La
Revolución Urbana (I)
Las
ciudades ante la globalización: entre la sumisión
y la resistencia.
Por
Jordi Borja
N.
de la R.: Este texto de Jordi Borja fue elaborado recientemente
para la
Universitat Autònoma de Barcelona, y es un fragmento de la
introducción a los textos de
David Harvey y Neil Smith "Revolución y contrarrevolución
en la ciudad global".
En
el próximo número se publicará, sobre el mismo
tema,
el texto de la conferencia brindada por Borja el pasado 6 de abril
en el bar Tuñón de Buenos Aires, que organizara
café
de las ciudades.

El texto que
sigue expone brevemente las características y contradicciones
de la "revolución urbana" de nuestra época,
tomando como principal referente concreto el caso de Barcelona.
Por una parte tenemos en cuenta las contribuciones de autores como
David Harvey, Neil Smith y otros que han analizado las contradicciones
de la ciudad post-industrial (1).
Y por otra avanzaremos algunas hipótesis sobre el caso barcelonés,
a partir de la emergencia de nuevas prácticas públicas
desde los inicios de la década de los ´90, de las respuestas
sociales a las mismas y de la renovación del pensamiento
crítico que había quedado relegado debido al éxito
y al consenso del urbanismo de los ´80 (ver al respecto la última
parte de esta nota).
Veremos
en segundo lugar las respuestas del urbanismo, la revalorización
de la ciudad y las dinámicas fragmentadoras y segregadoras
que se dan en ella. Y finalmente el debate sobre los modelos de
ciudad en curso (¿Barcelona es un modelo?) y su relación
con el derecho a la ciudad, propio de nuestra cultura democrática
(2).
La revolución urbana
El término
"revolución urbana", que usó Gordon Childe
en su obra clásica sobre la Antigüedad, ha sido recientemente
reutilizado por F. Ascher (Nuevos principios de urbanismo,
Alianza Ed., Madrid, 2003). La revolución urbana no es la
traducción directa de la globalización en el territorio,
pero sí que viene causada por un conjunto de factores tecnológicos,
económicos, políticos, sociales y culturales que también
se vinculan a la globalización, concepto por otra parte
suficientemente confuso, lo que permite que sirva un poco para
todo (3).

a) La informatización
(por ejemplo, la difusión de las computadoras) ha modificado
las relaciones espacio-tiempo y permite desarrollar actividades
diversas (profesionales, de ocio o cultura, de educación,
de consumo) sin depender de una localización rígida.
Si a ello se une la generalización de las formas modernas
de comunicación, como el auto privado y las redes regionales
de transporte y la telefonía móvil, es fácil
deducir que la ciudad hoy ya no es lo que era.
b) Los nuevos
territorios urbanos ya no se reducen a la ciudad central y su entorno
más o menos aglomerado, lo que se llamó el "área
metropolitana" (es decir, el modelo de ciudad de la sociedad
industrial). El territorio urbano-regional es discontinuo, mezcla
de zonas compactas con otras difusas, de centralidades diversas
y áreas marginales, de espacios urbanizados y otros preservados
o expectantes. Una ciudad de ciudades, en su versión optimista,
o una combinación perversa entre enclaves globalizados
de excelencia y fragmentos urbanos de bajo perfil ciudadano.
c) El capital
dominante es hoy financiero más que productivo, nómada
más que sedentario. Las decisiones se han "externalizado"
del territorio, el cual se ha vulnerabilizado al tiempo que ha entrado
en la carrera competitiva para atraer inversiones, actividades emblemáticas,
turistas, etc. El capital fijo, dependiente del entramado económico
local, se resquebraja, y las infraestructuras que soportan la nueva
economía corren el riesgo de ser de uso efímero.
d) El ámbito
local-regional ha sido históricamente el de la reproducción
social (educación, sanidad, vivienda, etc), hoy afectado
por la crisis del welfare state (o por su carácter
inconcluso) al mismo tiempo que las demandas se multiplican (formación
continuada, envejecimiento, reducción del tamaño del
núcleo familiar, colectivos pobres o marginales, etc.). Los
poderes locales y regionales deben reorientar sus funciones hacia
la "producción social" puesto que la "competitividad"
del territorio corresponde a esta escala más que a la del
"Estado-nación". Pero no disponen de las competencias
y recursos para ello (Smith, N., El redimensionamiento de las
ciudades).
e) La sociedad
urbana se ha hecho más compleja, más individualizada
y más multicultural. Las grandes clases sociales de la época
industrial se han fragmentado, los grupos sociales se definen en
función de criterios múltiples (territoriales, culturales,
etc. además de su relación con la producción),
la autonomía del individuo se ha multiplicado. Los comportamientos
urbanos se han diversificado (en los tiempos, movilidades, relaciones
sociales, etc.) y por lo tanto también las demandas. Hoy
las políticas urbanas no pueden ser simplemente de "oferta"
masiva, dirigida a grandes colectivos supuestamente homogéneos.
f) Pero hay
una paradoja: al mismo tiempo que individuos y ciudades apuestan
por la distinción y la diferencia, las pautas culturales
se globalizan y se homogeneizan (Harvey, D., El arte de la renta).
Arquitecturas y formas de consumo, informaciones y comportamientos
de ocio, lenguas (las variantes del pseudoinglés) y vestimentas,
se banalizan y pierden sus elementos distintivos cualificantes.
La carrera hacia la competitividad mediante la distinción
lleva a la no-competividad mediante la banalización.
g) La gobernabilidad
de los territorios urbano-regionales se convierte en un difícil
desafío. Especialmente difícil, debido a los factores
citados que ahora resumimos:
- la multidimensionalidad
del territorio urbano-regional (centros, periferias, red incompleta
de geometría variable de ciudades medias y pequeñas,
urbanización difusa, enclaves y hábitat marginal,
etc.),
-las potentes
dinámicas privadas de ocupación de suelo; en Barcelona-región
metropolitana, en los últimos 25 años, la urbanización
del suelo se ha multiplicado por dos siendo la población
estable (4),
-la nueva complejidad
de la sociedad urbana y la diversidad de sus demandas y de sus comportamientos
(movilidad, doble residencia...)
-la fragmentación
de los poderes locales (entre 150 y 200 municipios en la región
metropolitana de Barcelona, más comarcas, mancomunidades,
entidades metropolitanas, Diputación, Generalitat, ministerios)
que cooperan y se solapan, compiten, se estorban...
-la fuerza económica
y a veces legal de las iniciativas privadas o de entes públicos
sectoriales a la hora de definir o modificar grandes proyectos sectoriales
sobre el territorio.
La gobernabilidad
de estos territorios exige una capacidad de innovación
política que el marco institucional obstaculiza y que
la deficiente representatividad de los partidos, convertidos en
maquinarias electorales para ocupar posiciones en las instituciones,
difícilmente supera (Borja, J., La
ciudad conquistada, Alianza Ed., Madrid, 2003).

Las
ciudades ante los efectos más o menos perversos de la globalización:
entre la sumisión y la resistencia
El análisis
según una matriz explicativa de una sola dirección
es más gratificante: te aseguras un sector de público
partidario de tu discurso, y si otro sector lo crítica, pues
muy bien, es sabido que lo importante es que hablen de uno, y si
hablan mal mejor, la gente se fija más. Pero, con el riesgo
de no complacer ni a tirios ni a troyanos, me parece inevitable
presentar un análisis que pone de relieve las ambivalencias
más que las bondades o maldades de los procesos y de los
discursos urbanos actuales. Y las conclusiones serán irremediablemente
abiertas. Lo siento, el pensamiento dialéctico no produce
automáticamente la síntesis superadora...
En el plano
económico, el discurso globalizador tuvo un arranque arrollador.
La presentación de las ciudades como lugares nodales (Castells
y Sassen, obras citadas), las nuevas oportunidades de los territorios
(argumento apoyado en emergencias y reconversiones exitosas) y la
prioridad al posicionamiento en las redes globales y, en consecuencia,
a su proyección exterior, han sido elementos clave de la
construcción del vademécum de la buena política
urbana. El plan estratégico, a su vez, ha sido la herramienta
operativa (o ha pretendido serlo) de las ciudades aspirantes a triunfar
en el mundo global mediante el discurso "hipercompetitivo".
Un tipo de plan no normativo, que favorece tanto una concertación
de cúpulas políticas con cúpulas económicas
como un amplio proceso participativo. Y que puede convertirse en
un proyecto político transformador de la ciudad o derivar
en una cortina de humo llena de buenas intenciones sin otra
función que legitimar las prácticas del poder.
Ha habido reacciones
sociales y políticas críticas, que han denunciado
desde un plano ideológico cómo la aceptación
de la prioridad a la "competitividad" significaba aceptar
casi siempre una posición de dependencia respecto a los mecanismos
excluyentes que dominan la vida financiera y comercial internacional
y que en la práctica acentuaban las desigualdades y la dualización
social y territorial de la ciudad. Estas reacciones apuestan por
planes de carácter más proteccionista, alternativos,
que a su manera pueden ser modernizadores (por ejemplo, la "nueva
cultura del agua", concepto revindicativo y alternativo forjado
por el movimiento social de oposición al Plan Hidrológico
Nacional, derogado por el actual gobierno de España), reutilizadores
del capital fijo y generadores de empleo. En bastantes casos, la
oposición a la adaptación acrítica a la globalización
se fundamentó también en la revalorización
de los elementos identitarios del territorio y en la defensa de
la calidad de vida y de un desarrollo sostenible.
La síntesis
teóricamente posible es cuadrar la ecuación competitividad,
cohesión social, sostenibilidad, gobernabilidad y participación.
No es evidente, y aun no se descubierto la piedra filosofal para
ello, por lo menos "rebus sic stantibus".
Es significativa
la importancia creciente que adquieren los factores culturales en
la orientación de los procesos urbanos actuales. Por una
parte, la conciencia de las desigualdades sociales, el afán
de distinción, el miedo a los otros y el refugio en la vida
privada son muy funcionales al modelo del urbanismo globalizado,
que describimos más adelante. Por otra surge una contestación
cultural a los impactos de la globalización y de la economía
de mercado sobre el territorio.
La defensa del
patrimonio construido del paisaje, de la población y sus
habilidades, de las relaciones sociales consolidadas por el tiempo,
de la lengua y de las culturas específicas y la valorización
de la animación urbana (por ejemplo de la calle y el espacio
público como elementos fundamentales de la ciudad) todo ello
cuenta cada vez más en la resistencia a los proyectos privados
o públicos con fuertes impactos sobre el territorio. El rechazo
a la homogeneización cultural que conlleva la globalización
también forma parte de los actuales procesos urbanos.
La cuestión
es si estas resistencias son simplemente una oposición legítima
pero conservadora o por el contrario pueden ser una palanca de desarrollo
autocentrado en nuestro mundo global. En todo caso las anteriores
reflexiones matizan las posiciones críticas que se expresan
en los textos de Smith y Harvey.

Urbanismo
globalizado versus urbanismo ciudadano.
Es sobre los
modelos de desarrollo urbano que parece más pertinente detenerse
en este texto. Es evidente que existen unas dinámicas territoriales
empujadas por la globalización (Smith) en un marco imperfecto
de economía de mercado dominado por los que disponen de "rentas
monopólicas" (para usar el lenguaje de Harvey). Pero
también lo es que hay dinámicas de signo contrario
o que modifican los efectos de las primeras.
El modelo de
desarrollo urbano característico de la era de la globalización
es la "urbanización difusa y discontinua" mediante
"productos urbanos" constitutivos de enclaves o
parques temáticos mercantilizados (de ocio, comerciales,
empresariales, tecnológicos, etc.) y áreas degradadas
o marginales (Muxí, Z., La
arquitectura de la ciudad global, G.Gili, Barcelona,
2004). Una urbanización de suelo regional que puede darse
sin crecimiento económico, en América latina por ejemplo,
o sin crecimiento demográfico como en Europa (5).
Es la urbanización que genera "espacios lacónicos"
punteados por shopping malls y gasolineras (Ingersoll, op.
cit.), de las "áreas de excelencia" (parques empresariales
o tecnológicos, barrios cerrados exclusivos), red de autopistas
y estratificación social en función de la distancia-tiempo
a los lugares de centralidad.
Sin embargo
hay dinámicas de sentido contrario que encuentran también
su expresión en el urbanismo actual. No tanto en el new
urbanism que crea sucedáneos de "ciudad
europea compacta" sino en el urbanismo "ciudadano"
presente en grados diversos en las políticas de bastantes
ciudades europeas y americanas. Es el urbanismo del "espacio
público" y de la ciudad densa (que ha distinguido
el llamado "modelo de Barcelona"), de construcción
de centralidades (6),
de mixtura social y funcional (sobre la mixtura social, ver especialmente
la experiencia francesa, normativizada en la Ley de Solidaridad
y Renovación Urbana, de 1999).
La arquitectura
banalizada y estandarizada caracteriza al urbanismo "globalizado",
lo mismo que el uso y el abuso de las arquitecturas ostentosas
y "no reproducibles" (7)
para marcar simbólicamente las zonas de excelencia. El urbanismo
"ciudadano" apuesta por el perfil identitario de lo urbano,
atendiendo a la morfología del lugar, a la calidad del entorno
y a la integración de los elementos arquitectónicos
excepcionales o emblemáticos. En la realidad es frecuente
que ambas tendencias se mezclen y confronten en la misma ciudad,
como en la Barcelona actual.
El efecto "político"
de esta confrontación de modelos es incierto, aunque no cabe
duda de que, con independencia de las voluntades políticas
locales, en el marco de la economía globalizada capitalista,
de la propiedad privada del suelo y de la mercantilización
de la vivienda, la tendencia dominante es la de la "urbanización
difusa" y de la producción de enclaves o parques temáticos.
Es la del urbanismo de la privatización, de la distinción
y del miedo (8).
En algunos países europeos se han implementado políticas
urbanas de signo ciudadano, como en Gran Bretaña (9)
y en Francia (10)
pero en el mejor de los casos se obtienen resultados contradictorios,
es decir, un poco de todo... En Francia, la hegemonía cultural
del "projet urbain" que ha orientado el excelente
urbanismo de diversas ciudades en los últimos 20 años,
no ha impedido la urbanización difusa, creciente y banal
de una parte importante del territorio (11).
Aunque, siguiendo
el razonamiento de Harvey, se puede interpretar que el resultado
final es muy funcional al urbanismo de la globalización,
puesto que la competitividad entre los territorios requiere estos
"lugares nodales de cualidad" que son las ciudades vivas,
con espacios públicos animados y ofertas culturales y comerciales
diversas, con entornos agradables y seguros, donde se concentra
el terciario de excelencia y el ocio atractivo para los visitantes.
Los residentes son los extras de la película.
El efecto directamente
político de esta confrontación (desigual) de tendencias
es el que nos plantea una incertidumbre sobre el devenir de la democracia
en el territorio. Por una parte, hay un resurgir del ámbito
político urbano-regional. Se habla incluso, a favor o en
contra, de las nuevas "ciudad-estado". En las regiones
metropolitanas, como hemos visto al principio, se plantean problemas
de gobernabilidad. Pero también son, o pueden ser, ámbitos
de innovación política, como apuntan algunos procesos
de descentralización, de contractualización interinstitucional,
de gestión cívica o participativa, de concertación
público-privada, de experimentación de democracia
deliberativa y de e-gobernabilidad (electrónica o virtual).
Sin embargo,
las crecientes desigualdades en el territorio, la división
cada vez más manifiesta entre "incluidos y excluidos"
que caracteriza por ahora más a la ciudad americana que a
la europea, pero que también está presente entre nosotros,
pueden dar lugar a una "lucha de clases en el territorio"
o una "conflictividad asimétrica" (12)
de difícil gestión en la fragmentada democracia local.
La agudización de los conflictos entre colectivos sociales
segregados puede desembocar en el "fascismo urbano" que
recientemente anunciaba Sassen (13).
Sin embargo, en las ciudades o territorios metropolitanos relativamente
integrados el conflicto se simetriza, se constituyen poderes locales
fuertes y las demandas sociales pueden agregarse y llegar a generar
una sociedad política que exprese valores y revindicaciones
de ciudadanía. El urbanismo no garantiza la integración
ciudadana plena, que depende también del empleo, el acceso
a la educación y la cultura, el reconocimiento de derechos
iguales para todos los habitantes, etc. Pero el urbanismo si que
crea condiciones que facilitan considerablemente la integración
ciudadana o, al contrario, son factores de marginación.
En resumen,
la ciudad democrática es una conquista permanente, un campo
abierto de confrontación de valores e intereses, un desafío
a la innovación política, a la imaginación
urbanística y a la movilización cívica.
A continuación
exponemos una breve reflexión sobre el "modelo Barcelona",
un caso en el que la dialéctica urbana, la confrontación
en torno a las políticas urbanas, se ha manifestado con formas
muy explícitas, es decir, se ha concretado en dinámicas
y actuaciones territoriales opuestas, en los últimos 25 años.

Sobre el hipotético modelo Barcelona
¿Existe un modelo
de transformación urbana denominable Barcelona? (14)
¿Es solamente una marca, un label de marketing
urbano exitoso?. Existe en todo caso una percepción
social (local e internacional), tanto en el ámbito político
como en intelectual, de que el urbanismo barcelonés de los
´80 y ´90 se ha caracterizado por un conjunto de políticas
públicas que han configurado unas prácticas y unos
discursos coherentes y que se han reflejado tanto en las formas
físicas como en los usos sociales del territorio. El referirse
a ello como modelo, es decir como algo ejemplar y transferible a
otras ciudades, ha sido en parte una operación promocional
de la ciudad (de su gobierno, de sectores profesionales y de algunas
empresas de servicios). Pero la fama y la "inspiración"
en Barcelona, y a veces la copia, se ha debido más a la necesidad
de otras ciudades de encontrar experiencias que sirvieran de legitimación
ante la necesidad de inventar "nuevas políticas"
que respondieran a los desafíos de la globalización.
El "modelo"
barcelonés" parte de unas premisas interesantes, aunque
no es evidente que estén todavía vigentes y menos
aún que lo hecho sea un modelo aplicable a otras ciudades.
Siempre es posible recibir estímulos de otras experiencias:
la práctica urbana avanza principalmente mediante comparaciones
y confrontaciones, y se aprende de los éxitos y fracasos
de los otros. Pero nunca es recomendable aplicar recetas
de un caso al otro. La mediación necesaria es la que proporciona
la elaboración intelectual de la cultura urbanística.
Las premisas
que se dan a finales de los ´70, como se verá, son muy específicas.
La coyuntura
política y cultural es la de los inicios de la democracia.
La década que precedió a la democracia fue de gran
movilización cívica, tanto en los ámbitos
ciudadanos barriales como en los medios profesionales. La crítica
al urbanismo desarrollista, la recuperación de lo mejor de
las propuestas de Cerdà y del movimiento moderno, la elaboración
de propuestas para cada barrio y para la ciudad basadas en una concepción
igualitaria del espacio público y los equipamientos y la
legitimación de un urbanismo participativo construyeron un
consenso activo que las fuerzas políticas no podían
dejar de lado (15).
En este marco
ganan las primeras elecciones los partidos de izquierda, que representan
la movilización cívica anterior y cuyos programas
democratizadores y regeneracionistas son aceptables por parte
de los sectores empresariales. Estos precisan de unas políticas
públicas que creen una oferta urbana de calidad para que
invertir en la ciudad sea rentable y, al mismo tiempo, que se den
respuestas que regulen la conflictividad social en el territorio.
Esta alianza saintsimoniana (la de los "productivos" de
la parábola de Saint Simon) se construye en los 80, especialmente
con la nominación de Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos,
en 1986. La década siguiente estará marcada por los
resultados de la iniciativa pública hegemónica.
El éxito
es indiscutible y, sobre todo, vistoso. Unos 300 proyectos realizados
de espacios públicos y de equipamientos de calidad repartidos
en toda la ciudad. Se proyecta una ambiciosa política de
generación de nuevas centralidades, del eje del frente
de mar y de la transformación del este de la ciudad (zona
de industrias y infraestructuras relativamente obsoletas). Proyectos
integrales de regeneración de barrios. Oferta cultural diversificada
y revalorización del patrimonio arquitectónico. Descentralización
hacia los distritos y los barrios y reconocimiento de los interlocutores
sociales. Infraestructuras ciudadanas que comunican los fragmentos
de la ciudad y de su entorno inmediato. La ciudad cambia de imagen,
se reducen las desigualdades sociales en el territorio, se genera
empleo, la ciudad se posiciona favorablemente en los flujos internacionales.
Pero a mediados
de los ´90 las condiciones iniciales habían cambiado. La
ciudad se ha enriquecido y la inversión privada en la ciudad
se ha hecho muy rentable. El gobierno local, por el contrario, se
ha empobrecido, tanto en el plano económico como cultural,
y necesita hacer del label Barcelona un factor de atracción
de capitales y turistas. Las políticas urbanas anteriores
en parte se mantienen pero en dura y casi siempre desigual competencia
con nuevas políticas, más acordes con las condiciones
de la globalización y del mercado.
El éxito
ha tenido también efectos perversos. Los precios del suelo
y de las viviendas se disparan. Los "new projects"
(16) se proponen
simplemente vender la ciudad al promotor privado y el resultado
más emblemático es la discutible operación
Diagonal Mar. La presión del sector privado conlleva la realización
de enclaves, de parques temáticos, de operaciones segregadas,
de destrucción del patrimonio arquitectónico (especialmente
la herencia de la ciudad industrial), de deslocalización
de sectores medios y bajos hacia la región metropolitana,
de crecimiento de la urbanización difusa sin que corresponda
a un crecimiento de la población (como se ha dicho más
arriba). El modelo "Barcelona" se pone en cuestión.
O, en todo caso, se puede hablar de un "contra modelo"
que entra en contradicción con el anterior.
El Forum
2004 se ha convertido en el paradigma de los críticos,
tanto de los que hacen la crítica desde la defensa de lo
mejor del primer modelo (17)
como los hipercríticos que consideran ambos modelos dos caras
de la misma moneda (18).El
Forum, relativo fracaso cultural y político (o de marketing),
es en su dimensión urbanística una expresión
de la ciudad que apuesta por la inserción global: se trata
de un urbanismo orientado a la demanda externa (19).
Mientras la
ciudad-centro (Barcelona municipio) se orienta a ser un parque temático
de terciario que pretende ser de "excelencia", aunque
predomina la oferta de servicios de ocio, en la región metropolitana
emergen las contradicciones propias de la urbanización globalizada.
Espacios fragmentados por autopistas mientras que la red del "ferro"
(tren, metro, tranvía) sigue con mucho retraso. Desarrollos
privatizados de baja densidad de urbanizaciones de viviendas adosadas
o no. Hiperconsumo de suelo, agua y servicios en general. Segregación
social y funcional crecientes. Urbanización discontinua y
despilfarradora. Enclaves especializados.
Pero hay otra
cara de la realidad. Un territorio estructurado por ciudades medias
dotadas de potencial de centralidad. Una conciencia colectiva que
se expresa en demandas de calidad de vida y desarrollo sostenible.
Un tejido económico y cultural diversificado. Unas voluntades
políticas, no siempre hegemónicas, que no se quieren
someter a la lógica mercantil a cualquier precio. Y un sentido
crítico en la ciudad central, en Barcelona, que cuestiona
la deriva del supuesto modelo ideal, que en la última década
se ha sometido demasiadas veces a la contrarrevolución urbana.
En fin, una
realidad contradictoria, ambivalente, no condenada necesariamente
a convertirse en ejemplo del urbanismo globalizado que exponen en
sus estimulantes análisis críticos Harvey y Smith.
Aunque a veces los proyectos recientes parecen ejemplificar todas
sus tesis.
JB,
abril 2005
La
Revolución Urbana continúa en el próximo
número, con el texto de la conferencia brindada por Borja
en el bar Tuñón de Buenos Aires, organizada por café
de las ciudades.

De
Jordi Borja, ver también las notas La
ciudad conquistada y Barcelona
y su urbanismo,
y el comentario "Tendencia
no es destino", sobre su libro "La Ciudad Conquistada",
en los números 2, 21 y 15, respectivamente, de café
de las ciudades.
Sobre
el new urbanism, ver Congress
for "New urbanism Basis".
También Duany, A. et al., The Rise of Sprawl Suburb and
the Decline of Nation,
North Point Press, New York, 2000
Sobre
la "marca Barcelona" ver Balibrea, M.P. Barcelona,
del modelo a la marca.
Una versión anterior de este texto se encuentra en Tim Marshall,
op. ci.
Ver
también la nota La
marquetización de las ciudades,
de Mariona Tomàs,
en el número 6 de café
de las ciudades.
Sobre
la Ciudad Global, ver las notas Saskia
Sassen: Una visita guiada a la Ciudad Global,
entrevista digital a Saskia Sassen, y Buenos
Aires en los `90 y otras consecuencias de la ciudad global,
entrevista a Zaida Muxí, en los números 10 y 24, respectivamente,
de café
de las ciudades.
Sobre
los Diálogos de Urbanismo del Fórum 2004 de Barcelona
ver la nota Certezas
de incertidumbres,
en el número 24 de café
de las ciudades.
Notas
del autor:
1:
Como Ascher en Nuevos principios de urbanismo, Alianza Ed.,
Madrid, 2003, Amendola en La Ciudad Postmoderna, Celeste
Ed., Madrid, 2000 y Castells en La era de la información,
Alianza Ed., Madrid, 2000 y La sociología urbana de
Manuel Castells, ed. I. Susser, Alianza Ed., Madrid, 2001.
2:
El derecho a la ciudad, concepto que planteó Lefebvre en
los años 60, pero que ha sido
desarrollado
muy recientemente por los movimientos sociales urbanos a nivel internacional.
En la conferencia de Hábitat de Estambul (1996) aun no se
planteó, pero si en el Foro Urbano Mundial de Hábitat
(Barcelona 2004). Ver J.Borja, La
ciudad conquistada,
Alianza Ed., Madrid, 2003.
3:
Usamos el término globalización solamente en relación
a sus impactos, reales o supuestos, sobre los territorios urbanos.
El texto general de referencia es sin duda el de Castells.
4:
Datos para ilustrar estas dinámicas de ocupación del
suelo en las regiones urbanas de Barcelona y Madrid: para el caso
de la Región Metropolitana de Barcelona, el crecimiento de
la superficie urbanizada entre 1972 y 1999 fue del 185 % con un
mayor crecimiento en la segunda corona tal y como vemos en el trabajo
de Manuel Herce en Borja J.; Muxí, Z. (eds.) Urbanismo
en el s.XXI. Bilbao, Madrid, Valencia; Barcelona, Ed. UPC, Barcelona.
También
entre 1987 y 2001 para el 78% de los municipios de la provincia
de Barcelona más de la mitad de la producción de la
vivienda había sido de tipología aislada o adosada.
También cabe destacar que son los 137 municipios pequeños
de la provincia (de 1.000 a 10.000 habitantes) los que han producido
más del 80% de vivienda unifamiliar. Ver tesis doctoral de
Francesc Muñoz, Urbanalització: la producció
residencial de baixa densitat a la provincia de Barcelona, 1985-
2001, UAB, 2004.
Para
el caso de la región urbana de Madrid, entre 1957 y 1999,
el suelo urbanizado se multiplica por 5 (pasando de 10.7000 a 49.000ha)
mientras la población lo hace por 2 (pasando de 2.3 a 4.7
millones). Datos que constatan la enorme expansión del territorio
urbanizado en Madrid; ver los artículos de Joaquín
Leguina; Fernando Roch y José Manuel Naredo en Borja, J.;
Muxí, Z., Urbanismo del siglo XXI, Barcelona 2003
(op. cit.).
5:
Davis,M., op. cit., y Borja, J. y Muxí, Z., Urbanismo
en el siglo XXI, Ediciones UPC, Barcelona, 2004.
6:
Busquets, J., Barcelona, la construcción urbanística
de una ciudad compacta, Ed. del Serbal, 2004, y Areas de
nuevas centralidades (documento del Ajuntament de Barcelona,
1986, resumido en la revista Barcelona metrópolis mediterránea
nº8, 1988). Sobre el modelo urbanístico de Barcelona ver
especialmente Oriol Bohigas, La reconstrucció de Barcelona,
Edicions 62, Barcelona, 1985.
7:
Jean Baudrillard y Jean Nouvel, Les objets singuliers (Calmann-Lévy,
2000); ver crítica a este texto de Graciela Silvestri, Un
sublime atardecer. El comercio simbólico entre arquitectos
y filósofos, Punto
de Vista,
diciembre 2002. Una crítica más general a la arquitectura
no reproducible, en Oriol Bohigas, Reconsideració moral
de l’arquitectura i la ciutat...
8:
Borja, J. Urbanisme i ciutadanía, Barcelona metrópolis
mediterránea 2005 y El futuro urbano tiene un corazón
antiguo, Catálogo de la exposición Quórum,
Institut de cultura, Barcelona, 2005.
9:
Rogers, R. Towards an Urban Renaissance, Londres, 1999 y
2001.
10:
Masboungi, A., Colección Projet Urbain, Ministere
d´Equipement, Paris; French Urban Strategies, Projets Urbains
en France, Editions du Moniteur, Paris, 2002; Fabriquer la
ville. Outils et methodes: les amenageurs proposent, La Documentation
Française, Paris, 2001. Ver también de la misma autora
y Alain Bourdin: Urbanisme des modes de vie, Le Moniteur.
11:
Le
Monde:
L’urbanisation grignote sans répit le territoire français,
14-4-05, citando el informe del Ministro de Ecología Lepeltier.
12:
Jacques Delarue: Banlieus en difficulté: la rélégation,
Paris 1991; el autor, delegado del gobierno para la ciudad (cargo
que-equivale a viceministro, dependiente del jefe de gobierno) utilizó
ya el concepto de "lucha de clases en el territorio".
El Censis, Centro de estudios sociales, Roma, acuñó
el concepto de "conflictividad asimétrica" en sus
informes anuales, a principios de los 90.
13:
Sassen, S., Intervención en los Diálogos
sobre la ciudad del siglo XXI en el Forum 2004.
Ver también su artículo I "senza potere"
protagonisti del futuro,
en Il Manifesto libri, 2005, Atlante di un altra economia.
14:
Borja, J., editor, Barcelona. Un modelo de transformación
urbana. Programa de Gestión Urbana, Banco Mundial y ONU,
Quito, 1995. Tim Marshall ha publicado un conjunto de textos que
ofrecen un panorama analítico muy completo sobre el "modelo
Barcelona", incluyendo una perspectiva crítica al final:
Transforming Barcelona, Routledge Ed., London, 2004.
15:
Sobre el movimiento cívico o popular urbano ver Huertas Clavería,
JMª y Andreu, M: Barcelona en lluita, el moviment urbà
1965-95, FAVB, 1996. Ver también Borja J.:Por unos
Ayuntamientos democráticos y Descentralización
y Participación ciudadana, IEAL, Madrid 1986 y 1987.
16:
Barcelona Regional: New Projects, Ajuntament de Barcelona,
1995; una síntesis de este documento en Tim Marshall, op.cit.
17:
(Borja, J. y Montaner, J. M.: textos sobre el "modelo Barcelona"
en Urbanismo del siglo 21, Edicions UPC, op. cit. De J. M.
Montaner ver también: Repensar Barcelona, Edicions
UPC, 2003, es una selección de artículos de 1984 a
2001; y de J Borja las referencias citadas. Sobre el modelo Barcelona
es imprescindible la consulta de la colección de publicaciones
de Aula Barcelona, iniciada en 1999, titulada precisamente Model
Barcelona (en catalán con un resumen en inglés). No
son textos críticos pero sí que se trata de síntesis
bien informadas realizadas por los profesionales protagonistas de
la gestión urbana de los años 80 y 90. Edición
a cargo de la Fundació Bosch Gimpera-Universitat de Barcelona.
Para una visión más crítica ver la excelente
revista de la FAVB, El Carrer. Ver también Capel,H.
El modelo de Barcelona, un examen crítico, Ed. Serbal,
2005.
18:
AA.VV.: Barcelona marca registada. Un modelo para desarmar,
Virus Editorial, Barcelona, 2004, AA.VV.: La otra cara del Forum
de las Culturas S.A., Edicions Bellaterra, 2004; Delgado, M.:
Elogi del vianant, del model Barcelona a la Barcelona real,
Edicions 1984, 2005.
19:
Domus nº 866, enero 2004 y Revue Urbanisme, nº 339, noviembre-diciembre
2004, pags.44-47.
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