hardoy me comentaba hace muchos años que visitando la
ciudad argentina de Salta, en zona subtropical, los
responsables locales le mostraron orgullosos dos fantásticas
máquinas de sacar la nieve gracias a un programa de
cooperación con los países nórdicos europeos. El problema
es que en Salta no ha nevado nunca. Después del terremoto
que afectó a Ciudad de México en 1985 participé en un
seminario organizado por el Gobierno de la Nación en
el que tres expertos norteamericanos y uno japonés pretendían
vender cada uno un sistema para prever la llegada de
un terremoto. El japonés, el más agresivo y cuyo sistema
era el más costoso, tuvo que explicar que solo se podía
garantizar que la información llegara a la costa de
México dos o tres minutos antes de que el terremoto
afectara a una gran parte del país.

Mi Universidad ocupa tres plantas de un edificio que se presenta como
ejemplo de modelo más avanzado de arquitectura ecológica
gracias a las más modernas tecnologías. Se denomina
Mediatic y ha sido exaltado por la prensa más boba o
debidamente pagada. ¿Sostenible
consumir energía en un clima mediterráneo con 300 días
de sol al año debido a que no se permite ninguna apertura,
el sol entra apenas y el aire nunca? Incluso para
ir de una planta a otra, que es constante, hay que tomar
necesariamente el ascensor que te hace esperar y debe
subir y bajar varias plantas.
El concepto de “ciudades inteligentes” es simplemente
una cursilería ridícula propia solo de publicitarios desvergonzados al
servicio de empresas poco escrupulosas y que se encuentran
con clientes pasmados ante la “tecnología” novedosa.
Las ciudades no se merecen estos calificativos interesados que oscurecen
la visión de la realidad, facilitan negocios a las empresas
que presumen de tecnología y justifican operaciones
costosas de los responsables políticos. Mejor sería
ocuparse de las ciudades y los sistemas de ciudades
y no la urbanización ciega y desregulada, reducir
las desigualdades sociales y garantizar la calidad de
vida de las poblaciones urbanas y recuperar conceptos
más claros como el derecho a la ciudad y el gobierno
democrático del territorio.
JB, noviembre de 2013
El autor es geógrafo y urbanista. Actualmente dirige
el Master
en Gestión de la Ciudad en
la UOC. Entre 1983 y 1995
formó parte del Gobierno de la ciudad de Barcelona como
Teniente de Alcalde, responsable de descentralización
y participación, director ejecutivo del área metropolitana,
delegado de Relaciones Internacionales y presidente
de la ponencia redactora del proyecto de ley especial
para la ciudad. Es autor, además, de los libros Global
y Local (con Manuel Castells), Espacio público, ciudad
y ciudadanía, La
ciudad conquistada,
Luces
y sombras del urbanismo de Barcelona y Ciudades,
una ecuación imposible
(con Mireia Belil y Marcelo Corti), estos dos últimos
editados en Argentina por café
de las ciudades.
Recientemente se presentó su nuevo libro Revolución
urbana y derechos ciudadanos (Alianza Editorial, Madrid,
2013).
De su autoría, ver también en café
de las ciudades:
Número 2 | Tendencias
Jordi
Borja: La Ciudad Conquistada | "La ciudad es el desafío a los dioses, la torre de Babel, la mezcla
de lenguas y culturas, de oficios y de ideas. Sin memoria
y sin futuro la ciudad es decadencia". | Jordi
Borja |
Número 15 | Política
"Tendencia
no es destino" | Ciudadanía global e innovación en La Ciudad Conquistada,
de Jordi Borja. | Marcelo Corti |
Número 21 | Política
Barcelona
y su urbanismo |
Exitos pasados, desafíos presentes, oportunidades futuras.
| Jordi Borja
Número 31 | Tendencias
La
Revolución Urbana (I) | Las ciudades ante la globalización: entre la sumisión y la resistencia.
| Por Jordi Borja
Número 32 | Tendencias
La
Revolución Urbana (II) |
De un urbanismo de oferta a un urbanismo de demanda:
oportunidades, peligros y abusos. | Jordi Borja
Número 38 | Política de las ciudades (I)
"El
circulo vicioso de la marginación" | Jordi Borja y la violencia en el banlieue de París.
| Jordi Borja
Número 42 | Política de las ciudades (I)
Espacio
público, condición de la ciudad democrática | La creación de un lugar de intercambio. | Jordi Borja
Número 64 | Política de las ciudades (I)
La
izquierda errante en busca de la ciudad futura | Un lugar de encuentros múltiples entre gentes diferentes
| Jordi Borja
Número 81 | Cultura de las ciudades (I)
François
Ascher | Pensamiento crítico y acción en la sociedad hipermoderna
| Jordi Borja
Número 87 | Política de las Ciudades (I)
Siete
líneas para la reflexión y la acción | Después de la “burbuja” inmobiliaria en Barcelona
| Jordi Borja
Número 104 | Política de las Ciudades (I)
Carta
desde Barcelona: elecciones y campamentos en las plazas | Los Indignados y la construcción colectiva
de una acción política | Jordi Borja
Número 108 I Urbanidad contemporánea
Ciudades
del mañana I Derecho a la ciudad y democracia real I Por Jordi Borja
Número 115 I Política de las ciudades (I)
¡Devuélvannos
lo que es de ustedes! I Repsol y la expropiación de YPF en Argentina I Por
Jordi Borja
Sobre ciudades Patrimonio de la Humanidad, ver también
en café
de las ciudades:
Número
40 | Lugares
Quebrada
de Humahuaca, del patrimonio a la innovación | Los desafíos culturales, sociales y ambientales en el norte andino
argentino. | Marcelo Corti
Número
122 | Ambiente,
Proyectos y Cultura de las Ciudades
El
Paisaje Cultural Cafetero de Colombia | Reflexiones sobre su sostenibilidad tras la
inclusión en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO |Mercedes Cristina León Calderón
Número
107 | NUEVA SECCION - POSICiones Cordobesas (II)
Patrimonio
y después | Miradas desde el sur | Mariana Isabel Bettolli
Número
124 | Arquitectura
de las ciudades
De
Geddes a la Bauhaus | Tel
Aviv, patrimonio de la humanidad | Hilda
Noemí Cosogliad
Sobre
ciudades globales:
Número
10 | Tendencias
Saskia
Sassen: una visita guiada a la Ciudad Global | Dispersión, centralidad, nuevos movimientos
políticos, culturas alternativas, y una pregunta: ¿de
quién es la ciudad? | Saskia Sassen |
Número
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"La
mundialización como nosotros la queremos" | Recomendaciones para las ciudades globales del
Mercosur. | Norberto Iglesias
Sobre rankings de ciudades:
Número 96 | Urbanidad contemporánea
El
Indice de Ciudades Globales de Foreign Policy | Entre los negocios y la felicidad… | Marcelo Corti
Sobre la competencia entre ciudades:
Número 40 | Cultura de las ciudades
(I)
La
dorada cometa, el plateado viento | Sobre la competencia entre ciudades y las arquitecturas
emblemáticas... | Ray Bradbury
Número 55 | Tendencias (II)
Las
siete plagas de la ciudad contemporánea | Marketing, gestión, participación, valorización,
glamour, competitividad y valores de clase media: cómo
y por qué liberar a las ciudades de su influjo (o al
menos procurar mantenerlos en niveles limitados). | Carmelo Ricot
Y sobre la “serendipity”:
Número 64 | Política de las ciudades (I)
La
izquierda errante en busca de la ciudad futura | Un lugar de encuentros múltiples entre gentes diferentes
| Jordi Borja